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LA POSGUERRA DE IRAK

Frustración ante la inseguridad y los apagones en Bagdad

Tras haber recibido con los brazos abiertos a las fuerzas que derrocaron a Sadam Husein el 9 de abril, muchos ciudadanos de Bagdad no ocultan ahora su frustración por el aumento de la inseguridad y, sobre todo, por los constantes cortes de luz en sus casas y negocios. "Creíamos que los americanos podían hacerlo todo, pero ahora tenemos la impresión de que no están haciendo nada", dice Basim Hiknaz, empleado de una tienda de ultramarinos del barrio de Arasat. Hiknaz subraya que, por ahora, los iraquíes hacen caso a los llamamientos a la calma de sus líderes religiosos, pero advierte: "Si esto no se resuelve en unos pocos meses, habrá una guerra abierta contra ellos".

"Los americanos son los ocupantes, ¿no? Pues entonces deben garantizar la seguridad", afirma Munathel Fajri en la barbería que regenta. Fajri se queja de que ha perdido clientela por la falta de luz. Antes de la guerra cerraba a la una de la madrugada y tenía unos 15 clientes diarios. Ahora se va pronto a casa y a veces no van ni cuatro personas. "Muchas madres han dejado de traer a sus hijos porque temen que les roben el coche", se lamenta. "¿De qué sirve la democracia si no tenemos luz ni agua? ¿Qué libertad es esta?".

Fariz Karim, propietario de un videoclub vecino, se queja también de los apagones y de la inseguridad -"la gente no alquila películas porque se les va la luz a la mitad"-, pero recomienda paciencia: "Las cosas no pueden hacerse de golpe, sino paso a paso. Tras la II Guerra Mundial, Japón y Alemania no fueron estables el primer año y ahora son potencias".

Otros aún confían ciegamente en las fuerzas de ocupación y esperan que se queden mucho tiempo. "Si se marchan, Sadam volverá otra vez", dice Hayad Ibrahim, dueño de una casa de cambios cercana, mientras cuenta enormes fajos de billetes con la cara del dictador. "Prefiero que Irak se convierta en el Estado número 51 de EE UU".

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