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Una exposición revisa en San Sebastián la pasión de Zuloaga por los toros

El Museo de San Telmo exhibe 19 pinturas, dos películas inéditas y mantones de Manila

Maribel Marín Yarza

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Ignacio Zuloaga (Eibar, 1870-Madrid, 1945) supo conciliar su vocación, la pintura, con una de sus grandes pasiones, el mundo de los toros, y fundirlas en un arte único y personal no explorado en profundidad, a juicio de sus familiares. Hasta ahora. El Museo San Telmo de San Sebastián inaugura hoy Zuloaga desde la barrera. Pintore baten pasioa, una exposición que reúne 19 de sus retratos taurinos y saca a luz dos películas inéditas.

Ignacio Zuloaga fue un artista de vocación. Desde muy joven tuvo claro que dedicaría su vida a la pintura, pero a punto estuvo de dejarse atrapar por el mundo del toreo que terminó por cautivarle durante las largas temporadas que pasó en Sevilla entre 1893 y 1898. Para entonces ya había estudiado a los maestros del Museo del Prado y estudiado en Roma y en París, pero su obra apenas era conocida y las satisfacciones más inmediatas le llegaban de las tertulias taurinas, las guitarras y la vida bohemia. De hecho, Zuloaga quiso pasar de ser un mero espectador a convertirse en protagonista de este mundillo. Acudió a la escuela impulsada por el diestro sevillano Manuel Carmona y bajó a las plazas. Se dice que llegó a matar a 17 toros en corridas de pueblos. El decimoctavo le causó una herida que le obligó a dejar el ruedo momentáneamente en 1898.

Zuloaga se trasladó entonces a Segovia, donde vivía el ceramista Daniel Zuloaga, hermanastro de su padre. Allí realizó unos lienzos con los que logró un reconocimiento internacional. Sólo entonces comprendió que la paleta y el pincel le darían más gloria que la muleta y la espada, como escribió Mariano Gómez de Caso Estrada y ahora aparece recogido en el catálogo de la muestra. "Si no hubiese sido un buen pintor habría sido un mal torero", reconoció en una ocasión.

Pero Zuloaga no renunció a vivir, sentir y transmitir su afición taurina. Se sirvió de la pintura para esta faena, como puede verse en las 19 pinturas reunidas en la exposición que se inaugura hoy en el Museo San Telmo de San Sebastián. "Mi abuelo pintó estos y muchísimos más retratos de este ambiente taurino tan entrañable y sincero", explicó ayer María Rosa Suárez-Zuloaga, nieta del artista y responsable del museo de Zumaia que lleva su nombre. Algunos, de personajes de renombre como Juan Belmonte o Manuel Rodríguez, Manolete, cuyo dibujo inacabado, inconcluso por la muerte del pintor preside la muestra. Pero el artista también retrató a toreros apenas conocidos y manolas. "Lo que le gustaba a Zuloaga era la humanidad de cada personaje", confesó su nieta.

Una afición en su contexto

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Zuloaga desde la barrera. Pintore baten pasioa (La pasión de un pintor) es más que una mera exposición de pintura. Es la plasmación de una afición en todo su contexto. De las paredes de la sala, decorada con geranios, cuelgan los mantones de Manila que el artista pintó en sus obras y su mujer conservó. Pero también abanicos, trajes de luces, fotografías de Zuloaga en plena lídia e incluso un cartel de 1897 con su nombre en primer plano: "Con el correspondiente permiso de la autoridad y si el tiempo lo permite se verificará el sábado 17 de abril 1897 una magnífica corrida de cuatro novillos (...). Matadores: Manuel Domínguez e Ignacio Zuloaga, El Pintor".

La exposición, que se prolongará hasta el 31 de agosto, ofrece también dos testimonios audiovisuales -Secuencias taurinas y Zumaya. Becerrada benéfica con la participación de Belmonte del 25 de agosto de 1924- de la pasión del artista por los toros, convertidos a un tiempo en documento gráfico de la época y los personajes. Figuras como el escritor Valle-Inclán aparecen por sorpresa en estas películas inéditas.

No es la primera vez que puede analizarse en profundidad la pintura taurina de Zuloaga, porque esta exposición -que se complementará con charlas, conciertos y jornadas- llega a San Sebastián desde el Museo Taurino de Bilbao. En todo caso, allí no se presentaron cuatro piezas que son propiedad de San Telmo y sí están ahora a la vista. Entre ellas, Torerillos de Turégano, una de las obras de mayor tamaño.

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