Graham recobra el humor
"Fue una simple bajada de tensión, nada del corazón", dice la australiana tras su colapso en el podio
El mal sueño ya ha pasado y Elka Graham vuelve a sonreír. Lo hizo ayer, cargada de buen humor, incluso dicharachera, menos de 24 horas después de protagonizar el gran susto de los campeonatos. En la noche del jueves, en el podio, con la medalla de plata al cuello y la mascota de los Mundiales abrazada, Graham vio como el Sant Jordi daba vueltas. Se le nubló la vista y, poco a poco, mientras la estadounidense Lindsay Benko se esforzaba en sostenerla, se desplomó. Era su tercer desmayo en un mes y las alarmas se desataron. Las dudas sobre el estado de salud de la nadadora australiana, aquejada de una cardiopatía congénita que a punto estuvo de dejarla fuera de los Mundiales, se dispararon de nuevo.
"Con este susto, a mi madre le he quitado diez años, pero si no llego a venir habrían sido 20"
La incertidumbre duró lo que Greg Hodge, jefe de la delegación australiana, tardó en anunciar que una bajada de tensión había sido la causante del desmayo. "Me encuentro muy bien, perfectamente bien", dijo ayer la australiana, en la sala de prensa del Sant Jordi. "Fue una simple bajada de tensión, nada que ver con el corazón", aclaró. Sorprendida aún por la repercusión que ha tenido su desmayo, por encontrar su foto en las páginas web de todo el mundo, -"una amiga me envió un mensaje para decirme que era una maleducada porque no sabía comportarme en el podio", bromeó-, a Graham se la veía ansiosa por dejar claro que su corazón está en perfecto estado. Sabe que tiene un malformación congénita, que su corazón "late de modo diferente" a los demás, pero también que eso no la inutiliza para la natación. Eso dice ella y, al parecer, también los informes médicos que no han parado de sucederse desde que tuvo el primer colapso, hace algo más de tres semanas, en Australia. "Ni siquiera tengo que seguir un tratamiento especial", señaló; "basta con que cumpla una rutina que mi cuerpo necesita para estar en perfectas condiciones". Esa rutina implica que cuando la carrera acaba para todas, para ella debe continuar. Estiramientos, líquidos, azúcar y tiempo para que la tensión vuelva a sus parámetros normales. Justamente, lo que no tuvo el jueves, cuando, tras lograr la plata en el 4x200, tuvo que subir corriendo al podio. "Nadie me obligó a hacerlo; tengo 21 años y tomo mis propias decisiones", aseguró ante las críticas de la prensa australiana. "Pero ni sabía que me iba a suceder eso, ni quería perderme mi segunda ceremonia, después de llegar tarde a la del 4x100 por el control antidopaje".
Acompañada de su madre -"con este susto le he quitado 10 años de vida, pero si no llego a venir, habrían sido 20"-, Graham, con dos medallas y su participación acabada, se dedicará ahora a animar a sus compañeros aussies. Después, volará a Australia para, del 2 al 5 de agosto, competir en Hobarth. Ha recuperado la sonrisa, por lo que parece también la salud y del cardiólogo no quiere saber nada hasta septiembre.
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