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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

A la espera de un debate feroz

Soledad Gallego-Díaz

El lunes día 30 debería producirse en el Congreso de los Diputados un gran debate político: la despedida de un presidente del Gobierno que ya no volverá a presentarse ante el Parlamento para rendir cuentas y que tiene la ocasión de hacer un balance de sus años de gestión, y la réplica de un jefe de la oposición que tiene que aprovechar la oportunidad para criticar ese balance, lanzar su propia candidatura y abrir, en la práctica, la precampaña de 2004.

Todo eso debería producirse, pero es muy posible que no tenga lugar y que la próxima semana lo que se celebre sea un debate muy distinto, marcado por la crisis de la Comunidad de Madrid y con sus dos protagonistas ferozmente enfrentados. El presidente del Gobierno, José María Aznar, según uno de sus colaboradores, quiere "dejar ganadas las elecciones a su heredero", y está dispuesto a mantener el tono inusitadamente agresivo de sus últimas intervenciones parlamentarias. Los dirigentes de su partido, incluidos los posibles herederos, se muestran encantados con esa estrategia.

De la actuación de Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados puede depender también su capacidad para seguir sofocando las críticas internas

Intervención enérgica

El último debate de Aznar sobre el estado de la nación (el próximo se celebrará después de las elecciones generales de 2004) "es antes que nada una ocasión para intentar abrir un boquete a Zapatero, y Aznar no es alguien que desaproveche las ocasiones", comenta con fervor un dirigente del PP, convencido de que el presidente del Gobierno y sus colaboradores están cambiando a toda marcha las líneas maestras de su discurso.

Aunque Aznar suele preparar esos debates con un grupo muy reducido de colaboradores, y su partido siempre llega sin saber cuáles serán sus argumentos principales, en esta ocasión prácticamente todo el PP apuesta por un discurso muy duro, dirigido directamente contra Zapatero. "Éste debería ser, en teoría, el gran discurso parlamentario de despedida de Aznar, en el que se colgara las medallas; pero es posible que ahora sea sobre todo un discurso de ataque", reconoce un importante dirigente popular.

El líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, por su parte, es consciente de la importancia del encuentro y sabe que sus compañeros de partido esperan de él una intervención enérgica que frene lo que algunos denominan "la cabalgada de Atila de Aznar". De su actuación en el Parlamento puede depender también su capacidad para sofocar las críticas internas que está provocando la gestión de la crisis por parte de su ejecutiva y de él mismo.

El escándalo de los dos diputados corruptos de la Federación Socialista Madrileña ha llegado en un momento especialmente malo para Rodríguez Zapatero. Primero porque acababa de salir de unas elecciones locales y autonómicas en las que obtuvo un buen resultado, pero por debajo de sus propias expectativas. Y segundo porque tenía en marcha una ampliación y reestructuración de su equipo personal de colaboradores, dando entrada a algunas personalidades nuevas y muy relevantes, como el historiador José Álvarez Junco, el filósofo Emilio Lledó o el economista y profesor Miguel Sebastián, ex jefe de estudios del BBVA, al que Zapatero desea ver frecuentemente en su despacho.

Algunas de estas incorporaciones habían provocado cierta inquietud entre miembros de la actual ejecutiva, pero en teoría debían haber tenido una buena acogida mediática. Todo ha quedado completamente aplastado por el estallido de la crisis de Madrid.

Hacer algo más

Según han ido pasando los días desde que se supo la traición de los dos diputados madrileños han ido aumentando también las voces que, discretamente, hacen llegar a la ejecutiva federal su opinión de que el PSOE debe "hacer algo más". "Nadie va a criticar públicamente cómo se está llevando el tema, mucho menos con un debate sobre el estado de la nación en puertas, pero es indudable que nuestros militantes y votantes esperan ese algo más", asegura un dirigente nacional.

Algunos dirigentes lamentan también que el pequeño grupo que se ha hecho cargo de la gestión de la crisis haya cerrado todas las puertas a posibles sugerencias o críticas internas. "Han dejado claro que no quieren oír ni una crítica, y eso puede haber sido, quizá, lógico en los primeros días, pero no se puede prolongar indefinidamente", asegura un dirigente provincial. El propio Rodríguez Zapatero, según un cargo socialista cercano a la ejecutiva, ha renunciado incluso a atender llamadas telefónicas de amigos, con los que antes hablaba con normalidad, para evitar esas posibles críticas o peticiones.

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