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Columna
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Amarillo y rosa

Suspendieron la reválida electoral en los exámenes del 25 de mayo y fueron castigados sin vacaciones, forzados a trabajar en el inclemente, más inclemente que nunca, agosto madrileño, en la ciudad desierta, bajo un sol sahariano. Justos y pecadores, renovadores por la base y pescadores de río revuelto, tirios y troyanos, galeotes aferrados a los duros bancos de los pupitres en interminables sesiones de la comisión que investiga, entre paréntesis y entre corchetes, la connivencia, la confabulación, la trama de intereses bastardos que entrelaza a los tránsfugas del PSOE con sus colegas del PP en una poco edificante y muy edificadora red de corrupciones y especulaciones.

Por mala obra y maldita gracia de los traidores, la comisión que investiga sus intrigas ha quedado en manos de los que más se benefician de ellas, con lo que el arduo e ingrato esfuerzo inquisitorio de los perjudicados tiene enormes posibilidades de agostarse y de no sacar fruto. La presunta madurez democrática revela su podredumbre y el olor a podrido atrae irresistiblemente a carroñeros de muy diversos pelajes y plumajes que sacan partido de la confusión y la fomentan en su provecho. El hedor estimula también a las ociosas audiencias que en estos días sin huella siguen y persiguen los debates a través de Telemadrid y que han procurado a la cadena autonómica un inesperado incremento en el número de sus televidentes.

Rota la tradicional tregua de agosto, en vez de serpientes de verano y culebrones de playa, este año se llevan las tramas políticas, urbanísticas y tragicómicas. Lamentablemente, Eduardo y María Teresa, protagonistas de la saga-fuga de la Asamblea de Madrid, carecen de facultades dramáticas y de dotes histriónicas para desempeñar estos papeles que les vienen grandes, son dos "pezqueñines" en una red que deja escapar a los peces gordos, a los grandes tiburones, y hace carnaza de sus rémoras, peces marinos que no superan los 40 centímetros de longitud y están provistos de una ventosa con la que se adhieren a los escualos que les transportan y protegen a cambio de pequeños favores como escarbarles entre los dientes para quitarles los restos de comida adheridos a ellos.

La pertinaz sequía informativa del verano ha dado paso este año a un horizonte de tormentas que vivifican el estéril desierto. Contra todo pronóstico se desatan rayos, truenos y centellas sobre Palomeras con núcleos tormentosos en los parajes urbanizados y urbanizables de toda la Comunidad madrileña. Y mientras la comisión de investigación pelotea contra un muro de silencio, los partes meteorológicos anuncian otras turbulencias y flatulencias sin cuento en el patio de Monipodio del Ayuntamiento de Marbella, escenario de una farsa esquizofrénica en la que el Gil y Gil se enfrenta con el GIL, criatura de sus propias entrañas, como un Saturno envejecido que procura devorar a sus hijos antes de que sus hijos más crecidos, como don Julián, le devoren a él.

Con protagonistas como don Jesús y don Julián y toda su comparsería de tránsfugas y testaferros, el morbo está servido. Frente al silencio y las reticencias de los comparecientes madrileños, la verborrea torrencial y ostentórea de dos navajeros curtidos, viejos compadres en la liza de las recalificaciones y las descalificaciones, dotados para la triquiñuela, la argucia y el juego sucio. La aparición, como tercera persona de la trinidad marbellí, de una célebre tonadillera redondea y rubrica un espectáculo que está pidiendo a gritos, injurias y denuestos, hacerse un hueco en los privilegiados espacios de la telebasura. El debate, combate, entre los dos pesos pesados de Marbella no se produjo en el terreno acotado de los informativos, sino en un programa de los autodenominados del corazón y en horario de máxima audiencia.

Tamayo y Sáez no tienen nada que hacer frente a semejantes monstruos catódicos, "La Verbena de la Pantoja" siempre superará en audiencia a "La Verbena de Palomeras". Hoy que la fama anda tan barata y la popularidad, aunque efímera, la regalan por la calle, Eduardo y María Teresa apenas han conseguido rebasar el listón. La trama madrileña podría dar juego como un buen guión de intriga y de suspense, pero le falta el factor, el calor, humano, una chispa de pasión, una brizna de romance; por ejemplo, una historia de amores imposibles y secretos entre los dos compañeros de fuga. Un idilio nacido entre las tinieblas de la traición y de la humillación redimiría tal vez a la pareja infeliz, que además encontraría consuelo y manutención en los programas de género rosa y en las páginas de la prensa amarilla.

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