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4.000 personas aclaman a Lou Reed en su concierto en Valencia

El músico neoyorquino triunfa con un formato de gran sobriedad

Tras una corta visita en mayo, Lou Reed ha vuelto a España para ofrecer tres conciertos: en Valencia (el lunes), Granada (hoy) y Barcelona (mañana). No pudo empezar con mejor pie: en Valencia agotó las 4.000 entradas que permitía el aforo de los Jardines de Viveros. El público lo trató como un amigo, un colega largamente esperado, y se levantó en varias ocasiones de los asientos. Consiguió un bis tras otro hasta que sonó Walk on the wild side.

Lou Reed, uno de los símbolos del malditismo en el rock, leyenda del lado salvaje de esta música, fue recibido por el público valenciano, que abarrotó el recinto al aire libre de los Jardines de Viveros, como un colega largamente esperado y, por momentos, como una estrella de la canción popular. La amplia cohorte de aficionados que tiene en Valencia, incluido Enrique Miquel, el autor de una importante página web dedicada al cantante,nunca lo había podido ver en casa. Así que Lou Reed fue el primer intérprete de la Feria de Julio que quemó la taquilla. Antes habían tocado ya Pretenders y King Crimson. Varias canciones de Reed (Dirty

Bulevard, Perfect day, entre otras) fueron arropadas en pie y con aplausos, a pesar de lo sobrio del formato instrumental presentado y con un público mayoritariamente sentado. Para acabar, tuvo que hacer tres bises y los asistentes, un público intergeneracional en el que padres e hijos compartían espacio, no cejó en su empeño hasta escuchar Walk on the wild side y corear el estribillo como si de un éxito actual se tratara. Habían pasado dos horas y media desde el comienzo del concierto.

Desde el escenario, la actitud fue recíproca. A Lou Reed se le vio cómodo en todo momento, e incluso pareció sonreír (su hieratismo es proverbial y conocido) en alguna ocasión. Fue cuando aplaudió como uno más a Anthony, la segunda voz del grupo, tras la bellísima versión que hizo éste de Candy says, una de las primeras canciones de la Velvet. Y no fue ésta la única referencia al legendario grupo neoyorquino en el que Lou Reed se curtió y dejó escritas páginas memorables de la música pop. Surgieron suspiros entre el auditorio cuando se esbozaron los primeros compases de Venus in furs, grabada en 1967, cuyo aroma psicodélico se percibe igual de intenso que entonces.

Pero todavía fue más gozoso el solo de chelo que Jane Scarpantoni dejó escapar en mitad de esta pieza, un aullido desbocado, distorsionado y agudo, casi como de guitarra. El aplauso que provocó resultó tan catártico como el mismo alarde de la chelista. El bajista Fernando Saunders, con quien Reed colabora desde hace veinte años y que se aplicó a fondo a la batería electrónica cuando se trataba de reproducir la ya clásica bola de sonido velvetiana, y el guitarrista Mike Rathke completaban una banda que despedía buenas vibraciones por los cuatro costados. El maestro de taichí Ren Guang-Yi, de rojo satén frente al negro riguroso de los demás, salió en tres ocasiones, una de ellas en plena All tomorrows parties, otra pieza cosecha de los sesenta, para ejecutar una especie de danza marcial.

Lou Reed fue el control automático de todo cuanto allí sucedía. Como una prolongación de sí mismo, el intérprete de voz cavernosa hace restallar las cuerdas de la guitarra de súbito con un toque de atención inesperado, es capaz de recitar monólogos (sólo uno en este concierto) conmovedores con la soltura de un discípulo del Actor's Studio, y es consciente de la turbulenta historia que le precede, reflejada en la correosa Heroin que sonó en uno de los reclamados bises.

Lou Reed, durante su concierto en Valencia.
Lou Reed, durante su concierto en Valencia.JOSÉ JORDÁN

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