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Aznar reitera su pleno apoyo al régimen mauritano de Uld Tayá

El presidente del Gobierno, José María Aznar, reiteró ayer su pleno apoyo al presidente de Mauritania, Sid Ahmed Uld Tayá, quien, tras acceder al poder mediante un golpe de Estado, en 1984, protagoniza desde 1991 una transición hacia la democracia marcada por percances como la disolución del primer partido de la oposición, en enero de 2002, o el intento golpista fallido del pasado 8 de junio.

Aznar fue el primer dirigente que cogió el teléfono ese día para expresarle su apoyo al presidente de un país tradicionalmente ligado a Francia. A ese gesto, reiterado poco más de una semana después por la ministra de Exteriores, Ana Palacio, que viajó a Nuakchott, responde la visita de Estado que Uld Tayá concluyó ayer a Madrid, la primera al extranjero que realiza tras el cuartelazo fallido.

En el programa oficial ha destacado la firma por Palacio y su homólogo, Uld Tolba, de un acuerdo de repatriación de inmigrantes; la cena de gala en el Palacio Real, durante la que don Juan Carlos condenó el intento golpista, y la entrevista de ayer en La Moncloa.

Aznar y Uld Tayá firmaron una declaración política que renueva la suscrita en 1994 por sus respectivos países para potenciar unas relaciones bilaterales que, en virtud del nuevo texto, han quedado un peldaño por debajo de las institucionalizadas con los restantes países del Magreb: Argelia, Marruecos y Túnez. España y Mauritania siguen sin estar ligadas por un Tratado de Amistad y Cooperación y no celebrarán cumbres anuales entre sus líderes.

Los dos dirigentes hablaron, además, sobre el Sáhara, aunque someramente, porque Mauritania perdió protagonismo en el conflicto tras renunciar a sus reclamaciones sobre la ex colonia española en 1979. El problema de Oriente Próximo fue otro tema abordado. Uld Tayá, que aprovechó una mediación española para establecer relaciones con Israel en 1995, acusa presiones pro palestinas por parte de una población de apenas tres millones, muy castigada por el conflicto racial entre árabes y negros y por los problemas sociales derivados de un PIB per cápita que no alcanza el mínimo vital del dólar diario.

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