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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Traición a la veneciana: una ópera para fumadores en el Cuartel del Conde Duque

Hay muchas cosas que se pueden hacer "a la veneciana": cocinar el hígado con abundante cebolla, decorar una habitación con motivos chinos en dorado, cantar conservando el equilibrio en una góndola o traicionar al mejor amigo. Esto último nunca ha pasado de moda, y Shakespeare lo sabía y lo utilizó de manera sabia en su drama teatral La tragedia de Otello, el moro de Venecia. Sobre este argumento tenido por clásico e indestructible Verdi escribió una de sus grandes óperas y fue estrenada en la Scala de Milán en 1887. Hasta hoy, nunca ha dejado de representarse y sigue emocionando a pesar de que a veces la traición no está sólo en el argumento, sino en los productores y los intérpretes del espectáculo.

La programación veraniega de los Veranos de la Villa este año se ha hecho más ambiciosa y amplia, y como prólogo a todo un mes de agosto entregado a la danza en todos sus estilos y vertientes, ha presentado este Otello (que hoy tiene su última función) una alambicada producción dirigida musicalmente por Pascual Osa, con direccion escénica de Andrés Novo y la participación de la Orquesta Filarmónica de España y los coros Orfeón Filarmónico y Eurolírica.

Hay que decir que Otello es por sus características dramatúr-gicas y estructurales una de las más complejas de representar y que requiere en sus solistas peso y poso. Poco de esto se vio en el patio del Cuartel del Conde Duque donde Sergio de Salas como Yago, Daniel Muñoz como Otello, Javier Agulló como Cassio y Montserrat Obeso Villaverde como Desdémona deslucieron unos caracteres hoy tenidos como grandes clásicos del género. Fue acaso Obeso la única que en apenas dos momentos se sobrepuso a una latente mediocridad que recorrió toda la velada. Pero la ópera en sí misma tiene tal encanto y poder que muchas de las gentes que llenaban el aforo aguantaron estoicamente la más de tres horas de representación y aplaudió entusiasmada al final. Desdémona (una chica de abundantes rizos y vestida de inocente color blanco) es una víctima doble y así la cantante nos lo hizo sentir. De los elementos plásticos de la producción poco positivo se puede decir. Unas confusas luces coloristas que frecuentemente dejaban en sombra a los solistas y una amplificación que convertía a veces las voces en un sonido torturante no pueden ser calificados de otra manera que de traición a Verdi y al recuerdo del vengativo y celoso moro. Algo inexplicable e intolerable es que se permita fumar dentro del recinto de la representación aunque sea al aire libre, lo que provocó airadas protestas del público en uno y otro sentido.

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