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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Polvo de estrellas

Esos "chicos" han vuelto a actuar, esta vez con un balance macabro de heridos. Siguen ahí, aunque quisiera evitar las especulaciones sobre su fuerza actual. Y mientras sigan ahí, condicionarán nuestra vida política y la personal nuestra de cada día. Les aseguro que no tenía intención de hablar de ellos y que sólo lo hago movido por su tétrica actuación del miércoles, pero, un poco al hilo de lo que sí quería hablarles, me voy a permitir un pequeño excursus. Les decía que me resisto a hacer elucubraciones de su actual poderío, y si no las hago no es simplemente porque no quiera hablar a voleo. Esto último salía gratis hace ya algunos años, y la creencia en la mayor o menor fortaleza de ETA dependía de mitomanías particulares. Quiero decir que hubo un tiempo en que el estado de forma terrorista condicionaba, sin duda, nuestra vida ordinaria, pero no tanto nuestra vida política. Estábamos ellos y los demás, y lo que se trataba era de acabar con ellos: su nivel de fortaleza no modificaba esa relación. En la medida en que fueran más débiles el problema se acercaba a su solución ,y había expertos, sobre todo policiales, que sabían interpretar con precisión el dinamómetro del terror. Simple cuestión de fuerzas.

Hoy las cosas no son tan sencillas. Pueda ser que ETA esté más débil que nunca, pero en su debilidad actual ha venido a adquirir contornos propios de un misterio teológico, algo que nunca fue. Y también intentaré explicarme ahora. Si antaño, cuando éramos ellos y los demás, su debilidad era directamente proporcional a su capacidad de condicionar la vida política, su plausible debilidad actual está determinando, por el contrario, todos los movimientos partidistas generadores de una inestabilidad cada vez más crítica, hasta el extremo de que, paradójicamente, sería una ETA débil la que estaría poniendo en cuestión nuestra Autonomía y no la ETA fuerte que antaño conocimos. De ahí mi renuencia a especular sobre el poderío de una organización terrorista con una debilidad tan omnipotente que resulta fantasmal.

Siguen ahí, pues. Y para la percepción ciudadana su fuerza real, sea cual sea, se vive distorsionada debido a sus efectos. El ciudadano vive con estupor inmerso en una algarabía política cuyas razones se le escapan. Si a menos ETA mayor debiera ser la normalización, él percibe lo contrario y no ve proporción alguna entre los argumentos que se le exponen y los efectos que se derivan. Si el argumento principal es la lucha contra el terror, el efervescente escenario político parece desmentirlo con la palmaria exhibición de otros objetivos en un debate político cada vez más abstruso e incomprensible. De este modo, el ciudadano se convierte en espectador de un esperpento macabro, en desmovilizada oveja que balará ante quien le ofrezca una edulcorada receta de salvación, aunque ésta conduzca al desastre. Y en este sentido, las propuestas del Gobierno vasco tienen clara ventaja sobre las que se están sugiriendo desde el Gobierno central o desde sus aledaños. Aquellas se presentan como fórmulas novedosas de futuro, mientras que éstas miran al pasado, un pasado aún cercano y de recuerdo desapacible para la ciudadanía vasca. Ante la propuesta de Ibarretxe un ciudadano puede pensar: bien, veamos si así se soluciona esto. Ante el discurso actual de Mayor Oreja, en cambio, sólo puede pensar en el eterno retorno de lo mismo, convencido de que eso ya lo ha vivido y de que su destino es que las cosas queden como están.

Bueno, "esos chicos" me habían desviado de mi camino y me han echado a perder el artículo que quería escribir, pero por fin retomo la senda, aunque vaya a ser cortita. Porque las estrellas de las que iba a hablar no eran ellos, sino dos de nuestras vacas sagradas. Y el polvo son sus palabras, pues yo no entiendo muy bien lo que quiere decir Mayor Oreja cuando afirma que "el debilitamiento de ETA trae su sustitución por el nacionalismo gobernante". ¿Acaso que el Gobierno vasco va a coger las armas? ¿Trata de equiparar violencia política y proyecto político, por deleznable que éste sea, desviando de esta forma los objetivos políticos proclamados en una auténtica ceremonia de la confusión? Y polvo son también las palabras de Xabier Arzalluz en su entrevista dominical de este periódico. Las propuestas de su partido siempre son generosas, ellos siempre ceden. No es de extrañar que así sea, dado que su verdadero objetivo lo sitúan en la segunda venida de Cristo, y en ese proceso infinito ellos siempre actuarán de humildes. Darán pasos. Lo que quizá debiera preguntarse el señor Arzalluz es cuántos muertos costará cada paso, y entre la delirante parusía que guía su actuación política y la vida humana, por cuál de las dos optan.

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