Dudas sobre las inversiones en Wi-Fi
WI-FI, LA TECNOLOGÍA DE COMUNICACIÓN inalámbrica para computadoras, era hasta hace algunas semanas uno de los pocos sectores portadores de cierto optimismo entre las tecnologías de información y de la comunicación. El número de sus usuarios crece de manera espectacular, inventan nuevos usos a diario, el dinero llega a granel para instalar nuevos puntos de acceso: un sueño para los inversionistas... hasta que algunos analistas activaran la señal de alarma: una catástrofe estaría a punto de darse.
A mediados del mes de mayo, Larry López, presidente de la Silicon Valley Bank, declaró en el marco de la conferencia FIRe [ver Ciberpaís del 29 de mayo]: "no pienso que existe un modelo de negocio sustentable en el Wi-Fi". Luego Forrester, la empresa "que ayuda las compañías a entender el impacto de las tecnologías sobre el mundo de los negocios", publicó el 19 de junio un estudio vaticinando "El próximo fracaso tipo puntocom".
Creemos que gran parte del dinero derramado en las redes inalámbricas de acceso local está siendo despilfarrado
El principal obstáculo para la expansión de las conexiones Wi-Fi es su precio. La existencia de accesos gratis es un peligro para los proyectos comerciales
"Creemos que gran parte del dinero derramado en las redes inalámbricas de acceso local - trátese de lugares tan diversos como bares, hoteles y aeropuertos, trenes, buses y estaciones de metro - está siendo despilfarrado", precisó Lars Godell, responsable del estudio. "Como si el boom de las puntocom seguido por su desmoronamiento no hubiera tenido lugar" ironizó. Dos elementos contribuyen a esto: no son suficientes las computadoras equipadas con Wi-Fi para justificar el número de puntos de acceso público que están siendo instalados, y los precios son demasiado elevados.
El año pasado, 15 millones de dispositivos Wi-Fi fueron vendidos e instalados (y más de 4 millones de puntos de acceso) según el grupo Gartner, pero la casi totalidad está siendo utilizada de manera privada (en casas o empresas). Hoy en día el aparato más indicado para el uso de esta tecnología es la computadora portátil. En EEUU, según la consultoría NPD Group, por primera vez durante el mes de mayo la venta de portátiles trajo mayores ganancias de que la de PCs. Pero Forrester nota que apenas un 10% de los europeos tienen un portátil y que la cifra no rebasará el 16% en 2008.
Los capitalistas de riesgo invirtieron 1.5 miles de millones de dólares desde el 2000 en este sector. Lo cual conlleva una multiplicación de empresas y una sobreinstalación potencial. Y es esto precisamente lo que hace pensar en una repetición del fenómeno puntocom.
El precio de la conexión, además, suele ser excesivo: hasta 60 dólares al mes en EEUU (150 dólares en Europa). Lo peor es que suscribir a un servicio no permite utilizar otro. La oferta es demasiado fragmentada. La hora de conexión puede ser facturada en 10 dólares. Sin embargo, un estudio de ForceNine Consulting mostró que apenas 3% de los internautas norteamericanos están dispuestos a pagar dos dólares. La proporción sube al 20% si se baja el precio a un dólar. Starbucks propone acceso pago en 2000 cafés de Estados Unidos con un resultado magro: dos usuarios por día por punto de acceso. T-Mobile la empresa que asegura el servicio tuvo que rebajar sus precios a seis dólares.
Es así como se presagia una crisis. Los financieros parecen haber olvidado lo que pasa cuando uno instala una infraestructura costosa (puntos de acceso hoy, cables de fibra óptica ayer) sin preocuparse por el número real de usuarios, o por lo que estos realmente buscan, o lo que están dispuestos a pagar.
"Sospecho seriamente que la gente que sigue el modelo económico anterior al 2000 en sus inversiones en start-ups del sector Wi-Fi están condenados", nos explicó Tim Pozar, promotor exitoso del acceso gratis a Wi-Fi en la región de San Francisco. Punto de vista sumamente interesante ya que su acción contribuye a perturbar el plan de las empresas que quieren cobrar. Quienes quisieron aprovecharse de una tecnología cuya eclosíon se debe principalmente a la labor de activistas como Pozar, chocan ahora con el hecho que esos mismos activistas tambien tienen un modelo económico. Un modelo temible: la gratuidad. Continuará...
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