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CRISIS ECONÓMICA EN LA UE

Europa decide crecer a costa de más déficit

Berlín, París y Roma propinan el zarandeo más fuerte al Pacto de Estabilidad de la UE

Europa no aguanta más la anémica situación de su economía y ha optado por intentar crecer incluso jugando con fuego pese a las alarmas de la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE). Las tres principales economías de la zona euro -Berlín y París de forma coordinada, y Roma por libre- han descubierto totalmente sus cartas: la economía europea debe crecer, aunque el sagrado Pacto de Estabilidad quede en entredicho porque los tres países superen o rocen el límite de déficit público fijado en el 3% del producto interior bruto (PIB). "Ningún país europeo crecerá si Alemania no lo hace", ha venido a decir el canciller Gerhard Schröder a quienes, como el Gobierno español, siguen aferrándose al corsé del Pacto.

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El fantasma de la guerra de Irak ya no sirve de excusa para justificar el estancamiento que sufre la eurozona, que este año sólo crecerá entre el 0,7% y el 0,8% (como en 2002) frente al exiguo 1% previsto cuando las expectativas de EE UU apuntan a un crecimiento del 3% este año y hasta el 7% el que viene. [Ayer mismo, el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pedro Solbes, confirmó que la zona euro sólo crecerá este año un 0,7%, tres décimas por debajo de las estimaciones de la Comisión.]

A la baja frente a las previsiones de la Comisión o de los programas de estabilidad, Francia sólo crecerá este año entre un 0,5% y un 0,8%, mientras la locomotora alemana, que en 2002 sólo aumentó un 0,2% su PIB, observa con pavor para este ejercicio la peor de las hipótesis posibles: el cóctel de una recesión junto a una caída de precios que amenaza con una deflación y, por tanto, más paro en un país que ya tiene más de un tercio de los 12,3 millones de desempleados de la eurozona.

Ante tal panorama, la intensidad de los zarandeos al Pacto en estos días no se recordaban desde que en octubre pasado el presidente de la Comisión, Romano Prodi, declaró que era "estúpido" aplicarlo con tanta rigidez. Ahora, el primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin, anuncia que Francia se movilizará en la UE para que el Pacto se aplique en su doble acepción: "Pacto de Estabilidad y Crecimiento". Rocco Buttiglione, ministro de Asuntos Europeos de Italia, el país que ahora preside la Unión, defiende que debe acometerse una "reforma razonable" del Pacto y acabar con la actual "hipocresía". El primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, cree que el Pacto no puede ser considerado "un fetiche" porque además contiene "suficiente margen de maniobra".

También el comisario de Asuntos Económicos, Pedro Solbes, cree haber llegado el momento de dejar de "sacralizar" el Pacto, pero a la vez amenaza con actuar contra los incumplidores, porque "las reglas son claras". El aviso va dirigido especialmente a Alemania, que ya el año pasado superó la barrera del 3%, lo hará este año y, muy probablemente, también en 2004.

Y es que el Gobierno de Schröder, pese a sus declaraciones públicas de que reducirá su déficit, ha emprendido un camino plagado de "riesgos e incertidumbres", en palabras de Solbes. En línea con Francia, que ya aplica una primera reducción de impuestos, Schröder adelanta a enero del año que viene una rebaja fiscal prevista para 2005 que reducirá los ingresos del Estado en 15.600 millones de euros. En los bolsillos de los alemanes, esos millones podrán reactivar el consumo, pero también cabe el riesgo de que prefieran ahorrar si aumenta el paro a la vez que se recortan los subsidios.

El ministro alemán de Finanzas, Hans Eichel, confía en mantener a raya el déficit el año que viene, siempre que Berlín crezca al menos un 2%, cuando los institutos IFO y Diw prevén, respectivamente, que sólo se alcance el 1,5% o el 1,3%. Es el mismo planteamiento que hace Francia, conscientes ambos de que la Unión no pasará de la amenaza a los hechos a la hora de aplicar una sanción que puede desembocar en una multa del 0,5% del PIB a los países cuyo déficit esté reiteradamente por encima del 3%.

Pero las rebajas fiscales no serán suficientes. Por eso, tanto Italia, en su papel de presidencia de la UE, como la Comisión lanzan ahora y reactivan un macroplán de infraestructuras y de inversión en investigación que superará los 600.000 millones de aquí a 2020. Pero, de nuevo, ¿cómo acometerlo sin que aumenten el déficit ni los impuestos? Europa dice tener una doble solución: más créditos del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y más participación de los inversores privados en campos hasta ahora casi limitados al sector público (líneas férreas de alta velocidad, instalaciones energéticas, autopistas y autovías).

El ministro italiano de Economía, Giulio Tremonti, ha presentado ya su plan, significativamente denominado Acción Europea para el Crecimiento, que incluye la duplicación de las inversiones europeas en infraestructuras y el cumplimiento del compromiso europeo de dedicar el 3% del PIB a investigación y desarrollo (I+D).

Desde Bruselas o desde Roma, el programa Galileo (3.250 millones) y el desarrollo de redes transeuropeas (como la Portugal-España-Europa Central o las conexiones con los países del Este) o las "autopistas marítimas" en el Mediterráneo son partes del mismo superproyecto para intentar superar el estancamiento que sufre Europa desde hace más de dos años.

"No es la solución milagrosa, pero ayudará", dice una fuente oficial del BEI, que ahora tendrá que aumentar los 7.500 millones que dedica anualmente a financiar proyectos de este tipo. Y lo que de verdad ayudará, cree Bruselas, es la sacrificada vía de las reformas estructurales. Todo para salir del agujero, porque Europa está al límite: o empieza a crecer o la tragedia alemana arrastrará a todos.

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