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Reportaje:

Aves migratorias con matrícula

Más de medio millar de personas presencian el anillamiento de flamencos en la laguna de Fuente de Piedra

Parecía una cadena de montaje, eso sí, con operarios que miraban con ojos tiernos a los polluelos, y trataban de esquivar, con cierta maña, algún picotazo inocente. "Nuestros flamencos pueden aparecer en Mauritania, Turquía o Senegal", aseguraba Manuel Rendón, el conservador de la laguna de Fuente de Piedra, 60 kilómetros al norte de la capital malagueña. Para saber de dónde vienen y seguir sus movimientos, ayer de madrugada matricularon a 600 bebés de esta especie. Una representación de los 3.668 que han nacido este año en los humedales de esta reserva natural.

Rafael Camarena, uno de los guardas, utilizaba unos prismáticos para seguir los movimientos de los 350 colaboradores que vinieron de la estación biológica de la Tour du Valat (Francia), Doñana y la Universidad de Málaga.

Eran las siete de la mañana y llevaban desde las cuatro ahuyentando a los polluelos desde diversos puntos de la laguna. Su misión era guiarlos hasta un recinto circular de lona blanca.La tarea resultaba delicada. Sobre todo si se tiene en cuenta que la laguna tiene 20 kilómetros, y que no podían levantar del suelo y cargar los flamencos pues, con apenas dos meses, son muy frágiles y pueden partirse una pata o un ala en un descuido.

La sal crujía con cada paso. Este año no ha habido muchas lluvias y el anillado se ha adelantado una semana. Se hace antes de que los flamencos emigren para saber cómo eligen sus destinos. "Turquía, Italia, Senegal, lo que es seguro, es que siempre hacen una parada en Francia", aseguraba el delegado de Medio Ambiente en Málaga, Ignacio Trillo.

"Le han puesto dos anillas, una de plástico y otra de metal. Después le han medido el pico, las alas y el tarso, y también le han pesado", explicaba María del Mar Delgado mientras vigilaba que su protegido estuviera tranquilo. Esta voluntaria esperaba su turno para visitar al veterinario. Delante de ella, otro voluntario, con flamenco incorporado, compartía su suerte con una observadora. "No tengas miedo del pico. ¡Si ni siquiera sabe que puede hacer daño!", decía tratando de animarla para que confraternizara con el ave. "Qué suave. Es como de peluche", comentaba ella acariciándolo con cierta cautela.

Cinco voluntarios más allá, un veterinario tomaba muestras de sangre. Juan Carlos Capuz venía de Valencia por segunda vez. En su clínica portátil había desinfectante, jeringas, algodón, y unos tubos del tamaño de un dedal. Capuz sujetaba con delicadeza el cuello de los flamencos y extraía con la jeringa una pequeña muestra de sangre. "Es apenas un centímetro. Servirá de referencia para conocer la salud de las crías", se justificaba.

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El último paso era la suelta. Los colaboradores se dirigían a una explanada y dejaban al polluelo en el suelo. Algunos salían corriendo. Otros tropezaban. El más avispado conseguía levantar el vuelo. Con la sonrisa en los labios y los pies llenos de fango los portadores observaban el primer despegue del ave.

En la laguna de Fuente de Piedra se han matriculado 12.382 flamencos desde que fue declarada espacio natural protegido hace 20 años. La experiencia se ha trasladado a países de América Latina y, entre el 14 y el 17 de agosto, su conservador Manolo Rendón viajará a Turquía para dirigir el primer anillado en tierra turca.

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