Los nuevos europeos
No sólo Harry Potter se nos ha hecho mayor. Este adelanto de verano ha acelerado, también, el brote de hombros y de vientres entre mis alumnas. He intentado explicarle a Naihare que la moda no obliga a ir sucia y que la ropa interior que se enseña, debe llevarse limpia. También a Rubén, que una cosa es venir a clase en pantalón-bermudas y otra, un poco distinta, en bañador-bermudas de flores estampadas, pero no sé si me ha salido bien la explicación.
Es cierto que cada vez se me hace más difícil, por no decir imposible, convencerles de que el saber estar en grupo supone delimitar la libertad personal.
De momento, Naihare, convertida ahora en Agustina de Aragón, y Rubén en D´Artagnan, han llamado a sus compañeros a las barricadas. Un rato después, la clase parecía la Comuna de París y yo estaba diciéndome a mí misma: ¿Eres tonta o qué?
Dentro de unos años todos ellos serán ciudadanos europeos, iguales ante la ley
El saber estar en grupo supone delimitar muy bien la libertad personal
La proclama dominante decía que, si esto es una democracia, cada uno puede ir como le dé la gana. Entonces, Frank ha exclamado: "Pues, no más, mañana me traigo la camiseta con la bandera española". Me he quedado en la duda de si Frank, que es ecuatoriano, quería provocar a sus compañeros o simplemente mostrar su afición por la selección de fútbol. En medio del follón, sus palabras no han pasado desapercibidas para Carlos: "Pues si ese viene con la bandera española, yo traigo una camiseta con el signo nazi". "No tienes ni idea chaval, se llama cruz gamada" -añade Rubén. Yo he empezado a ponerme verde, sintiéndome atascada y a punto de claudicar en el laberinto con la neurona reblandecida por el calor.
Sin embargo, estos chavales no se concentran demasiado en lo que hacen. Así que, de improviso, toda la atención se la ha llevado una marcha ciclista que desfilaba por la pantalla con forma de ventana que da a la carretera. Como si fuera algo nunca visto, el griterío ha hecho caducar mi explicación sobre la diferencia entre limitar y delimitar la libertad individual. Bien; librada por la campana. Hasta la próxima.
De todos modos, lo de las banderas es toda una prueba de fuego en la convivencia con mis tiernos discentes.
Unos días antes, les había puesto un trabajo escrito del temario en que tenían que relacionar los nombres de naciones con los gentilicios y las lenguas que se hablan en ellas. Me preguntaron si podían decorarlos con dibujos y colores y les dije que sí. Sonia preguntó si podían dibujar banderas. Apenas le había contestado, cuando declaró con voz poderosa: "Yo no pienso dibujar la bandera española, porque los españoles son fachas".
Sonia es colombiana, pero ya ha aprendido lo esencial para ser votante en el referéndum de Ibarretxe. Aunque la mayor aspiración de sus padres sea conseguir la ciudadanía española, Sonia ha descubierto que ser español no es nada comparado con ser vasco.
En esta ocasión no se montó la bronca y se pusieron a escribir y dibujar. Así que, sin levantar la voz, les fui diciendo que Sonia estaba equivocada; que los "fachas" son los que menosprecian a otras personas por su origen o por su condición; que, de entre los fachas, los peores son los que matan a quienes no piensan como ellos; y que, precisamente, de estos fachas tenemos en Euskadi una especie que no parece en vías de extinción.
La clase es un buen ejemplo de la teoría del caos. Nunca sabes cómo va a terminar lo que empieza. Esta vez, los lápices de colores tuvieron el efecto mariposa de mantenerles tranquilos un buen rato. Cuando me entregaron los trabajos vi que Enrique había pintado una bandera de España con los colores amarillo, rojo y amarillo. Le dije: "Estos colores no son" y me contestó: "Ya lo sé, pero me ha salido así".
Mientras miraba la extraña bandera Rubén, que es nieto de emigrantes originarios de Extremadura, me preguntó con una expresión muy seria: "Pero esto, ¿cómo va? ¿Como en los Estados Unidos, muchos Estados formando uno?". Y yo me armé de valor para intentar explicar con claridad la España de las Autonomías.
Me hacen sudar, porque las cosas obvias para los adultos, resultan muchas veces difíciles de explicar a los pequeños. Y te hacen poner en valor lo mejor de la máquina de pensar, lo prometo. Después de un buen rato de discurso geopolítico y constitucional, Rubén levanta la mano y me dice: "Pero, profa, yo no hablo de España, hablo de Europa, o sea, si lo que ahora se quiere hacer, es como hicieron en América dejando un cuadro de la bandera para añadir estrellas".
Europa es tan obvia para Rubén que su única curiosidad es si va a haber sitio en la bandera para tantos países. Sonreí emocionada, después de un sí rotundo y alegre, mientras pensaba que dentro de unos años todos ellos serán ciudadanos europeos, iguales ante la ley. Y cada uno será un mundo como ahora.
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