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Reportaje:CRISIS EN LA COMUNIDAD DE MADRID

Las 30 monedas de Judas que no llegaron a Tamayo

Algunos invitados insultaron y persiguieron a los tránsfugas y les lanzaron monedas

Carlos E. Cué

¿Vendrán, no vendrán? Los pasillos de la Asamblea de Madrid, llenos de periodistas ansiosos por conocer el desenlace antes que nadie, son el caldo de cultivo natural del rumor apresurado. Y ayer parecían una casa de juegos poco antes del debate. Pero, una vez más, los diputados tránsfugas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, optaron por enfrentarse a las cámaras y, sobre todo, al público. Trataron de usar el mismo truco que la semana pasada: entrar por el aparcamiento y en el último minuto, para acceder al pleno por una puerta lateral. Pero dos veces no cuela.

Existía la sensación de que la última vez los dos tránsfugas se fueron sin apenas insultos, y ayer había una especie de retén frente al ascensor por el que debían salir. "Sinvergüenzas, ladrones", les gritaron.

A la salida se oía por todas partes: "Chorizos, sinvergüenzas, peseteros, terroristas"
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Una vez comienza el debate, ni siquiera el público que llenaba como nunca las gradas podía presionarles, porque está prohibido decir nada. Aunque nadie les echó cuando muchos de ellos, los invitados de la izquierda, aplaudían a rabiar a Simancas. Los de la derecha sólo lo hicieron cuando el candidato socialista reconoció que la crisis, en parte, era también culpa suya. Había tanta gente que prohibieron el acceso de la prensa a las tribunas. Pero pocos aceptaron esa negativa tajante, y los bedeles se afanaban, con escaso éxito, en evitar que se colaran los informadores.

A la entrada, Tamayo y Sáez recibieron algunos insultos, pero fue a la salida cuando la cosa pasó a mayores. Sobre todo porque repitieron el recorrido, y allí había aún más gente para perseguirles por las escaleras: "chorizos, sinvergüenzas, peseteros, terroristas", se oía por todas partes, mientras los tránsfugas huían protegidos por los servicios de la Asamblea y lo que parecían ser sus guardaespaldas.

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Al llegar a la puerta del aparcamiento, estos últimos, con cara de pocos amigos, frenaron a la masa perseguidora, y entre cables de televisión, empujones y gritos, una invitada logró lanzar contra Eduardo Tamayo, aunque no le dio, un buen montón de monedas. "Son las de Judas", gritaba, "por traidor". El evangelio de San Marcos narra que Judas Iscariote, después de traicionar a Jesús, se arrepintió y fue a ver a los sacerdotes para devolver las 30 monedas de plata que le dieron por su traición. Pero no se las aceptaron, y las acabó lanzando al templo de manera displicente. Claro que éstas no eran de plata, sino de cobre y de 10 céntimos de euro.

Durante toda la sesión, tanto Tamayo como Sáez cambiaron su actitud del último día. El primero no dejó de tomar notas y responder a Simancas con gestos e incluso voces. Cada vez que el líder socialista le mostraba su desprecio o le vinculaba al PP, Tamayo negaba con la cabeza, se reía o decía algo incomprensible, frente al hieratismo de la semana pasada. Y sobre todo escribía como un poseso, preparando posiblemente su discurso de hoy.

Mientras, Sáez insistía en su perfil bajo. Era la única diputada que no tenía ni un papel sobre su mesa. Pero ya no miraba cabizbaja a su bolso, como la semana pasada. Pareció encontrar un punto fijo en el frente, y no movió de allí su mirada, ni siquiera cuando Rafael Simancas le recordó que de ella nada se sabe porque "no habla". A ratos entrecerraba los ojos, pero nunca en toda la hora y cuarto que duró el discurso un solo gesto pudo hacer pensar que lo estaba siguiendo, ni siquiera cuando su compañero escribía ansioso tras las acusaciones de Simancas. A la salida, cuando en un pasillo se le preguntó qué votaría hoy, Sáez ni siquiera miró al periodista, mientras Tamayo hacía un displicente gesto de "no voy a hablar".

Ya se sabía que el discurso del candidato socialista a la presidencia del Gobierno de la Comunidad de Madrid iba a ser muy duro contra el PP. Y también se esperaba que los bancos de la derecha respondieran con gritos a las acusaciones de Rafael Simancas. Lo hicieron, pero controladamente. Tanto que muchos de ellos optaron por reírse abiertamente. Mientras Simancas iba desgranando una por una las "casualidades" ya conocidas por la prensa que vincularían a los populares con la trama, los diputados ampliaban su sonrisa, a pesar de las gravísimas acusaciones.

Poco a poco, algunos perdieron los nervios y le llamaron "mentiroso". Hasta Esperanza Aguirre, que seguía con cara de asombro la exposición de Simancas, llegó a comentar con el consejero de Transportes y mano derecha de la dirigente del PP: "Eso es mentira". Pero cuando más se alteró la dirigente de los populares fue al hacer Simancas su propuesta de que todos los diputados madrileños hagan públicas sus rentas en el boletín oficial de la Comunidad. "Pero si ya son públicas", le dijo sin que se oyera mucho. Los bancos de IU aplaudieron a Simancas, y expresaron su protesta con una chapita en la que se podía leer: "contra la corrupción y sus instigadores".

En las tribunas, llenas a rebosar, había invitados conocidos, entre ellos representantes del mundo sindical y altos cargos socialistas que habían venido a arropar a su candidato en Madrid en este momento difícil. Todos pusieron cara de circunstancias, y apoyaron el ataque directo contra el PP.

Entre los bancos de la derecha, una de las personas que más evidentes gestos de desagrado hacía ante el discurso de Simancas fue el todavía presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz Gallardón, quien no dejó de mirar fijamente al candidato socialista. A pesar de su evidente malestar, se negó a expresar cualquier opinión alegando su condición de presidente en funciones. Y eso que algunos periodistas lo intentaron de todas las maneras: primero le gritaron "presidente", y nada, y luego probaron con "alcalde", pero ni por ésas.

María Teresa Sáez y Eduardo Tamayo abandonan la Asamblea de Madrid.
María Teresa Sáez y Eduardo Tamayo abandonan la Asamblea de Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

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