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Reportaje:

Vigías como Ava Gadner

El Castillo de Almodóvar del Río, llevado al cine, se erigió en guardián estratégico de Córdoba durante siglos

A medida que se acercaba a la imponente construcción, una de las hijas del barcelonés Pedro Ángel Martínez no pudo evitar una exclamación propia de su corta edad: "¡Ala!". Lo cierto es que cualquier onomatopeya admirativa es válida frente al Castillo medieval de Almodóvar del Río (Córdoba). La majestuosa presencia de sus 5.628 metros cuadrados, sus ocho torres y su aire inexpugnable hacen que quien se adentre en sus entrañas retroceda siglos para imaginar qué ocurría entre aquellos muros.

El lugar que escogieron los ancestros más lejanos para establecer esta fortaleza de origen íbero no podía ser mejor. Junto al cauce del Guadalquivir, el Castillo se levanta sobre el cerro de la Floresta, de 250 metros, desde el que se domina una inmensa llanura en la que se inserta la población de Almodóvar.

Aunque de origen íbero, después de pasar por manos romanas, la fortaleza tomó su aspecto actual bajo la influencia musulmana y desempeñó un importante papel en las luchas de los reinos de Taifas hasta ser epílogo de la reconquista cristiana. "En el siglo XXI nos creemos que lo hemos inventado todo, pero si lees cómo hicieron los aljibes reflexionas sobre su mérito arquitectónico", explica Pedro Ángel Martínez, que ha visitado algunos alcázares, pero ninguna fortaleza le ha impresionado como la que ahora recorre entre el ruido de las chicharras. El agua era el único punto débil del castillo en los asedios prolongados, por lo que fueron construidos dos aljibes con capacidad para 289.800 litros.

Propiedad de una familia sevillana, la última remodelación del Castillo de Almodóvar, acometida por Rafael Desamisieres, conde de Torralva, concluyó en tiempos de la Guerra Civil. Esta rehabilitación muestra su aspecto actual, que lleva a imaginar a enemigos con tamaño de insectos vistos desde los 33 metros de la Torre del Homenaje, una de las más altas de las fortalezas de la provincia.

El estado de conservación es lo que más destacan sus visitantes, como Janique Wienk y Dideric Lock. Antes de asomarse a través de un contorno de almenas, Lock explica: "Se siente el influjo de la historia y el poder que debían tener desde aquí". Esta pareja de holandeses también había visitado alguna fortificación en Granada. Para el danés Oliver Stilling, con la piel rosada por un sol de justicia y un sinfín de peldaños, la fortaleza es incluso "demasiado perfecta", comparada con alguna de Jordania. Ingrid Smuling y Arthur Koedam, procedentes de Holanda, descansan en el patio de la capilla. Ambos valoran la capacidad para construir algo así tantos siglos atrás y la libertad para recorrer el castillo: "Mejor ir sólo, sin guía, es un lugar para tener tus propias fantasías, aunque le falta una cafetería en la que tomar una cerveza, por ejemplo", subraya Koedman.

A pesar de que lleva años restaurado, el Castillo de Almodóvar no aterrizó de forma estable en el mercado turístico hasta octubre de 2001. Antes, cualquier visitante debía abandonarse al azar de un guarda encargado que abría la puerta de la fortaleza a quien apareciese por allí. José María Cabrera, gerente del complejo, destaca que en los últimos años han sido tematizadas siete de las ocho torres, con maniquíes que emulaban a prisioneros y nobles, han aflorado paneles informativos, una tienda o un pequeño museo que guarda dos mil años de historia en grabados, monedas o piezas arqueológicas. "En 2002 recibió 31.900 visitas y en 2003 esperamos llegar a las 45.000 o 50.000", vaticina Cabrera, quien a pesar del calor, asegura que la afluencia crece en agosto.

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Aunque algunos visitantes prefieren la quietud y el abandono a sus fantasías, a partir de septiembre el castillo afrontará una mayor diversificación, con animadores vestidos de época, juegos, comidas empresariales o cenas teatralizadas. Es decir, una especie de parque temático medieval. Cabrera incluso barrunta la idea de un festival con la vista puesta en llenar el patio de armas con la guitarra de Vicente Amigo o el taconeo de Sara Baras. No serían los primeros artistas encuadrados entre las almenas del castillo. El celuloide llevó a Ava Gadner a esta fortaleza hace décadas.

El Castillo de Almodóvar es uno de los más importantes del sur peninsular. Desde que fue uno de los puntos del triángulo defensivo de Córdoba, a 20 kilómetros y visible desde sus torres, esta fortaleza se abandona ahora, lejos de los tiempos de guerra, a la imaginación de sus visitantes. Teresa Moreno, en la recepción, explica entre bromas que los turistas reclaman escaleras mecánicas y aire acondicionado, pero eso sería superar las ilusiones medievales.

Otros castillos: medieval en Cortegana (Huelva), renacentistas en Vélez Blanco (Almería) y La Calahorra (Granada), gótico en El Puerto de Santa María (Cádiz) o con defensas romanas y árabes en Carmona (Sevilla).

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