El Tour del futuro
El Tour ha cumplido 100 años. Cien años de leyenda, de larguísimas etapas de montaña con terroríficos puertos encadenados uno detrás de otro, y de esfuerzos inhumanos. En el futuro, el Tour no puede perder esas señas de identidad. No se pueden recortar demasiado las etapas, ni meter más días de descanso. El Tour dejaría de ser el Tour. Pero sí se adivinan algunos cambios: llegan los Tours de menos de 3.500 km., con un tiempo final para el vencedor por debajo de 90 horas.
Las normas de la Unión Ciclista Internacional en materia de bicicletas (peso, medidas, etc...) son bastante estrictas, para que el factor humano prevalezca sobre el factor tecnológico. Por ello, no hay que esperar grandes cambios en este sentido. Para entendernos: el ciclista que gane el Tour dentro de diez años también ganaría con una bici de las de ahora. Igual que Armstrong también hubiera ganado cuatro Tours con una bici de las de hace 10 ó 20 años. Eso sí, un avance importante en los últimos años que pronto se va a generalizar en el pelotón es la incorporación de un ligerísimo medidor de potencia a la bicicleta. Aunque ya hay más sistemas disponibles, hasta la fecha el más fiable es uno de fabricación alemana llamado SRM. Armstrong y Ullrich lo utilizan en sus entrenamientos.
Obviamente, con el SRM la bicicleta no rueda más rápido. Pero el ciclista puede controlar mejor su esfuerzo, tanto en los entrenamientos como en la competición (aunque por motivos comerciales, son muy pocos los ciclistas que pueden llevar el SRM en competición). Por ejemplo, en los repechos de las contrarrelojes, o en el primer kilómetro de las mismas, algunos corredores llegan a desarrollar hasta 600 vatios de potencia. Un derroche inútil de fuerzas, que además exprime antes de tiempo sus depósitos musculares de glucógeno, el combustible más importante para esta especialidad. En la contrarreloj larga hay que mantener en lo posible una potencia estable durante toda la prueba, unos de 400 vatios para los grandes especialistas.
Aunque los ciclistas siempre serán grandes fondistas, es de esperar que el Tour del futuro, con etapas algo más cortas y explosivas, premie sobre todo a ciclistas capaces de aguantar esfuerzos agónicos o casi máximos, de esos que hacen latir al corazón 190 o más veces por minuto. Así, los grandes especialistas en las carreras de mountain bike, más acostumbrados a este tipo de esfuerzos, tendrían su oportunidad en el Tour del futuro.
Como los ciclistas cada vez mueven desarrollos más duros, también cabe esperar que el campeón del futuro sea algo más corpulento. Sobre todo, con más masa muscular en las piernas, para poder almacenar mayor cantidad de glucógeno. Así, frente a los enjutos vencedores de muchas ediciones del pasado (con un peso muy por debajo de 70 kg., como por ejemplo Pantani, de unos 56 kg.), quizás el Tour del futuro favorezca a un prototipo de ciclista más pesado, como Ullrich o Armstrong.
Y el Tour del futuro, como el deporte del futuro, puede ser el Tour de la genética, desgraciadamente. Y es que de aquí a 10 ó 15 años la terapia génica se podría utilizar para mejorar el rendimiento deportivo. Con la terapia génica se inserta un gen en las células humanas para generar en ellas una nueva función. Por ejemplo, para que las células (fibras) musculares se hagan más fuertes y explosivas.
Alejandro Lucía es profesor de la Universidad Europea de Madrid.
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