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Gallardón reforma el Ayuntamiento para dar más poder a su equipo

El alcalde acomete en su primer mes en el Ayuntamiento una serie de cambios que otorgan más poder a su equipo

Alberto Ruiz-Gallardón ha cumplido su primer mes de alcalde. Cuatro semanas le han bastado para aprobar una batería de medidas con un común denominador: reforzar el poder de la Comisión de Gobierno recortando el de la oposición. También deshacerse de arcaicas obligaciones protocolarias. Y, de paso, rodearse del personal de confianza que lo ha acompañado durante ocho años en la Comunidad y relegar al cuerpo funcionarial de la Casa de la Villa. Todo en pro de la "eficacia" y en lucha contra la "burocracia". PSOE e IU se muestran indignados y apelan a seis siglos de historia para recordar al regidor que el pleno municipal, al contrario que otras instituciones, es al mismo tiempo ejecutivo y legislativo, y que ellos, por tanto, son tan gobierno como el PP.

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Así ha sido, al menos, hasta ahora. "Ruiz-Gallardón quiere cambiar el Ayuntamiento en diez días y por decreto", protesta la portavoz de IU, Inés Sabanés. Lo que sigue es un resumen de las medidas tomadas por el alcalde desde que fue investido el 14 de junio:

- Más competencias para el 'gobierno'. Hay una característica, común a todos los ayuntamientos, que al equipo de Ruiz-Gallardón le parece "obsoleta" porque se apoya en una tradición medieval: el pleno municipal, en el que están representados todos los grupos, es no sólo el órgano normativo de la ciudad -aprueba sus ordenanzas-, sino también su órgano ejecutivo: todas las decisiones que se toman en la Casa de la Villa, desde el más pequeño contrato hasta la obra más faraónica, deben ir a pleno. Eso hace que entre un edil de la oposición y otro del gobierno no haya, en teoría, ninguna diferencia: uno y otro tienen acceso a los expedientes y nada puede aprobarse sin pasar por pleno. Aunque al final, como en cualquier otro foro, el grupo que tiene la mayoría es el que decide qué se hace.

Eso se acabó el 14 de junio. El mismo día de su investidura, Ruiz-Gallardón firmó un decreto en el que traspasaba a la Comisión de Gobierno competencias propias del pleno, aunque sólo en materia de gestión administrativa: contratos, proyectos y adjudicaciones de obras, petición de créditos... El argumento del PP es que debatir esas cuestiones en el pleno sólo servía para alargar las sesiones hasta límites desesperantes -algo de lo que, efectivamente, se quejaban todos los grupos-, y que la oposición podrá seguir controlando el contenido de los contratos a través de las comisiones informativas previas a la reunión del Consejo de Gobierno. PSOE e IU temen, por el contrario, que detrás de la medida hay un intento del alcalde de hurtar competencias al pleno y reforzar el poder de su equipo.

- La descentralización tendrá que esperar. Ruiz-Gallardón anunció en campaña electoral que desde el sillón de primer edil emprendería un profundo proceso de "descentralización" a favor de las 21 Juntas Municipales de Distrito. Por el momento, lo que ha hecho es lo contrario: no les ha cedido ninguna competencia nueva, pero sí les ha quitado una que ya tenían delegada: el mantenimiento de las calles (las obras, las zanjas, la pavimentación, el alumbrado público,...), que pasa a ser responsabilidad exclusiva de la Concejalía de Medio Ambiente. Hasta que se elaboren los presupuestos del año 2004 no se pondrá en marcha la descentralización, según admiten fuentes municipales. Así que el proceso se retrasará, por lo menos, seis meses.

- PSOE e IU, fuera de las empresas mixtas. Un pleno extraordinario aprobó el pasado día 11, gracias a la mayoría absoluta del PP, reducir la presencia de la oposición en los consejos de administración de las empresas públicas y excluirla directamente de los organismos mixtos (semipúblicos). La razón fue, según explicó el primer teniente de alcalde, Manuel Cobo, que el Ayuntamiento tiene que asegurarse actuar "con una sola voz" frente a la parte privada en esos organismos, para defender "el interés público". Pero el PP tampoco aceptó la oferta del PSOE para que sus ediles pudieran estar presentes con voz y sin voto en esas empresas. "Es una forma de mermar nuestra labor de control al gobierno", criticó Trinidad Jiménez, portavoz socialista. Ninguna ley obliga a que haya concejales de la oposición en las empresas mixtas.

- 325 cargos de confianza. Con el equipo del nuevo alcalde han desembarcado 325 cargos de confianza (aunque 78 forman parte del personal asignado a los tres grupos municipales), cien más de los que tenía el anterior regidor, José María Álvarez del Manzano. De esas 325 personas, 80 integrarán un cuerpo de "altos cargos", equivalente al que hay en la Administración regional pero inexistente hasta ahora en el Ayuntamiento. "Si se quiere cambiar de verdad el funcionamiento del aparato municipal, inyectarle dinamismo, es necesaria gente que trabaje sin horario", alega un miembro del gobierno. "Los funcionarios del Ayuntamiento, que son trabajadores de gran valía, temen quedar relegados por este desembarco de personal, y muchos de ellos no saben a qué se van a dedicar", replica un concejal de IU.

- Subida de sueldos: todos de acuerdo. No todas las medidas adoptadas por Ruiz-Gallardón han molestado a la oposición. El pleno aprobó en su primera reunión, por unanimidad y sin debate, una subida de sueldos para todos los ediles -salvo para el propio regidor, que cobrará menos que su antecesor- de entre el 8% y el 35%. El alcalde ganará 90.590 euros brutos anuales; las portavoces de la oposición, 83.343 euros; y los concejales de a pie, 64.114.

- Ni maceros ni collar de oro. La búsqueda incansable de "eficacia" y "modernidad" que el equipo de Ruiz-Gallardón lleva a gala ha chocado también con las normas de protocolo, de corte medieval, que regían el Ayuntamiento. El alcalde se niega a colgarse del cuello el collar de oro de un kilo de peso que con tanta paciencia portaba Álvarez del Manzano. También ha desterrado la figura de los maceros: contratados temporales que cobraban por permanecer en pie, durante plenos que duraban horas, vestidos con pesadísimos trajes medievales y sosteniendo las mazas con las que antaño protegían de las iras vecinales al intendente o corregidor.

"Premio a quien descubra un mueble posterior a 1970"

Los largos y pesados cortinones de terciopelo que colgaban de las ventanas del despacho del anterior alcalde, José María Álvarez del Manzano, han sido sustituidos ya por modernas cortinas "tipo store" que "siempre están subidas", según cuentan con orgullo los colaboradores de Alberto Ruiz-Gallardón. Ahí parece haberse quedado, por el momento, la apuesta del nuevo regidor de imprimir un aire distinto, más "moderno" y menos "decadente", a la Casa de la Villa. Apuesta fundamental e irrenunciable, a juzgar por la preocupación y el desasosiego con los que hablan los recién llegados.

Usan adjetivos más o menos diplomáticos, pero ediles de todos los grupos y cargos de confianza del equipo de Ruiz-Gallardón desembarcados desde la Comunidad coinciden en un juicio: el estado de las instalaciones municipales -y, sobre todo, de las que albergan los despachos de la oposición- es "mejorable", "arcaico", "impropio", o directamente "penoso", "lamentable", "insufrible". El edificio principal es "oscuro", "triste" y "poco funcional"; el de la oposición "quedaría muy bien como escenario de [la serie de televisión] Cuéntame".

"Reto a cualquiera a que descubra aquí un mueble posterior a 1970", dice con sorna un portavoz de un grupo municipal, y señala a su alrededor muros desconchados y sin pintar, ventiladores y percheros con aspecto de llevar ahí décadas, sillones de paño o terciopelo que se hunden cuando el visitante osa sentarse en ellos...

El salón de plenos tampoco se salva. Los atriles que acompañan a cada escaño son pequeños e inclinados: "¡Es imposible trabajar con papeles delante!", protesta un concejal. Y los ediles hablan micrófono en mano: "¿Pero esto qué es, un karaoke o un Ayuntamiento?". Hay jefes de servicio de alguna concejalía trabajando en los pasillos, con mesas "de bedel", por falta de espacio. Y despachos que comparten un baño al que hay que acceder atravesando una sala de reuniones, haya o no gente reunida.

El broche surrealista lo ha puesto el reciente descubrimiento de que no había mesas y sillas suficientes para el personal. "Estuvimos a punto de ir a buscar alguna al almacén municipal, donde los vecinos dejan sus muebles viejos".

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