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Reportaje:TEATRO

Veneno azul para la memoria de Borges

Rodrigo García ajusta cuentas con el autor argentino en un monólogo que interpreta Marcial di Fonzo Bo y dirige Matthias Langhoff en el Festival Grec.

Javier Vallejo

En una mesa a la que ningún extraño se acercó porque unos tipos altos y fornidos estaban allí para evitarlo, María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges, asistía al homenaje que la Casa de América de Madrid brindó al escritor en su centenario: media docena de autores teatrales habían escrito otras tantas piezas de medio metraje, inspiradas en sus relatos. Se estaban representando en sesión continua. El tono general era evocador y complaciente. Hasta que apareció en escena un tipo alto, con la piel azul cobalto, las orejas puntiagudas, un objeto transparente y luminoso en una mano, una manzana en la otra y el hígado rebosante de bilis. Comenzó a hablar: "Lo vi en el café Tortoni a Borges, con la secretaria y el secretario y con Octavio Paz, el poeta que nunca se mojó por nada ni nadie, el poeta condecorado, el poeta insignia. Ahí estaban sentados los dos poetas insignia, los que nunca se mojaron por nadie...".

Borges, el monólogo que Rodrigo García escribió para la ocasión, fue como el regalo que un invitado osado hace explotar en el cumpleaños de un señor más importante que querido: mientras al homenajeado se le llenaba la cara de hollín, los convidados apenas podían contener la risa. Es lo único que trascendió de aquel ciclo de seis piezas. A su autor y director le ofrecieron proseguir las representaciones en un teatro, pero consideró que no tenía sentido sacarlas de contexto. Le pareció bien, sin embargo, que Carlos Rodríguez editara la obra en La Uña Rota, y que Marcial di Fonzo Bo, gran actor francés, de origen argentino, la remontara el año pasado con Matthias Langhoff, director alemán afincado en Francia. Su puesta en escena es la que ahora ofrece el Grec, festival de verano de Barcelona.

En Borges, Rodrigo García salta de la narración de tono autobiográfico a la ficción, sin que se noten los puntos de sutura. En el montaje que él mismo dirigió, su texto llegó químicamente puro al público en labios de aquel extraño ser azul, estático, en equilibrio inverosímil sobre el talón de un pie y la punta del otro. Juan Loriente, su intérprete, en vez de encarnar al chavalito argentino que quiere escribir como Borges -hasta que llega a adulto y su admiración se vuelve desprecio-, se convirtió en una alegoría de la mala baba. Fue de esas veces, pocas, en las que el actor es un médium. Había algo mágico en su interpretación, llena de cosas pequeñas, como el minúsculo campo de fútbol sobre el que pisaba (reproducción a escala del Boca Juniors, donde el personaje hubiera querido esparcir las cenizas de Borges tras volar su tumba): salvo la primera fila de espectadores, nadie podía apreciar que aquel rectángulo verde era una cancha, con sus bandas y sus áreas pintadas sobre césped auténtico. Pero allí estaba. Menos aún podía imaginar el público que Loriente había manuscrito y pegado el monólogo completo bajo el medio metro cuadrado de césped, para que sostuviera, literalmente, su interpretación. El trabajo bien hecho tiene, casi siempre, su mística.

Rodrigo García responde. ¿Por qué escribiste contra Borges?: "Esta obra fue un encargo. A los encargos hay que encontrarles el sentido, para no convertirte en un tipo 'que hace cualquier cosa que le piden'. El personaje está lleno de contradicciones, y yo las exageré. Lo bueno y lo malo. De Borges siempre se exagera lo bueno. En mi texto conviven la admiración por el escritor y algo de odio por el personaje público que podía haber asumido un compromiso político en aquel momento histórico salvaje de Argentina, que comenzó con Videla".

El montaje que ha hecho Langhoff tiene poco que ver con el de García. "La iniciativa partió de Marcial di Fonzo", explica el autor. "Tengo que agradecerle su pasión por mis textos. ¡Quiere hacerlos todos! Y pensó que a Matthias podía interesarle éste. Yo opté por el minimalismo en la puesta, por la contención en la interpretación, y por lo fantástico: ese personaje azul y orejudo que dice el texto. Como si yo tuviera miedo de decir eso y necesitara ser un extraterrestre para atreverme a hablar así. El montaje de Matthias es lo contrario: mucho más narrativo, acompaña la obra, da más pistas al público y tiene una visión política e histórica clara. Lo agradezco. Me gustan las sorpresas, que un director haga algo personal. Y que yo como autor...

desaparezca. De la interpretación de Di Fonzo, como de la de Loriente, no se puede decir nada. Son actores magos, y de esos hay pocos".

Borges, de Rodrigo García. Del 3 al 5 de julio. Mercat de les Flors. Barcelona. Se representa en castellano.

El actor Marcial di Fonzo Bo, en el monólogo <i>&#39;Borges</i>&#39;, de Rodrigo García.
El actor Marcial di Fonzo Bo, en el monólogo 'Borges', de Rodrigo García.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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