Paz y libertad
No creo que a estas alturas de la historia -nuestra historia- nadie cuestione que la paz y la liber-
tad son dos valores centrales del desarrollo humano, tanto individual como colectivo. Paz para ser y hacer; libertad, también, para ser y hacer. Todos aspiramos a vivir en paz y libertad, a educar o ser educados en la paz y en la libertad, a relacionarnos con los demás en paz y con libertad.
Parece que esto no debe tener contestación desde los principios de ninguna doctrina ética, política, social o económica que se tenga por mínimamente democrática. Sin embargo, en los últimos tiempos esos dos valores aparecen con excesiva frecuencia como seriamente amenazados, produciendo el consiguiente desasosiego, inquietud o desconfianza respecto al momento que vivimos.
Hace apenas dos meses asistimos a un espeluznante atentado contra la paz, que, paralelamente, fue sentido por muchos como un no menos espeluznante atentado contra la libertad (de pensamiento, de opinión, de análisis, de expresión). ¿Por qué? Pues, sencillamente porque daba la sensación -más bien parecía claro- que se estaba faltando a la verdad, el otro gran valor que junto a la paz y la libertad forman el trípode sobre el que debe asentarse el mundo en el que muchos queremos vivir.
Actualmente, en la Comunidad de Madrid, vivimos una crisis política sin precedentes. Pero es algo más que una crisis política; se ha convertido en una crisis de confianza. Y esto ha ocurrido porque se ha dado una gran patada a la paz, a la libertad y a la verdad. No hay paz sin libertad, ni libertad sin paz, pero ambas necesitan de la verdad, aunque sea éste un concepto abstracto y siempre relatibizable.
Queremos -creo coincidir en esto con otros- vivir, crecer, trabajar y amar en paz y en libertad, pero, por favor, que no nos quiten la verdad, que también la queremos.
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