Irak, entre la libertad y el caos
Estados Unidos no consigue poner orden en una posguerra que frustra cada día más a la población iraquí
Irak es hoy un país a media luz en el que los institutos celebran exámenes finales, pero los alumnos estudian con velas. Un país a medio gas donde se come de lata y se cocina con leña. Una especie de Estado que funciona intermitentemente según la zona, la ciudad o el barrio, repleto de armas pero sin policías, con los precios de las casas por las nubes pero sin títulos de propiedad, con las tiendas llenas y la mayoría de la población sin trabajo. La reconstrucción que tienen por delante las fuerzas de la coalición, encabezadas por EE UU, que ganaron la guerra no parte de cero, sino de más abajo.
La caída de Sadam el 9 de abril, pero sobre todo la orgía de pillaje posterior, irresponsablemente tolerada por las tropas norteamericanas, supuso también el desplome de la Administración y de las instituciones iraquíes. "La libertad trajo el caos" o "contra Sadam vivíamos mejor" son frases que se oyen cada vez con más frecuencia. La guerra fue una liberación para la mayoría de los iraquíes, un golpe de Estado más en un país que ha vivido muchos a lo largo de su historia y que ponía fin a una dictadura brutal. Pero la posguerra está siendo muy dura al sumarse a la penuria la decepción.
"Desde la ocupación hasta ahora no hemos visto nada bueno", dice Ramadán Mohamed Jalaf, suboficial del desmantelado Ejército iraquí, veterano de tres guerras -la de Irán, la del Golfo y la última- y padre de seis hijos, que vive en la antigua Ciudad Sadam, la miserable barriada chíi de Bagdad. "Si las cosas siguen así, este barrio que estuvo contra Sadam estará contra los americanos". En Samarra, ciudad situada 120 kilómetros al norte de la capital, un clérigo suní desafía al extranjero: "Con Sadam estábamos mucho mejor que ahora. Antes había trabajo y seguridad". En el otro extremo del espectro social, el sociólogo Sadun al Dulaimi opina: "Debemos estar agradecidos a los americanos, pero ahora deben completar el favor y no oprimir a la gente por motivos de seguridad. Tienen que ser conscientes de que los iraquíes facilitaron su entrada".
Que la reconstrucción va muy lenta lo reconocen en voz baja hasta algunos militares norteamericanos. Fuentes diplomáticas europeas, que conocen cómo opera la Autoridad Provisional de la Coalición en Bagdad, explican el porqué: "No hay un dólar. Los estadounidenses siguen con la idea de (Donald) Rumsfeld de que ésta era una operación barata y todo lo fían a la conferencia de donantes que se celebrará en septiembre en Nueva York. El problema está en que los iraquíes no aguanten y en que, si sigue la inseguridad, los inversores extranjeros no vengan".
Mientras esperan, los iraquíes tratan de apañárselas y la vida renace de sus cenizas, de forma discontinua, con avances unos días y retrocesos otros. Hay quien está haciendo su agosto, como las tiendas de electrodomésticos, pese a los cortes de luz. No existen aduanas ni impuestos y toda clase de aparatos llega desde los países de la zona. Yusif al Said, dueño de la tienda Haier, abierta desde hace un mes, asegura que en este tiempo ha vendido "más que en los últimos dos años". Los precios están por los suelos -un televisor, por 120 dólares, y una antena parabólica, por 100- y se cobra al contado, pero el negocio tiene su penitencia. "Mis empleados se turnan para hacer guardia por la noche. Duermen aquí y tienen armas".
En el sector inmobiliario se vive otra burbuja. "Los precios en Bagdad se han triplicado", dice Al Amar Abas, en su oficina de ventas Kay Rat Broker. "Los saqueadores de bancos están comprando casas pagando miles de millones de dinares, pero el problema es que en muchas zonas del centro no existen los títulos de propiedad, porque los quemaron". No se hacen reservas, se paga a tocateja y las ventas son pactos basados en la confianza.
Bancos y hospitales
La mayoría de los bancos han vuelto a abrir sus puertas. Munir Yacub, director de una sucursal del banco Al Rashid, cuenta que "los depósitos son ahora mayores que antes de la guerra". Operan con normalidad, pero con una grave limitación: "No podemos hacer transferencias, porque no funcionan los teléfonos".
Los hospitales siguen en una situación muy precaria. El hospital Kamal al Samarrai de Bagdad, que fue el centro médico más importante de Oriente Próximo en reproducción asistida, carece, por culpa de los saqueos, de incubadoras, laboratorios, banco de sangre y quirófanos. El centro es ahora un ambulatorio. Su directora, la doctora Leila Abdul Salam, asegura que la clínica sólo ha recibido ayuda de la Cruz Roja y de los países del Golfo y "ninguna de los americanos". La última vez que recibió su sueldo fue en abril.
El diplomático norteamericano Paul Bremer, jefe civil de la Autoridad Provisional de la Coalición, ha anunciado un modesto plan de reactivación económica, la futura reforma del sistema judicial y la creación de un nuevo Ejército iraquí. Pero las obras tardan demasiado en llegar y los iraquíes sienten que su gestión les es ajena. Han pasado ya cuatro meses desde el fin de la guerra y afuera acechan los continuos ataques de los grupos leales a Sadam y la organización social que han levantado los chiíes. Bremer no es el general McArthur, y el tiempo corre en contra de estadounidenses e iraquíes.
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