Peñas durante todo el año

En unas fiestas tan caóticas como los sanfermines, donde pocas cosas están arraigadas, las realmente perdurables parecen intocables. El encierro, la procesión, los toros, la comparsa de gigantes o las peñas son verdaderas instituciones que nadie parece querer variar. Sin embargo, los cambios generacionales y algún que otro interés están haciendo evolucionar uno de esos pilares, en principio, invariable: las peñas.

Hasta hace no muchos años, estos grupos de mozos parecían carecer de cualquier actividad fuera de la semana de fiestas, en la que, eso sí, eran los reyes de la calle. Recogían el antiguo espíritu de las cuadrillas que se juntaban para el chiquiteo y la juerga, ya fuese de noche o de día. Pero, de un tiempo a esta parte, coincidiendo con un cambio generacional de sus directivas, estas agrupaciones han ido dando un giro más social y teniendo un protagonismo fuera del mes de julio.

La principal muestra del cambio queda reflejada en los locales de las propias peñas, que solían ser bajeras en un par de calles del Casco Viejo, apenas acondicionadas para poder montar una barra de bar y un almacén donde colocar las pancartas festivas. Resultaba complicado, por tanto, poder usarlas como lugar de reunión o sede social. Pero poco a poco, y con la influencia evidente de algunas sociedades gastronómicas navarras y, sobre todo, las de ciudades vecinas como San Sebastián, los locales han ido siendo remodelados o sustituidos por otros con salones más preparados para reunirse ante una mesa. No faltan las cocinas correspondientes para que los socios se preparen sus cenas o comidas.

Este cambio ha abierto las peñas a muchos amigos de sus socios y más cuadrillas se han ido conviertiendo en socios de las mismas buscando esta versión foral de las sociedades gastronomicas, tanto como las ventajas evidentes en las jornadas sanfermineras, como los abonos que les corresponden a las peñas en el tendido de sol del coso pamplonés.

El cambio generacional se ha traducido en que los mozos que hace unos años buscaban el refugio juerguista, ahora, con una edad más dada a la tranquilidad de una buena sobremesa, encuentran con facilidad un lugar donde poder celebrar sus eventos sociales y gastronomicos.

Esta tendencia, marcada en los últimos cinco o diez años, se ha asentado en los dos últimos, en los que hasta cuatro peñas han rehabilitado sus viejos locales o han cambiado directamente de ubicación. Las peñas han podido afrontar con cierta comodidad los gastos de estas reformas gracias a diferentes subvenciones oficiales por ser locales antiguos ubicados en el Casco Viejo. Las agrupaciones que han cambiado de sede han podido incluso ganar algo de dinero en la operación de compraventa.

Desde un punto de vista incluso más empresarial, alguna peña alquila ahora sus salones para actos convocados por personas que no son socios, con lo que puede sufragar los diferentes gastos de la propia peña, evitando así tener que depender directamente de las ayudas municipales.