Rechazar la violencia
A diario nos desayunamos con noticias referentes al aumento de acciones violentas en nuestra sociedad. Ya sea de género, ajustes de cuentas o meras reyertas, la muerte gratuita e inútil se va acomodando de manera constante, pero imperceptible, en el ámbito de lo cotidiano. Ahí está, en mi opinión, el auténtico problema. No ha muchos años, los datos de muerte por accidentes de tráfico eran tema de escándalo y comentario en boca de todos; hoy recibimos el dato como una cifra asumida, una noticia más.
Se palpa en la ciudadanía un gradual y progresivo desánimo, un acomodamiento ante lo inevitable; damos por hecho lo ineficaz de las soluciones públicas y, cada cual según sus medios, desde la pitón de las tiendas todo a euro hasta los más sofisticados sistemas de alarma, vamos protegiendo lo nuestro y a los nuestros.
Cierto es que la realidad del día a día nos invita a este tipo de actuaciones. Temas como el de la "movida", las bandas de motoristas asaltando estilo Curro Jiménez a las modernas diligencias a motor sin que aparentemente nadie haga nada, son datos preocupantes. Pero hacernos desconfiados, aislarnos del entorno, lo único que consigue es acrecentar aún más la agresividad que ya de por sí implica nuestra forma de vida.
El mundo evoluciona y nosotros con él, pero no por ello hemos de perder el norte. Tenemos herramientas, hagamos un uso equilibrado de ellas, modifiquemos las que fallan, diseñemos entre todos nuevos modelos. Revaloricemos el potencial de la sociedad civil, siempre según la legalidad vigente y en un marco de igualdad y transparencia. Resignarse es asumir la derrota. No rechazar activamente la violencia es en cierta manera comenzar a ser víctimas.
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