"Yo tengo un sueño"
En un texto que recoge sus más íntimos deseos, el músico se ve a sí mismo como el delegado israelí que negocia un tratado de paz con los palestinos, representados por Edward W. Said.
Desde que conoció al intelectual palestino-estadounidense Edward W. Said en un hotel de Londres en 1995, el músico judío-argentino Daniel Barenboim adquirió un compromiso especial con la causa palestina, lo que le ha generado importantes animadversiones entre algunos de los dirigentes israelíes y parte de la sociedad de Israel.
En abril del año pasado, en el transcurso de la Operación Muro Defensivo, no sólo las autoridades israelíes le prohibieron la entrada en los territorios palestinos, sino que el propio primer ministro Ariel Sharon arremetió duramente contra él. Además, cuando cenaba en un restaurante de la ciudad vieja un grupo de judíos ultranacionalistas le llamó "traidor" e incluso se produjo un conato de agresión, que fue afrontado con valentía por su mujer, Elena. Pero todo esto no hizo sino aumentar su determinación por aportar algo a la solución del conflicto.
Daniel Barenboim presentará el próximo lunes en Sevilla el taller de música de la orquesta West-Eastern Divan
La de ayer fue la cuarta visita de Daniel Barenboim a Ramala. En una de ellas, Barenboim celebró un concierto en la Universidad de Bir Zeit; en otra, ofreció una lección magistral de piano para los alumnos del Conservatorio Nacional de Música palestino. Su tercera visita tuvo motivos exclusivamente personales. Barenboim viajó para reunirse con otro de sus amigos, el médico Mustafá Barguti, uno de los principales líderes de la -hasta el comienzo de la Intifada- incipiente sociedad civil. Bargut está asociado con Edward W. Said en lo que se conoce como la Iniciativa Nacional Palestina.
En el verano de hace dos años, el músico provocó en Israel una auténtica tempestad cuando dirigió en Jerusalén, al frente de la orquesta Staastkapelle, una obra de un compositor maldito para la comunidad judía, Richard Wagner, al que se le acusa de ser uno de los máximos representantes del antisemitismo y músico preferido de Hitler. Después de solicitar a los 3.000 espectadores, que abarrotaban el International Convention Center de Jerusalén, que optasen por permanecer en la sala o salir de ella, Barenboim dirigió la obertura de la ópera Tristán e Isolda, rompiendo así un tabú de más de cincuenta años, en los que Wagner estuvo vetado en Israel.
El que lo crucificó entonces fue el alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert, quien insinuó que no le permitiría volver actuar en la ciudad, aunque poco después se retractó. También, algunos diputados israelíes pidieron declararle persona non grata. Barenboim, que considera a Wagner un auténtico revolucionario musical, aseguró entonces que la negación a interpretar a Wagner supondría una victoria de Hitler. "Respeto a los que no quieren escuchar a Wagner, pero no interpretarlo después de la manipulación que le hicieron los nazis es darle una victoria más a Hitler".
Pero quizás el texto más interesante en el que el músico explica su particular visión de paz para Oriente Próximo, que difiere bastante de la expresada por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, es una pieza titulada Yo tengo un sueño, que forma parte del diario que se encuentra en su propia página en Internet (www.daniel-barenboim.com). En Yo tengo un sueño, el propio Barenboim se ve a sí mismo como el delegado israelí que negocia un tratado de paz con los palestinos, quienes a su vez están representados por Edward W. Said, con el que tiene publicado un libro de diálogos.
Barenboim, que compara este soñado tratado de paz con una gran sinfonía, describe un escenario en el que los pueblos de Israel y Palestina conviven en paz y armonía, disfrutando de los mismos derechos y compartiendo una misma capital, Jerusalén.
El pianista presentará en Sevilla, el próximo lunes, el taller de música de la orquesta West-Eastern Divan, un proyecto creado en 1999 por él mismo y Said, cuyo objetivo es el acercamiento de jóvenes árabes y judíos a través de la música y que tiene su sede actualmente en la capital andaluza. La Divan ha tenido anteriormente dos sedes, en la ciudad alemana de Weimar y Chicago. La elección de Sevilla fue explicada por Said por el hecho de que "Andalucía es el lugar donde todos los árabes pueden sentir una mayor afinidad. Es el lugar de Europa, en el que permanecieron más tiempo y tuvieron una importante presencia cultural, artística e intelectual. Esta orquesta ofrece becas a músicos sin recursos. Fue precisamente por este proyecto por el que Barenboim y Said compartieron el año pasado el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
En octubre de 2002, en Oviedo, los dos premiados se mostraron convencidos de que el problema en Oriente Próximo no se solucionará hasta que "Israel reconozco la injustica cometida en Palestina, hasta que los palestinos puedan llevar una vida normal, una vida como la que paradójicamente pedían los judíos antes de 1948, cuando se creó el Estado de Israel".
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