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Columna
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Estadísticas

Es curiosa la afición que algunos políticos demuestran por aquella boutade de Winston Churchill: "Sólo me fío de las estadísticas que he manipulado". Sin duda, las cifras tienen un prestigio notable para la opinión pública, ante la cual funcionan a modo de balizas en la navegación de las agitadas aguas de la realidad social. La tentación del gobernante, en lugar de actuar sobre los hechos para que cambien, consiste a menudo en modificar las referencias para que el ciudadano se despiste. Son muchos los ejemplos de esa práctica, pero la última semana hemos conocido dos bastante graves. Un sociólogo de la Universidad de Alicante, Carlos Gómez, ha revelado en un estudio sobre la situación sociolaboral de los extranjeros que las estadísticas de accidentes en el trabajo excluyen a los inmigrantes sin papeles. De 37 muertes registradas por accidente laboral en la provincia de Alicante el año pasado, se obviaron 13 porque correspondían a personas cuya doble explotación las hacía invisibles para la ley y para la estadística. Por otra parte, el delegado del Gobierno, Juan Cotino, aseguraba el jueves que los delitos han descendido un 10,9% en el conjunto del territorio valenciano durante los seis primeros meses de este año. La información, escueta, se daba en porcentajes, prescindía de cifras para cotejarlas con las anteriores y, más aún, obligaba a Cotino a negar explícitamente cualquier dato concreto. Tal vez porque los números no cuadran, como demostraron los socialistas al comparar las denuncias acumuladas el primer semestre en las comisarías de la ciudad de Valencia con las del mismo periodo de 2002. Según esas cuentas, 57.392 delitos frente a 49.813, no sólo no ha habido un descenso del 29%, como sostienen los populares, sino que el incremento se acerca al 15%. Cuando escasean las noticias, los periodistas solemos echar mano de las estadísticas. A veces ilustran mejor que nada cómo van las cosas donde hay problemas. Amarrados a unos porcentajes que son incapaces de demostrar o ciegos a lo que no quieren contar, ciertos políticos las convierten en papel mojado. Pero la verdad sigue ahí afuera, ajena a la contabilidad.

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