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Sánchez-Ostiz dice que el escritor tiene que "reinventarse cada cierto tiempo"

Maribel Marín Yarza

Al escritor Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) le pareció "indescifrable el tema que le habían impuesto para armar el guión de la conferencia que ayer pronunció en los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco en San Sebastián: Algunas soluciones para poder seguir contando. Pero le sirvió de cajón de sastre para dibujar un panorama literario deslucido por las modas, los juegos del mercado y los medios de comunicación, y hacer trizas cualquier visión romántica que su audiencia pudiera tener sobre el oficio de escritor. En todo caso, dio una solución a los futuros profesionales para escapar de esa realidad y de sí mismos: "El escritor tiene que reinventarse cada cierto tiempo".

Sánchez- Ostiz se presentó ante los alumnos del curso Idazketaren esperientzia: Intuizioak eta Irtenbideak (La experiencia del escritor. Intenciones y salidas), con un discurso crítico, asentado sobre la ironía, el cinismo y el autoanálisis. Comenzó con sutilezas: "No puedo dejar de ver este oficio como un asunto de robinsones, con su poco de naufragio, y su bastante de tesón y empecinamiento". Pero a los pocos segundos pasaba de la descripción metafórica a la denuncia. "No me creo ninguna de esas rimbombancias de mucho lucimiento del tipo: 'Yo si no escribo, me mato', 'Escribo para vencer a la muerte' o 'Escribo para no volverme loco'. Son "enormidades para figurar en los reclamos mediáticos", dijo.

Esta fue la primera vez que el escritor, autor de El corazón de la niebla, Las pirañas, o La flecha del miedo, entre otros títulos, mencionó dos asuntos que le exasperan y que desarrolló a lo largo de su intervención: las cesiones de los escritores, que acaban de ser infieles a sí mismos por "encandilar a la clientela", y "las trapisondas de los poderosos medios de comunicación que construyen famas, carreras y biografías incluso, con las que echar a andar, aunque lo que se escriba sea basura, una estafa".

'Robinson Crusoe'

Son, para Sánchez- Ostiz, dos realidades que en nada ayudan a quienes se dedican a un oficio de por sí difícil. Él lo comparó metafóricamente con el libro Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. "Un escritor puede naufragar, y no ya en el piélago del éxito sino en su propio mundo literario, que se cierra sobre él como si fuera una poza de arenas movedizas y lo ahoga. Puede naufragar en su propia vida". No lanzó esta reflexión de forma gratuíta, lo dijo por experiencia, porque lo ha vivido, porque ha tenido que cambiar de escenario -viajó a la isla de Juan Fernández en el Pacífico Sur- para repensarse. "No hay que acomodarse, hay que ser lo menos convencional posible", arengó a su audiencia. "No hay que dejarse arrastrar ni por las modas ni por los ruidos mediáticos", porque, "no cabe escribir como no somos ni cambiar el lenguaje que nos es más propio". Al escritor le llega un momentó, advirtió, "en que tiene que volver a inventarse".

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