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CRISIS EN LA COMUNIDAD DE MADRID
Columna
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El plan B

A medida que se va teniendo conocimiento de las circunstancias bajo las cuales se ha producido la traición del diputado Eduardo Tamayo, se aprecia con claridad que no ha sido el resultado de "un calentón", como lo calificó casi inmediatamente José Luis Balbás, sino la consecuencia de un plan minuciosamente trazado y en cuyo diseño y ejecución han participado personas vinculadas con el Partido Popular. El PP ha estado antes del parto, en el parto y después del parto. En los días previos a su espantá en el acto de constitución de la Asamblea de Madrid, Eduardo Tamayo únicamente se comunicó con personas del entorno del PP. El día de la espantá habló cuatro veces en menos de una hora con un abogado próximo al PP. Y después de la espantá ha coincido con el PP en cuantas ocasiones ha sido preciso: elección de la presidenta de la Asamblea, formación del Grupo Mixto, constitución de la Diputación Permanente.

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Eduardo Tamayo ha sido un peón en la ejecución de un plan destinado a impedir que el PSOE e Izquierda Unida gobernaran la Comunidad de Madrid, que únicamente beneficiaba al PP y que no ha podido ser puesto en práctica sin el conocimiento previo y participación de personas vinculadas al PP y sin la seguridad de que la dirección del PP estaría dispuesta a dar por buena la traición y beneficiarse políticamente de ella una vez producida.

Cada vez se va viendo con más claridad que la traición de Eduardo Tamayo era el Plan B del que disponía el PP para el supuesto de que no diera resultado el Plan A, que era obviamente el de ganar las elecciones autonómicas. Las elecciones había que ganarlas o por las buenas o por las malas, con juego limpio o con juego sucio. Preferiblemente lo primero, pero sin descartar lo segundo.

La noche del 25 de mayo, cuando se tuvo conocimiento de los resultados, el Partido Popular ya sabía que se iba a producir la traición de los diputados socialistas. ¿Cómo se explica si no que el dictamen acerca de la compatibilidad de Alberto Ruiz-Gallardón como presidente en funciones y alcalde de Madrid lleve fecha de 29 de mayo, bastantes días antes de que se produjera la constitución de la Asamblea? ¿Cómo podía anticiparse, conocidos los resultados electorales, que Rafael Simancas no iba a ser investido presidente de la comunidad autónoma? Esto no ha ocurrido antes, ni en Madrid ni en ninguna otra comunidad autónoma. Jamás se ha puesto en cuestión después de unas elecciones autonómicas que se vaya a producir la investidura de presidente del Gobierno ¿Por qué en este caso sí se ha contemplado esta posibilidad y se ha solicitado un dictamen sobre esta cuestión? ¿Cómo se explica que el PP presentara a Concepción Dancausa como candidata a la presidencia de la Asamblea regional, cosa que no ha hecho en anteriores ocasiones el partido que no ha ganado las elecciones y no tiene por tanto la posibilidad de que su candidato/a sea elegido, si no es porque se sabía que se iban a ausentar de la votación dos diputados socialistas?

Sin la traición de Eduardo Tamayo no hubiera sido posible el golpe de Estado. Es obvio que la responsabilidad de que la traición se haya producido es del Partido Socialista, por haberlo incluido en su lista. Pero esa traición no hubiera sido posible sin el conocimiento previo de personas vinculadas al Partido Popular y sin el concurso, una vez consumada la traición, de la dirección del PP, que ha decidido dar por buena la quiebra de la manifestación de voluntad del cuerpo electoral del 25 de mayo.

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