¿El nuevo imperio estadounidense?
Pensad que seremos como la ciudad de la colina, los ojos de todos se fijarán en nosotros
Gobernador John Winthrop
En el que tal vez sea el sermón más conocido en Estados Unidos, el gobernador John Winthrop comparó su colonia de la bahía de Massachusetts con la Nueva Jerusalén bíblica: el lugar perfecto que algún día sustituiría al mundo imperfecto. En su sueño, el territorio que más tarde se convertiría en Estados Unidos sería, con su ejemplo, un faro para el mundo. Hoy, sin embargo, los estadounidenses debemos preguntarnos si queremos que nuestro país evolucione y se convierta en la ciudad de la colina, o en una nueva Roma. Incluso antes de la reciente guerra en Irak, me encontré haciéndome esta pregunta. En la reunión que los líderes de la región Asia-Pacífico celebraron en México en octubre, varios cientos de empresarios y los presidentes y primeros ministros de algunas de las principales potencias del mundo estaban sentados en un gran salón esperando para cenar. Los mexicanos tienden a cenar tarde, y a las diez de la noche aún no se había servido la ensalada. Muchos de los dirigentes de mayor edad sufrían, evidentemente, los efectos del desfase horario.
Sin embargo, el presidente Bush tenía la ventaja de su relativa juventud y del corto vuelo desde su rancho de Tejas. No obstante, como el entretenimiento anterior a la cena se alargaba, el presidente estadounidense, famoso por acostarse temprano, abandonó la sala. El anfitrión, el presidente mexicano Vicente Fox, estaba advertido de antemano, pero los empresarios, no. Uno de ellos se inclinó para preguntarme: "¿Quién se cree Bush que es? ¿El emperador?". A Bush, sin duda, la pregunta le habría sorprendido tanto como a mí. Estados Unidos nació en una revuelta contra los imperios y sus aderezos. Los europeos, los chinos y los japoneses tienen imperios; los estadounidenses, no. Basta comparar Washington, D. C. con otras capitales. No tiene Ciudad Prohibida, ni palacio de Buckingham. No fue concebida como el centro de un imperio. Pero un vistazo al poder y al alcance estadounidense, a sus relaciones con otros países, y a la evolución de su doctrina estratégica a lo largo de los años muestra un claro avance hacia el establecimiento del imperio. Aunque muchos atribuyen esto a la reciente y fuerte influencia de los neoconservadores republicanos, que predican la necesidad de utilizar unilateralmente el poder estadounidense, lo cierto es que esta tendencia lleva tiempo forjándose, y que el 11-S no ha hecho más que acelerar el ritmo.
Como conservador y ex alto funcionario del Gobierno de Reagan, encuentro problemáticos el giro hacia el imperio y su aceleración. Como el gran filósofo conservador Edmund Burke dijo de la Gran Bretaña imperial: "Temo que nos teman demasiado". De hecho, como Burke insinúa, el imperio no es sinónimo de conservadurismo. Es radicalismo, egoísmo y aventurerismo camuflados en la emocionante retórica del patriotismo tradicional. Naturalmente, Estados Unidos no se parece en nada a la antigua Roma ni a la Gran Bretaña imperial. Estrictamente hablando, no tiene colonias y, como suelen afirmar nuestros líderes, no tiene ambiciones territoriales. Pero en 2002, el gasto de defensa estadounidense ascendió a más del 40% del total mundial, y está aumentando rápidamente tanto en términos absolutos como porcentuales. El año que viene, superará los gastos de defensa combinados de la Unión Europea, Rusia, China, Japón y Corea del Sur. Hay fuerzas estadounidenses estacionadas en más de 700 bases de todo el mundo, con 120.000 soldados en Europa, 90.000 en el este de Asia y en el Pacífico, casi 200.000 en el norte de África, Oriente Próximo y el sur de Asia, y 15.000 en el hemisferio occidental, fuera de Estados Unidos. Pero la influencia y el control estadounidenses no se limitan a cuestiones militares. Durante la crisis financiera de Asia, en 1997, Japón intentó montar una operación de rescate independiente para las naciones del sureste de Asia, pero se vio frenado en seco por la oposición del Departamento del Tesoro estadounidense. Y el ex líder indonesio Suharto, instalado en el poder en la década de los sesenta con la ayuda de Estados Unidos, fue derrocado también con el apoyo estadounidense en 1998. De hecho, lo que Irving Kristol dice sobre Europa se puede aplicar a muchos otros países. Kristol, uno de los fundadores del movimiento neoconservador, sostiene que ningún país europeo puede realmente mantener su propia política exterior porque todos necesitan demasiado a Estados Unidos: "Son naciones dependientes, aunque gozan de un elevado grado de autonomía local". Aunque el alcance del poder estadounidense es definitivamente nuevo, el sentimiento que lo impulsa es tan viejo como este país. Desde el principio, los estadounidenses se han considerado a sí mismos un pueblo elegido, que trabaja en la viña del Señor para crear una sociedad nueva y más perfecta. A menudo, la "excepcionalidad estadounidense" ha sido fuente de profunda irritación para los no estadounidenses, ya que da a entender que EE UU es mejor que otros países.
Pero como creemos que todo ser humano es un estadounidense en potencia, y que su actual filiación nacional o cultural son un accidente desafortunado pero reversible, más de una vez hemos estado ciegos ante nuestras propias ambiciones. Cuando los líderes de Estados Unidos prometen extender la libertad por todo el mundo, a lo que se refieren es al "americanismo". Al predicar esta doctrina, Estados Unidos ha oscilado entre contemplarse a sí mismo como la Nueva Jerusalén, que enseña mediante el precepto y el ejemplo, y verse como la Nueva Roma, que utiliza el poder para hacer el bien. Mientras que nuestros antepasados puritanos se esforzaron en construir la ciudad de la colina, los apóstoles del Destino Manifiesto decimonónicos no dudaron en barrer a los indios americanos, a los mexicanos, a los españoles y a otros que consideraban un obstáculo para la expansión de los valores universales del americanismo. Así es como Filipinas, por ejemplo, acabó siendo colonia estadounidense durante más de tres décadas. Después de que Estados Unidos ganara la guerra contra España en 1898, los filipinos -que habían estado bajo el dominio español- declararon la independencia. Pero el presidente McKinley decidió que no funcionaría: "No nos quedó más remedio que tomarlos a todos, y educar a los filipinos, y ennoblecerlos, civilizarlos y cristianizarlos".
Durante el siglo XX, el péndulo volvió a oscilar. Tras emerger, después de dos guerras mundiales, como potencia dominante -capaz de establecer su dominio allí donde quisiera- EE UUdecidió limitar su poder. Los líderes del país optaron por establecer alianzas y crear instituciones multilaterales como Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, adoptando la estrategia de contención de la guerra fría en vez de conquistar. Etienne Davignon, un viejo estadista europeo y desde hace tiempo amigo de Estados Unidos, lo ha explicado recientemente de la siguiente forma: "Después de la II Guerra Mundial, eran ustedes todopoderosos, relativamente incluso más poderosos de lo que son ahora. Pero decidieron convertir su poder en algo seguro para el mundo, mezclándolo en instituciones multilaterales y definiendo su propio interés nacional en función de los intereses de otras naciones". Está claro que Estados Unidos usó su poder para influir en esas organizaciones multilaterales y era su miembro más importante, pero intentó actuar basándose en la consulta y en la persuasión. En su mayor parte, el país mantuvo su pólvora seca; una excepción notable fue la guerra de Vietnam. Prefirió, por el contrario, evangelizar mediante el ejemplo, y al hacerlo ganó la guerra fría. Quizá el término "imperio blando" sea el que mejor describa esta situación.
Pero, con el tiempo, nos enganchamos a nuestro propio poder, y otros países se engancharon a nuestra protección y al dinero que podían ahorrarse con ella. Nosotros seguimos asumiendo más responsabilidad, y otros asumieron una especie de actitud de clientelismo. El final de la guerra fría, en 1992, brindó la oportunidad de replantear el sistema mundial. Desafortunadamente, no aprovechamos esa oportunidad. Redujimos un poco nuestro ejército, pero básicamente mantuvimos el sistema de hegemonía estadounidense y el "imperio blando", y empezamos a caer en un mayor unilateralismo. Al tiempo que manteníamos políticas de integración económica global, empezamos, incluso bajo el mandato del presidente Clinton, a resistirnos a aceptar una serie de tratados internacionales, desde la Convención sobre las Armas Biológicas y Tóxicas hasta la prohibición, casi universalmente aceptada, de las minas terrestres. Desaparecida la amenaza soviética, Estados Unidos parecía menos dispuesto a trabajar con los aliados cuando la cooperación significaba limitar de alguna manera su propia libertad de acción.
Sin embargo, tras el 11-S, Estados Unidos parece seguir un nuevo rumbo hacia el "imperio duro"
. El pasado junio, el presidente Bush anunció en West Point la nueva doctrina estadounidense de "guerra preventiva" según la cual Estados Unidos "no dudará en actuar solo" y, si es necesario, en defenderse "actuando preventivamente". Esta doctrina resalta que nuestras fuerzas serán suficientemente fuertes como para disuadir a los posibles adversarios de aumentar su capacidad militar con la esperanza de superar, o igualar, el poder estadounidense. Estas manifestaciones del Gobierno provocaron un torrente de comentarios de autores neoconservadores que elogiaban las virtudes del ejercicio unilateral del poder por parte de Estados Unidos. La reciente guerra contra Irak y sus secuelas representan el debut de esta nueva doctrina y estrategia. Trabajando fuera de las alianzas formales, con una coalición de voluntarios y oportunistas basada en la supuesta amenaza de las armas de destrucción masiva, Estados Unidos lanzó un ataque preventivo contra Sadam Husein. Los resultados parecen desiguales. Nadie puede llorar la desaparición de este brutal matón. Deberíamos haberle pillado en la guerra del Golfo de 1991, y está bien que lo hayamos hecho ahora. Pero la forma en que lo hemos hecho ha resultado problemática y es probable que lo sea cada vez más.
Retrospectivamente, parece claro que no existían armas de destrucción masiva que supusieran una amenaza inmediata para Estados Unidos. Esto significa que el espionaje estadounidense no funcionó o que manipuló para justificar un ataque que ya había sido planeado por otras razones no declaradas. También está claro que la planificación que Estados Unidos ha hecho de la posguerra ha sido inadecuada, y que se basa en una mala evaluación de la dinámica y el comportamiento iraquíes. En la euforia de la victoria, nada de esto ha provocado serias dudas en el país, pero en el resto del mundo la credibilidad estadounidense ha quedado gravemente dañada, mientras que las sospechas de que lo que realmente quería Estados Unidos era quedarse con el petróleo de Irak y proteger a Israel se han visto (equivocadamente, en mi opinión) confirmadas.
Desde mi punto de vista, el Gobierno intentaba sobre todo demostrar inequívocamente el poder estadounidense como una forma de llamar al orden a los países que apoyan el terrorismo. Pero la insistencia estadounidense en controlar el petróleo de Irak tras la guerra, en restringir severamente la participación de Naciones Unidas en la reconstrucción del país, y en "castigar" a Canadá, México, Chile y la supermalvada Francia por no apoyar la guerra sólo sirve para reforzar en el extranjero la percepción de que Estados Unidos es un Estado canalla que podría encontrar un pretexto para volverse contra cualquier país en cualquier momento. El poder es un imán para las amenazas. El gobernador Winthrop soñaba con una "ciudad en la colina" atractiva por su virtud, no por su poder; o mejor, con que su poder se derivaba de su virtud. John Quince Adams nos instó a "no ir al extranjero a buscar monstruos a los que matar". Ésos son buenos consejos conservadores para el futuro estadounidense.
Clyde Prestowitz, ex negociador comercial de Estados Unidos, es autor de Rogue Nation: American Unilateralism and the Failure of Good Intentions, publicado por Basic Books. Traducción de News Clips.
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