El estado de la sucesión
Mayor Oreja se cayó del cartel hace tiempo y ha quedado un duelo de Rato frente a Rajoy
Si José María Aznar, como ha anunciado Mariano Rajoy, subraya en su discurso del debate sobre el estado de la nación los datos sobre la situación económica, va a llevar más agua al molino de Rato.
Los asesores del presidente del Gobierno llevan un buen rato trabajando en el discurso sobre el estado de la nación. El presidente del Gobierno, José María Aznar, quiere una alocución que responda al formato tradicional -la situación de España en los últimos 12 meses-, pero algo más, una mirada a vuelo de pájaro sobre la era Aznar. No es fácil. Porque se trata de hacerlo de modo que no sea, manifiestamente, un balance completo.
Los escritores del presidente han tenido que hacer varios borradores parciales. El vicepresidente segundo, Rodrigo Rato, ha enviado sus sugerencias, tanto en lo que se refiere al ejercicio pasado como a las perspectivas de los próximos ocho meses -que es lo que queda de mandato al Gobierno- y no ha dejado de proponer matices. El vicepresidente primero, Mariano Rajoy, al término de la reunión del Consejo de Ministros el pasado viernes 27, dijo:
Rato no es un técnico. Es un político que quiere alcanzar la presidencia del Gobierno
- Explicará cómo está España según su punto de vista, haciendo especial mención a las ratios económicas alcanzadas, los datos de afiliación a la Seguridad Social, la última reforma impositiva, las medidas adoptadas desde el pacto antiterrorista o el nuevo plan contra la inseguridad ciudadana.
Habrá que ver cómo presenta Aznar los temas económicos y políticos para determinar en qué medida su punto de vista sobre el estado de la nación es, al mismo tiempo, una versión acerca del estado de la sucesión.
Desde aquella convención divertida de hace año y medio, la del adiós de Aznar, en la que los tres vicesecretarios del Partido Popular hicieron de cómicos aspirantes a la sucesión, algunas cosas han pasado. Una de ellas, por ejemplo, es que el candidato Jaime Mayor Oreja parece haber caído del coche en una curva del camino. Mucho antes de su ya célebre retraso en acudir a la sesión del Parlamento vasco en la que se debatían y aprobaban o rechazaban los Presupuestos, Mayor Oreja estaba fuera de juego.
De los tres iniciales, pues, todo el juego sucesorio pasó a perfilarse como un duelo. Rajoy versus Rato. Por supuesto, aquellos seguidores más apasionados de la política han visto -y todavía ven- la posibilidad de que Alberto Ruiz-Gallardón pueda ser una alternativa a los dos candidatos oficiales. Pero si siempre fue evidente que el coqueteo del ahora alcalde de Madrid con esa idea no pasaba de ser el sueño de una noche de primavera, el accidente que José Luis Rodríguez Zapatero ha sufrido en la Comunidad de Madrid ha terminado por reforzar a los candidatos clásicos.
Aznar siempre ha presentado a Rato como una especie de rey Midas, es decir, como el responsable de la fuerte expansión económica española iniciada en 1995 y consolidada durante las dos legislaturas del Partido Popular. Pero Rato no es, ni lo pretende, un técnico. Es un político que quiere ser, como él mismo ha dicho en voz alta en varias ocasiones, el próximo presidente del Gobierno.
La presencia de un líder tan fuerte y adusto como Aznar ha creado en el Partido Popular un vacío. Mientras gobierna y manda Aznar, ese vacío está lleno. Pero parece que el vacío se abre si se quita la figura de Aznar. ¿Pero tan difícil es imaginar un PP sin Aznar? Uno cierra los ojos y ve a Rajoy. ¿Por qué no? O a Rato. ¿Por qué no? Aznar demostró que interpretar el papel de presidente de Gobierno no era tan difícil como pretendía, por ejemplo, Felipe González. Y Rato o Rajoy -el orden no altera el producto- demostrarán, a su vez, que no resultaba tan complejo como pretende Aznar.
Pero esto será un dedazo, no se equivoquen. Y si va a ser así, ¿qué rasgos de los dos candidatos tendrá que valorar Aznar y cuál de ellos obtendrá más puntos en su cuaderno azul? Si se escucha a quienes piensan que, en realidad, siempre hubo un candidato, el delfín natural, Rodrigo Rato, lo único que necesita Aznar es que el delfín no sufra accidente alguno ni antes ni, claro, después de su nombramiento. Que no le pase a Rato lo que, por ejemplo, le ocurrió a José Borrell, que abandonó su candidatura a presidente del Gobierno.
Por ello, Aznar tendrá que valorar -algunos sostienen que esto está hecho- a cada uno de sus candidatos. Todos los aspectos de cada uno de ellos. Los temas personales y su teórico efecto en una campaña electoral tendrán que ser calificados tanto como los políticos y los profesionales.
La sucesión parecía ser un acto ritual al estilo vaticano. Pero otros menesteres políticos más prosaicos -la repetición de las elecciones en Madrid y los comicios catalanes, ambos eventos previstos para el otoño- convertirán la fumata blanca del papa Aznar en un hecho rutinario.
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