El bochorno
Telefónica despedirá 15.000 trabajadores: es legal. Lo malo es que sea legal. Las leyes me aturden, y los legisladores y sus intérpretes me apenan. La España jurídica de hoy tranquiliza: es mejor vivir con pleitos que matarse con escopetas de caza en las lindes, aporrearse ante las urnas, cañonear pueblos apuntados por los telémetros de los generales políticos. No resuelven nada: amansan. El lenguaraz Jiménez de Parga, presidente del Constitucional, dice que su organismo está atorado: más de siete mil causas pendientes. Esto se multiplica en proporción a medida que se desciende en la escala de valores, desde el Supremo hasta cada juzgado de pueblo, donde empieza esta escala de Jacob.
Pero el problema no es numérico: es moral. Trata de la relación entre la Justicia teórica a su administración. Las interpretaciones del asunto de moda, sumadas al que ha quedado soslayado hasta que estalle en el País Vasco, son infinitas, como el número de juristas -al menos uno por cada habitante-. Uno de los traidorzuelos consultó a un abogado antes de dar su paso, y éste consultó a otros más sabios: se añade la triquiñuela de que el abogado va a casarse con una concejala de Gallardón, qué endogamia política. La distancia entre Ley y legítimo, entre derecho y razón, se agranda. El sistema es claro: las leyes las hace el Parlamento, y quien domina el Parlamento las hace a su medida.
Jugaban los niños de mi tiempo al rey de la montaña; uno se encaramaba a lo alto de un montículo y otros trataban de empujarle para ocupar la cumbre. Los que hoy gobiernan se encaraman al montículo de leyes entrecruzadas, con palabras seriamente difusas, para apoyarse en algo al que llaman Estado de derecho; y que fue llamado el Imperio de la Ley. La importancia de esta riña de gallos cacareantes es que es el preludio de las elecciones generales. Lo que hacen por agarrar Madrid es lo que harán por agarrar España: puede que menos. Está preparado desde el pequeño paso de los dos tipos hasta los insultos bien elegidos, el desprestigio injusto; lo que va a pasar el viernes, y lo que ocurrirá el lunes, y la primavera del año que viene. Está previsto. Mientras, España cae en uno de sus baches. El bochorno: bella palabra para el aire caliente, y para lo que ofende, molesta o avergüenza.
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