JR
Como últimamente me siento bajo de defensas y julio es un mes que me produce gastritis, me he automedicado unos versos de Ángel González que son perfectamente compatibles con la ingestión de alcohol y las noches de luna llena: "Contemplad el pasado / -esos graffitis obscenos: la huella de una mano ensangrentada / en el muro sombrío de la Historia... No hay tiempo que llorar. / Cuando no sangre más así la sangre, / ese día, por fin, será el futuro". Ahora toca pensar un poco y, de paso, recordarle a algunos que existe un espacio mucho más recomendable e imperecedero que el pedestal de una estatua o el muro de un edificio para manifestar la protesta que convenga. Lo que González sugiere es algo tan eficaz y sencillo como un poema a tiempo: "Aquí está permitido fijar carteles, tirar escombros, hacer aguas y escribir frases como: Marica el que lo lea, Amo a Irma, Muera el... (silencio), Arena gratis, Asesinos, etcétera". Pero claro, para llegar a este grado de sutileza reivindicativa se requiere talento lírico y ganas de sembrar la ciudad de octavillas de colores condenando al tirano. Ni una cosa ni la otra le han parecido bien a los miembros de un grupo que se autodenomina Juventud Rebelde. Su acción principal es la erradicación de todo símbolo fascistas, y nada mejor para presentarse en sociedad que comenzar con la figura del ultraderechista José Calvo Sotelo. La elección tiene su fundamento, así como las razones que han querido exponer estos jóvenes contra la dictadura franquista o sobre la necesidad de recuperar la memoria histórica. Sólo que para eso hay que documentarse un poco y elegir bien a la víctima. La cuestión es que el atentado de Juventud Rebelde se perpetró el pasado lunes contra la estatua de un gobernador decimonónico llamado Eugenio Barrejón. Ya sé que el bronce del personaje embutido en una casaca militar era calvo y que además se encuentra en la alicantina Plaza de Calvo Sotelo, pero eso no justifica el error. El líder monárquico lucía un buen tupé y no pasó de civil. Esperemos que no se repita la historia, aunque como escribía el poeta asturiano "Nadie se mete dos veces en el mismo lío. / (Excepto los marxistas-leninistas)".
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