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LA CRÓNICA
Columna
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Ábalos confirma que todo puede empeorar

Más de 400 militantes del PSPV se reunieron en Valencia la noche del jueves pasado en una cena de solidaridad con el vicesecretario general, José Luis Abalos, agraviado por no haber sido designado portavoz de este grupo político en la Diputación Provincial, no obstante el compromiso adquirido en este sentido por el máximo dirigente, Joan Ignasi Pla. Tanto el protagonista del ágape como no pocos responsables del partido han tratado de desactivar el significado de este episodio, reduciéndolo a poco más que una reunión de amigos sin ánimo crítico o insurgente. O sea, un soparet estival ajeno a cualquier maniobra conspirativa. Una interpretación benigna y probablemente adecuada que no desmiente otras lecturas.

Por lo pronto, a nosotros se nos antoja un capítulo más de esta historia tan interminable como jocosa que encierra los últimos años del socialismo valenciano, y que bien hubiera podido ser materia prima para el genial Goscinny, el padre de Astèrix. Una banda fragmentada de sociatas dándose de bruces entre ellos mismos, como aquellas desternillantes legiones romanas de las Galias que sumaban tantas batallas como estrepitosos fracasos. ¿Qué otra cosa pueden pensar los simpatizantes y electores potenciales acerca de estos despliegues favorables a un líder, que por fuerza han de juzgarse despegados del otro, necesitado como nunca de lealtad y cuido? Mírese por donde se quiera, estos saraos partidarios no benefician a Pla ni al partido.

Esto en lo que concierne a los observadores ajenos a la disciplina que comporta el compromiso. Los militantes desligados de Ábalos y de su desventura han de ser presa del estupor, además del sonrojo, cuando consideran la personalidad del agraviado y su trayectoria en el seno del PSPV. No viene a cuento, para no recrearnos en la maldad, evocar su turbio tránsito turístico -digámoslo así- por el programa Norte-Sur y la fundación Fiadelso, o su más reciente idilio con los denominados "balbases", sus patrocinadores para liderar el PSPV en el último congreso. Él no los llamó, seguramente, pero lo innegable es que por él apostaron con un énfasis que rozó el descaro. Y digamos, en fin, que no pierde la portavocía de la Diputación por una decisión arbitraria, sino por la presión o reclamación de los miembros del grupo, que se conocen la capacidad y sobre todo laboriosidad del sujeto. En fin, que Pla acertó cuando rectificó.

A lo expuesto hay que añadir que esta cena amistosa, pero políticamente desquiciada, viene a ser la guinda a una serie de rebeliones internas resueltas traumáticamente y que, en su conjunto, no son otra cosa que motivo de regocijo para el PP y expresión de la falta de musculatura de la izquierda -en este caso del PSPV-, que señalaba un comentarista en estas mismas páginas. De musculatura y también de trellat, pues a estas alturas y después de todo lo llovido Ábalos y su muchachada debieran estar mucho más sensibilizados y ser consecuentes con el descrédito social en el que yace su partido, cada día más desahuciado como alternativa real de gobierno. Sólo le faltaba esta suerte de aquelarres fomentadores de la confusión interna y del desánimo externo.

En su descargo, el agraviado Ábalos alega que únicamente aspiraba al "afecto" y el "apoyo de la base", sin la concurrencia de los dirigentes, cuya comparecencia en el evento dice haber declinado. Pues bien, sin cuestionar la buena fe de las aludidas bases, la verdad es que no apostaríamos un céntimo por su lucidez política. Y en punto a los dirigentes, incluidos aquéllos que le eran feudatarios hasta la misma víspera, ya ha comprobado que no están por la labor y buscan otros patrocinios. Por más que relativice estos hechos, el vicesecretario ha de percibir la soledad a que le ha abocado esta comilona, cuya indigestión puede convertirle en un cadáver político. ¿O acaso espera que Madrid le envíe otro comando para enmendarle el error? Eso le faltaba a José Blanco, secretario federal de Organización.

Con todo y lo dicho, no se puede negar que nuestro personaje ha tenido esta semana su hora de gloria, con la que no creemos que haya contribuido a ganar la sociedad para la causa socialista, como postula. Pero que no insista y confirme de nuevo que en su partido la paz es imposible y todo puede empeorar.

TUTELAS QUE AGOBIAN

Resulta obvio que el ex molt honorable y hoy ministro Eduardo Zaplana es un político de largo recorrido y fina pituitaria, por más que le pese a sus críticos. Esto conlleva saber administrar los tiempos y las presiones. Y también juzgar con realismo cuándo puede estar equivocado. Como lo está ahora, a nuestro entender, con su persistente omnipresencia en los asuntos del gobierno autonómico. Por grande que sea su carisma, ni el País ni el partido que preside son patrimonio suyo para que nos tutele hasta el agobio. Concédanos una oportunidad, caray.

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