Fiestas de la Paloma
En relación con la información de Fernando Íñiguez del 4 de agosto, querría aclarar que somos ya muy pocos los madrileños "auténticos" a los que nos gusta disfrutar de nuestras fiestas a la antigua usanza, rememorando aquellos tiempos en que, según nos contaban los abuelos, se conocían los vecinos y gustaban salir con la silla y el botijo a la puerta de la calle para tomar el fresco y hablar de sus cosas.
Nos han contado los padres y los abuelos cómo eran las verbenas, cómo se divertían cuando llegaban las fiestas, y los que ahora gustamos de mantener algo de todo aquello, de nuestras tradiciones, como en cualquier otro pueblo, tenemos que oír que se nos llame casposos.
Tenemos que aguantar la música que no nos gusta y unos niveles de ruido insoportables, las consecuencias de los que sólo disfrutan emborrachándose y la suciedad que comporta. Admitimos que las cosas cambian, que hay que dar gusto a los jóvenes y que, como siempre, aquí hay sitio para todos. Pero, por favor, vamos a respetarnos.
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