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Entrevista:CHRISTOPH BERTRAM | DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN CIENCIA Y POLÍTICA DE ALEMANIA | VISIONES DE EUROPA

"La UE es un gigante económico y un enano estratégico"

Un amplio equipo de científicos dirigidos por Bertram trabaja en la Fundación Ciencia y Cultura para asesorar al Gobierno y al Parlamento federal con análisis de la realidad social y de política internacional. En su despacho de Berlín, el tañido de dos viejos relojes interrumpe cada media hora sus reflexiones sobre el futuro de Alemania y Europa.

Pregunta. Siempre se decía de Alemania que era un gigante económico y un enano político. ¿Vale esto también para la UE?

Respuesta. Yo lo diría de otra manera. Creo que la UE es un gigante económico y un enano estratégico. Hay muchos ámbitos en la política en los que la UE tiene una influencia muy grande: en política de comercio, de medio ambiente y financiera. También en la coordinación de las políticas de sus miembros. Todo esto no se puede despreciar, pero no está preparada para decidir con rapidez y actuar con eficacia ante una crisis estratégica. Éste es su verdadero y permanente punto débil.

"Una unión de Estados históricos y orgullosos no es la adecuada para actuar con rapidez y eficacia. Esto constituye la debilidad permanente de la Unión Europea"
"Aunque exista un ministro de Exteriores europeo, ¿aceptarán los señores Aznar, Chirac, Schröder o Blair renunciar a las decisiones de sus países sobre la guerra y la paz? No"
"Una gran ventaja de una integración europea verdadera sería que Europa empezase por fin a gastar de manera eficaz el mucho dinero que se destina a la defensa"
"La división del trabajo en la que América hace lo militar y Europa el resto no se corresponde con la realidad. Hace falta un consenso sobre el objetivo, y sin él se produce la división"
"La ampliacion será positiva con la condición de que se cree un procedimiento de decisión eficiente. Si no se consigue, será peligrosa por motivos estratégicos"
"No creo que Polonia vaya a ser el caballo de Troya norteamericano en Europa. Si otros Estados se preocupan por ella, Polonia ya no tendrá la impresión de que sólo interesa a EE UU"

P. ¿Esto es un problema estructural o ideológico?

R. Es estructural. Los Estados de la UE no se fundirán de una forma tan estrecha como para poder decidir con la rapidez con que lo puede hacer un Estado nacional tradicional o Estados Unidos. Esta fusión estrecha no se dará en cuestiones estratégicas. En muchas otras cuestiones la UE ganará en libertad de acción y eficacia, incluso en lo militar. Creo que en unos 10 o 20 años estará disponible una fuerza de intervención europea con reglas comunes de actuación y de tratar los problemas. Pero, de momento, a la hora de llegar al meollo del asunto, cuando hay que decidir con rapidez cuestiones de estrategia, una unión de Estados históricos y orgullosos no es adecuada para actuar con rapidez y eficacia. Esto constituye la debilidad permanente.

P. ¿Y eso no cambiará con la nueva Constitución europea?

R. Creo que no. Me parece muy útil lo que se intenta en el proyecto de Constitución. Espero que Gobiernos y burócratas no lo agüen demasiado. Es un peligro que ya se puede prever. Pero, incluso si existiera un ministro de Exteriores europeo, ¿los señores Aznar, Chirac, Schröder o Blair aceptarán renunciar a las decisiones de sus países sobre la guerra y la paz? No. ¿Dejarán que otros países dicten el comportamiento de sus Estados ante las crisis internacionales? No. El ministro de Exteriores europeo puede ocuparse de que la política exterior europea se interrelacione cada vez más, de que en muchas cosas se actúe de forma conjunta, sobre todo cuando se disponga de mucho tiempo, pero ante una crisis estratégica esa unidad no resistirá.

P. Tal como ha ocurrido en el caso de Irak.

R. Sí, aunque eso fue una crisis especial. Aquí no se trataba de si esta Europa iba a mantenerse unida frente América. Esto creo que deberíamos quitárnoslo de la cabeza. No habrá una Unión Europea que se mantenga en pie ante América, no se mantendrá unida contra América, no la habrá.

P. ¿Entonces usted cree que lo que escribió [el filósofo alemán Jürgen] Habermas de que el 15 de febrero [día de las manifestaciones contra la guerra de Irak] surgió una nueva opinión pública mundial se sitúa en el ámbito de la ciencia-ficción?

R. Yo creo que esto se anticipa mucho en el tiempo. Yo mismo soy partidario de la integración europea y quisiera que avanzase más rápido. Creo que ahora los Estados deberían unirse en una integración militar real. Me parece que el paso correcto sería que dos o tres, cuatro o cinco Estados digan: nosotros unimos nuestras capacidades militares, creamos un presupuesto conjunto, una superficie conjunta, una autoridad conjunta, una comisión parlamentaria común, que vigile lo que ocurre. No tanto para superar ese déficit del que acabo de hablar, sino para que no sea tan fácil crear divisiones. Y la otra gran ventaja de una integración europea verdadera así sería que Europa empiece por fin a gastar de una manera eficaz el mucho dinero que se destina a la defensa. Gastamos el dinero para defensa de un modo altamente ineficaz. Lo tiramos por la ventana. Lo dispersamos en 15 o 16 instalaciones militares, ejércitos, fuerzas aéreas, escuelas, campos de entrenamiento, bases. Cada uno tiene una estructura militar propia, y esto es el máximo grado de despilfarro. La integración nos permitiría que no nos dividieran en una situación de crisis, y además utilizar nuestros medios de una forma más eficaz. Eso ya serían dos grandes ventajas.

P. Y todo eso ¿dentro o fuera de la OTAN?

R. Yo creo en la integración en la OTAN, ¿por qué no? Si dos Estados dicen unamos nuestro comando de la fuerza aérea, nuestro comando de transporte aéreo, y ahora juntemos nuestra marina, en este caso no hay ningún problema en realizar eso dentro o fuera de la OTAN. Creo que ésta es una diferenciación artificial que depende de la evolución de la misma OTAN. De momento, el gran problema de la OTAN no es la falta de colaboración técnica, que hay cada vez más. El problema es que ya no va apoyada sobre un consenso político, sobre la cuestión de dónde hay que intervenir, con qué medios y cuándo. El consenso político no existe, lo que significa que la OTAN, si esto no se arregla, caerá en una crisis cada vez más profunda. La oposición UE-OTAN me parece muy artificial. Ya hoy en día se produce el hecho de que la mayoría de los miembros de la OTAN lo son de la UE. Tras la ampliación de la UE el año que viene, seremos 25 miembros de la UE y 22 de ellos lo serán también de la OTAN. La OTAN no puede decir: no podéis hablar unos con otros. Al revés, eso es precisamente lo que deberían aprender los europeos: a tener sus propias ideas ante los desafíos estratégicos. Tienen que aprender a disponer de los recursos para estos retos. No se les puede proponer que ese debate no se realice en la OTAN.

P. Entonces usted no ve nada malo en el intento de Francia, Alemania, Luxemburgo y Bélgica que en Washington generó tanta desconfianza.

R. Eso sólo muestra lo susceptibles que están los americanos. Altamente susceptibles. Pero yo no veo nada malo en ello, a no ser que una vez más todo se quede en palabras. Ése es el modo europeo de creer que la política se hace con palabras, con comunicados. Mi preocupación es que en Bruselas, a finales de abril

[en la reunión para un proyecto de unión militar entre esos países] de nuevo sólo se hayan producido palabras sin que después pase nada, pero un mando conjunto en el que la UE se obligue a planificar juntos será cada vez más necesario en un mundo en el que EE UU y Europa no coinciden en muchas cuestiones estratégicas. Y más en una OTAN que los americanos consideran como una caja de herramientas. Por tanto, yo desearía que Francia y Alemania se pusieran en serio a integrar sus recursos militares. Y temo que lo dejen en palabras. No hay nada malo en las palabras, pero sí en la falta de acción. Esto siempre ha sido el problema de Europa.

P. ¿Esa falta de actuación también implica gastar menos en defensa?

R. No lo sé. Los miembros de la UE gastan en defensa en un año 160.000 millones de euros, y eso sin que exista un enemigo avasallador. Su aliado más importante, EE UU, gasta el doble. Es decir, Europa y EE UU juntos gastan tres veces 160.000 millones. Gastamos cada día 500 millones de euros en defensa. Esto no es demasiado poco, pero malgastamos ese dinero. No lo concentramos. Lo gastamos de una manera ineficiente. ¿Qué hacemos con esos 500 millones que gastamos cada día? Con eso no mantenemos un ejército conjunto, una fuerza áerea conjunta, una academia de oficiales conjunta, sino 15 diferentes. Éste es, en realidad, el punto débil de los europeos. No que no pongan a disposición suficiente dinero, sino que lo malgastan, lo tiran por la ventana, lo despilfarran.

P. ¿No queda aguada la UE con la ampliación al Este?

R. No necesariamente. Naturalmente, las decisiones se dificultan. Por eso es tan importante que se amplíe el ámbito de las decisiones por mayoría. Será mucho más difícil poner bajo un mismo techo a 25 Estados si cada uno tiene derecho a veto. La Convención hizo unas propuestas muy interesantes y se podrían ampliar. En este sentido no se aguaría. Esto ocurriría si se mantuviera el derecho a veto incluso del Estado más pequeño.

P. Por ejemplo, si Malta pudiera bloquear todo.

R. Sí, pero yo presiento que los Estados que entran en la UE tienen el deseo de ser buenos jugadores de equipo. La idea de que Europa está formada por viejos y nuevos europeos, como lo ha concebido [el ministro de Defensa de EE UU Donald] Rumsfeld, es una tontería. España es vieja Europa, y Dinamarca, e Italia. Polonia también es Europa vieja, aunque sea un nuevo miembro. Pero ser miembros de la UE conducirá a que todos esos Estados tendrán un procedimiento común de toma de decisiones, una deliberación conjunta, estar comunicados entre sí continuamente. Y sólo por el hecho de esos intereses comunes se producirá una interrelación más estrecha. Por eso me parece que la ampliación de la UE es positiva, si se crea un procedimiento de decisión eficiente. Si esto no se consigue, si ahora las propuestas de la Convención se destruyen de nuevo, entonces la ampliación será peligrosa por motivos estratégicos.

P. Usted critica lo que dijo Rumsfeld, pero ¿no existe de hecho esa división en Europa, tal como puso de manifiesto la carta de los ocho

[de Aznar, Blair y otros a favor de EE UU]?

R. Yo me he planteado muchas veces la pregunta. La cuestión básica es si lo que hemos visto en el conflicto de Irak es un hecho único o algo típico, y yo creo que se trata de algo único. Imagínese que Gran Bretaña no se hubiera unido de inmediato con América, sino que se hubiera mantenido en una posición europea. Imagínese que Chirac hubiese aprobado una segunda resolución

[del Consejo de Seguridad] que también hubiese posibilitado a Gran Bretaña dejar más tiempo a los inspectores de la ONU en Irak. En Europa no estarían enfrentados unos con otros. Imagínese que los alemanes y los franceses no hubiesen actuado de una forma tan arrogante como ocurrió en enero en Versalles [con motivo del 40º aniversario del Tratado del Elíseo], cuando actuaron como si hubieran querido decir a los otros por dónde hay que ir. Imagínese que se aprendió la lección de lo ocurrido y los Estados grandes de Europa se preocupan en serio de los pequeños. Todo eso es posible. Nada de lo ocurrido durante el conflicto de Irak fue inevitable, sino resultado de la miopía política, de la mala diplomacia, pero Europa no tendría que haberse dividido. Espero que hayamos aprendido de esta crisis lo importante que es hablar de los conflictos a tiempo. La UE no habló del conflicto de Irak en el nivel ministerial hasta agosto de 2002; antes, no. Antes estábamos todos sentados en espera de lo que hicieran los americanos. No hubo ningún esfuerzo serio de coordinación en la UE. Sólo a comienzos de este año hubo un Consejo Europeo que redactó una vez más un comunicado que intentaba sacar a flote una postura común de donde no la había. Esto ocurrió bastante tarde. No nos hemos puesto manos a la obra a tiempo. Los Gobiernos no se esforzaron por lograr a tiempo una postura común. Después, cuando se mostró lo difícil que era obtener una postura común, además los Gobiernos actuaron de una manera torpe en el trato de unos con otros. Por eso estoy muy confiado en que no nos veremos otra vez ante tal división, que es una disputa entre Gobiernos y no entre los pueblos.

P. ¿No responde esto a una especie de división implícita del trabajo según la cual EE UU asume la responsabilidad por todo lo militar y Europa se orienta más hacia lo social?

R. No, ya estamos viendo que no. Vemos ahora que la poderosa América necesita con urgencia la ayuda de tropas en Irak, que necesita policías y soldados. La poderosa América no sólo pide a sus aliados europeos que envíen tropas, sino que querría una división de soldados de la India que podría actuar en el norte de Irak. América busca otros ejércitos que puedan apoyarla. Esa división de trabajo, que América hace lo militar y los europeos el resto, no se corresponde con la realidad. Tampoco sería posible en una alianza. Y por una razón del todo clara: para obtener una división de trabajo que no lleve a una ruptura hace falta un consenso sobre el objetivo. Y si ese consenso no se da, que uno hace una cosa y el otro hace otra, se produce con rapidez la división. Por eso es correcto que EE UU aprenda ahora algo que antes se ha negado a aprender: nation building, es decir, la reconstrucción de Estados destruidos, la ayuda para volver a levantar sociedades, la tarea más difícil que pueda existir. Esto es lo que tienen que aprender los americanos, y los europeos también tienen que mejorar en esto. Todos sabemos desde Kosovo lo difícil que resulta esta tarea. Y lo sabemos también por Afganistán. Si aquí los americanos y los europeos no actúan juntos, esta difícil tarea no tendrá éxito.

P. Volvamos al tema de la ampliación. ¿No cree usted que Estados Unidos tiene la tentación de utilizar a Polonia como el caballo de Troya en Europa?

R. Yo pregunté esto a un periodista polaco y me dijo: "Si vosotros, si Europa se ocupa de nuestra seguridad de forma suficiente, no necesitamos a los americanos; pero mientras Europa no pueda y mientras que nosotros en Polonia tengamos la sensación de que nuestra seguridad sigue siendo un problema, por supuesto que acudiremos a los americanos". Me parece muy claro. En la medida en la que se vea que la ampliación también significa fortalecer Europa, la dependencia de EE UU disminuirá. En la medida en que otros Estados europeos se preocupen por Polonia, los polacos ya no tendrán la impresión de que sólo los americanos hablan, se interesan y se preocupan por ellos. Esta crítica no va sólo contra Francia y Alemania, sino también contra España e Italia y otros Estados grandes en la UE. Por desgracia, es habitual que los grandes hablen entre ellos, pero no con los pequeños, aunque el voto de éstos también es necesario para las decisiones por mayoría. Espero que esta arrogancia sea algo del pasado y que también los Estados que acabo de nombrar empiecen a mantener un dialogo más estrecho con los más pequeños y pregunten más qué queréis, hasta qué punto apoyáis lo que hacemos, cómo podemos desarrollar posiciones comunes. Ha habido muy poco de esto, por parte de Francia y de Alemania, pero no sólo de ellos.

P. ¿Cree usted que Turquía debería entrar en la UE?

R. Sí, pero no lo va a conseguir. Hay muchas razones a favor de que Turquía, ante la perspectiva de entrar a la UE, se transforme, se convierta en un país diferente y reciba un empujón considerable para reformarse. Se puede imaginar que Turquía al final de este proceso se convertirá en un país moderno que pueda estar a la altura de los otros europeos. Hoy tenemos 25 Estados. Los nuevos miembros tendrán que tomar decisiones difíciles. Si Turquía estuviese a las puertas de la UE, los ciudadanos de muchos países de la UE exigirían un referéndum. Bastaría con que sólo un país, ya sea Chipre o Grecia, o España o Italia, diga que no para impedirlo. La posibilidad de que Turquía sea miembro de la UE es muy baja.

Christoph Bertram, en su despacho de la Fundación Ciencia y Política, en Berlín.
Christoph Bertram, en su despacho de la Fundación Ciencia y Política, en Berlín.PATRICIA SEVILLA

"La integración europea es el supremo interés nacional"

CHRISTOPH BERTRAM, DE 65 AÑOS, dirige en Berlín desde abril de 1998 la Fundación Ciencia y Política, cuyos informes ayudan a formar la opinión y la toma de decisiones de los políticos alemanes. Bertram ha realizado una extensa carrera en el campo del análisis político y el periodismo.Entre 1974 y 1982 fue director del Instituto de Estudios Estratégicos de Londres.

Él cree que no existe ninguna base para temer que Alemania vaya a seguir un camino especial para buscar una alianza con Rusia. Sostiene Bertram: "Los alemanes no estamos locos. Sabemos que una estrecha integración europea es nuestro supremo interés nacional. Por eso, en los 54 años de existencia de la República Federal ha habido una continuidad sorprendente. No importa si era la CDU

[Unión Demócrata Cristiana] la que estaba en el poder o el SPD [Partido Socialdemócrata de Alemania]

. No importa si estaba [el democristiano Konrad] Adenauer, o [el socialdemócrata Willy] Brandt, o

[el democristiano Helmut] Kohl o Schröder. O Helmut Schmidt".

El otro pilar de la política exterior de Alemania es la relación transatlántica con EE UU, que, según Bertram, "también es un interés nacional claro y prioritario, tanto como la integración europea. Todo lo demás es secundario o de un tercer grado. Por supuesto, todos los Gobiernos alemanes, desde que la URSS ya no se presenta como un enemigo represivo, han intentado encontrar una buena relación con Rusia. Nadie ha buscado y encontrado una relación más estrecha que Helmut Kohl. No es un secreto que Schröder y el presidente ruso han desarrollado una buena química. Esto no quiere decir que habrá un cambio en los cimientos de la política exterior alemana, porque estos cimientos siguen por completo el interés nacional de Alemania".

Las perspectivas de la UE con una economía alemana enferma son un problema grave. Según Bertram, "si sólo se estancara Alemania, el problema sería menor. Pero es una larga cadena de países que va de Alemania a través de Francia, Italia y hasta el Reino Unido que se enfrentan a un estancamiento de la economía. La UE puede, y esto es lo bueno de esta unión solidaria, aguantarlo si uno de los Estados no tiene tanta capacidad como los demás, incluso si es un Estado grande. Pero la UE tiene que soportar un gran peso si toda la zona del euro se estanca.

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