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Reportaje:

Una final al servicio de Olaizola

El Manomanista se decide hoy con un mes de retraso y con Patxi Ruiz discriminado

La txapela de campeón del Manomanista, el más alto honor al que puede aspirar un pelotari, tiene este año grabado un nombre: Aimar Olaizola. Él ha sido el mejor, no sólo en este campeonato sino también en el global del último año. Pero hay un inconveniente. Olaizola no ha jugado todavía la final. Debe enfrentarse esta tarde en el Atano III de San Sebastián a Patxi Ruiz, la víctima en todos los sentidos.

Este año, el de la supuesta regeneración de la pelota, el de la cacareada modernización, el de la revolución ficticia en los despachos y el entorno de la pelota, sigue con los viejos problemas. Error tras error, se ha perdido credibilidad hasta tal punto que Olaizola, incluso en el caso de que gane merecidamente la txapela, tendrá que cargar a sus espaldas con la coletilla de "desvirtuada". No por culpa del delantero navarro, sino porque la organización del Manomanista ha fracasado. En la repartición de responsabilidades, entra incluso el ex campeón Julián Retegui, ahora dedicado a la dirección deportiva.

El reglamento no se ha acatado, el partido se ha retrasado y nadie habla de lo deportivo

El nuevo sistema de competición ha conllevado un calendario exigente, que ha dejado tocado sobre todo a Olaizola. Su lesión en el brazo derecho ha influido tanto que abandonó en el partido decisivo antes de la final. Él ya tenía el pase asegurado, pero su retirada ante Patxi Ruiz supuso de rebote la clasificación de éste. Un malintencionado diría que Olaizola eligió rival. Fuera ha quedado Beloki, el triunfador del Mano Parejas, de vuelta al más alto nivel, aunque ha quedado apeado por culpa de los finales apretados. Abel Barriola, el actual campeón del Manomanista, ha vivido un claro retroceso tras su irrupción arrolladora el año pasado.

La novedad este año es que no hay novedad. Que el reglamento ha servido para no acatarlo y que se han aplazado partidos de manera discrecional. Si no, Olaizola no habría jugado la final. El resultado ha sido un monumental enfado de Patxi Ruiz, perjudicado en todos los sentidos. En lo deportivo, porque ha debido entrenarse y entrenarse, hasta pasarse de forma, según aduce él. Está tan disconforme que no le gusta ni el material. También ha perdido en lo económico, porque al seguir preparando la final no ha podido presentarse al torneo de San Fermín; es decir, no ha podido rentabilizar su éxito.

Antes de la final, se habla menos de las cualidades de los dos pelotaris -de la inteligencia de Olaizola o del saque de Patxi Ruiz- que de todo lo que ha rodeado su organización. El debate deportivo no existe porque, en estas condiciones, la mayoría de los aficionados no tienen duda de para quién está diseñada la txapela. De cada diez apuestas, siete se inclinan por Aimar Olaizola.

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