La violencia de género
Mucho se ha escrito, dicho y publicado sobre este tema, una realidad conocida por todos y asumida dentro de la consideración machista de esta España. Múltiples son las armas que han puesto voz a esa violencia, inútil como toda violencia, y ha sido la mujer casi siempre la que ha perdido en el desigual encuentro, mientras la sociedad mira pudorosa o sibilina hacia otro lado.
Es muy cierto que la falta de formación de una gran parte de la población femenina colabora en gran medida a este tipo de situaciones; es, aunque doloroso, necesario reconocer que muchas veces es la propia familia de la víctima la que la obliga a soportar, en pro de falsas matizaciones de la convivencia y de mucho de egoísmo, esos maltratos que en ocasiones estaría mal visto asumir.
A nadie escapa y todos o la gran mayoría hemos de reconocer que en las disputas matrimoniales, la primera de la que se espera una actitud de renuncia es de la mujer; por los hijos, por el qué dirán, porque si no... de qué vas a vivir...
A diario, en bares, oficinas y allá donde el macho se siente protegido, los comentarios hacía el sexo llamado débil son mejor recibidos, en tanto en cuanto más lo humille y minimice y no suele haber muchos valientes que se arriesguen a ir contracorriente. Hoy por hoy, aunque duela, hemos de plantearnos que el tejido civil de nuestra nación no está, y me temo que tardará en estarlo, sensibilizado por estos abusos a una protagonista a la que se sigue considerando llamada a ser el descanso del guerrero y la madre de sus hijos.
Miedo me da pensar si hoy mismo no habrá más de uno que tras golpear, mancillar e insultar a su mujer, o "compañera", no rubricará su faena con un "y agradece que no te mato...".
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