Evacuados: a la calle con lo puesto
Carme Pedrol nunca habría pensado que pasaría parte de sus vacaciones en un pabellón polideportivo.
Durmiendo sobre un viejo colchón y viviendo de prestado, esta mujer es una de las caras de la tragedia que barre los bosques del Vallès Occidental, el Oriental y del Bages. Su infierno comenzó hace cuatro días, cuando una columna de humo invadió el horizonte de su pequeño pueblo de vacaciones, Granera, para acabar arrasando su ilusión de unos días tranquilos en medio de la naturaleza.
El pueblo fue evacuado. Los poco más de 80 habitantes y veraneantes tuvieron el tiempo justo para coger los objetos personales, el dinero y salir pitando. "El fuego se veía cerca, nos íbamos y no sabíamos si volveríamos a ver nuestras casas. Todavía me estoy recuperando del susto", explica Carme. Con el resto de su familia y el perro, pasaron la noche en el polideportivo de Castellterçol, donde el alcalde habilitó un pequeño dispositivo para atender a los evacuados. Ayer seguían allí.
Desde el inicio de los incendios se ha evacuado en la zona a más de 1.000 personas. La mayoría ha regresado ya a sus hogares. Sus historias son relatos de pavor, humo, llamas e incertidumbre, pero también de solidaridad y ayuda mutua. "Llevamos casi tres días en este polideportivo y la gente de aquí se ha portado fantásticamente. Nos vienen a visitar, nos preguntan si nos falta algo y nos ayudan en todo lo que pueden", afirma Montse, la vecina de Carme.
Ellas, con sus maridos y sus hijos, duermen en los colchones repartidos por la pista. Anoche estaban pendientes de regresar a sus casas. "Nuestros maridos ya han estado allí ayudando a los bomberos, nosotras todavía no hemos subido; será duro ver quemado lo que siempre habíamos visto tan verde". Granera era, antes, un oasis a 40 minutos de Barcelona, con un inmenso bosque, un embalse y agua abundante. "Temo que no quedará nada de todo esto", asegura Monse.
Los Mossos d'Esquadra han sido los responsables de la mayor parte de las operaciones de evacuación. El dispositivo es siempre igual, pero las dificultades cambian según el terreno o el tipo de fuego.
En el Vallès no lo han tenido fácil: urbanizaciones diseminadas, masías aisladas y caminos no siempre practicables dificultaban el desalojo de los vecinos.
El inspector de los Mossos, Joan Figuera, responsable del dispositivo, explicaba ayer que la coordinación con los bomberos es vital. "Los desalojos se hacen siempre para prevenir males mayores, tenemos que ser más rápidos que el fuego y llegar a los núcleos habitados antes que él". Para lograrlo, los Mossos y los otros cuerpos policiales tienen efectivos permanentes en la sala de control de los bomberos, que se encarga de transmitir toda la información a las patrullas destacadas sobre el terreno.
El inspector explica: "Los bomberos se encargan de calcular la velocidad del fuego, la amplitud del frente, la cantidad de combustible que tiene por delante y su comportamiento futuro. Nosotros tenemos que adaptarnos a esto y evitar que ocurra algo a las personas".
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