Espacio-tiempo en el Turó Park
Rincón de los magnolios, principio de la década de 1950: con Mauri, un año y medio menor que yo, jugamos a indios. En el parterre central se refugia una división del ejército federal aterrorizada por nuestras correrías. Una hoja caída de magnolio es, por gracia de la imaginación materna, la indispensable pluma de piel roja. A la sombra de los magnolios un año más tarde. un señor sentado en una silla de alquiler tiene la cabeza echada hacia atrás, los ojos en blanco y la boca llena de espuma... Aviso al mundo adulto y se lo llevan en volandas con silla y todo. ¿Se ha muerto, mamá? Un par de años después, en el mismo lugar: se alquilan bicicletas con sidecar para dar vueltas al parterre. Mauri se niega a ir siempre de paquete en la carrera de cuádrigas. Cada vez que pasamos por delante de la tribuna presidencial suena un ¡Mamá, mírame! (fundamental exclamación humana como ya observara Félix de Azúa en una de sus añoradas columnas). A 30 metros de allí, allá por 1960: un grupo escultural de bronce parece querer saltar de entre los arbustos que marcan el contorno del parque. Es una cuádriga con dos caballos quasidesbocados. ¿Un homenaje a nuestras antiguas proezas? A un lado, en el seto, hay una abertura que no ha diseñado Rubió i Tudurí. Por allí nos colamos a un mundo prohibido, privado, secreto. Si uno elige las visuales con cuidado, se impone la ilusión de que estamos perdidos en la jungla. Los gatos son jaguares, la parte posterior de la escultura es el vestigio de una antigua civilización y la herramienta olvidada por el jardinero es el rastro reciente de alguien que nos precede en la búsqueda del tesoro. Mediodía de julio, 43 años más tarde en este mismo lugar: todo sigue en su sitio. Las plumas siguen creciendo en los árboles y el seto sigue abierto por el mismo punto exacto. Me asomo y tres niños me advierten con la mirada de que estoy a punto de profanar territorio sagrado.
Es el año 1961 y jugamos en el parque de Moragas a 100 metros de casa. Se ha inaugurado una escultura y las autoridades se marchan caminando en grupo. ¿Adónde van ahora? Cambiamos de juego y seguimos intrigados a la comitiva. Así, llegamos al lago ovalado del Turó Park, donde ¡se inaugura otra escultura! Es una figura femenina inquietante. Un total de 20 años más tarde en el mismo rincón: primera cita con Alicia. Es artista y ha accedido a dibujar un enorme y melancólico tilo a cuatro manos. Por si la idea del dibujo falla, llevo en el bolsillo Lo bello y lo siniestro, de Kant. Otros 17 años después, también con Alicia, en el mismo lugar, es de noche: ya no estamos juntos pero hemos compartido nueve años estupendos. Me acabo de tropezar con ella y Bihuox, la perra con la mirada más triste de Europa. A esa hora en el parque no hay niños ni parejas, sino gran diversidad de perros paseando a una gran variedad de dueños. La conversación es fácil para unos y otros. Si me dejan, explico la tierna historia de Bihuox, que logró escapar de su primer amo, maltratador doméstico, para adoptar a su amantísima Alicia. ¿Te acuerdas del tilo? Mismo lugar en noviembre de 2002. Paseo en torno al lago ovalado con Simone y Diego, de tres meses de edad, un modo aleatorio de dar a conocer al recién llegado. Mediodía de julio de 2003, mismo rincón: al pasar junto a la escultura de la figura femenina, me entero con 42 años de retraso: La Ben Plantada, de Eloïsa Cerdan, traída al parque en 1961". El tilo parece estar en las últimas... tengo una foto de la década de 1930 en la que aparecen los abuelos paternos muy serios junto a un desconocido y mi padre, muy joven, luciendo un cuarto de sonrisa. Diría que la foto fue tomada aquí, en el Turó Park. En las fotos antiguas siempre hay alguien que nadie sabe quién es.
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