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Reportaje:

Sexo al aire libre en los Poblados Marítimos

La prostitución callejera se extiende hacia el Saler, mientras el Senado 'congela' la publicitada ley estatal

Servicio permanente Abierto 24 horas. Acceso directo. Seguridad, bajo mínimos. Relativa discreción. Rapidez garantizada. Estas características y alguna otra definen el escenario de prostitución que de nuevo se ha instalado en la zona de Poblados Marítimos, desde el antiguo camino de El Saler hasta la Malva-rosa, pasando por el corazón del barrio del Grao de Valencia, en plena calle, a plena luz del día, junto a colegios y en parques, en los portales, sobre los coches. El fenómeno no es nuevo, ni desapareció con la medida de colocar una carpa para disuadir a las extranjeras indocumentadas de esa práctica por la entonces delegada del Gobierno, Carmen Mas, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y la concejal de Asuntos Sociales, Marta Torrado. La presión policial y vecinal, incluidas patrullas nocturnas, lograron que las prostitutas se desplazaran y fueran menos visibles.

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En cuanto la protesta quedó silenciada y los efectivos policiales empezaron a rondar menos, el paisaje ha vuelto a ser peor aún que hace dos años. Ana L. D. es vecina de la calle de J. J. Dómine. Vive ahí con su familia desde hace más de diez años. "Lo que pasa aquí noche tras noche es inaudito. Lo sabe todo el mundo, lo sabe la policía, pero nadie hace nada. En la manzana en la que yo vivo, bajo mi ventana, puede haber hasta 18 prostitutas trabajando a la vez. Eso dura toda la noche, cada dos por tres hay peleas, se pegan navajazos, viene la policía, se lleva a quien sea y al día siguiente la historia se repite. Lo hemos expuesto a través del presidente de la asociación en la junta de seguridad y la respuesta es que están haciendo muchas actuaciones y no se puede hacer más". Desde la ventana de Ana, al igual que desde el comedor de Vicente e Isabel, que viven enfrente, la escena real responde al relato. La calle entra en plenitud de concurrencia pasadas las dos de la madrugada y la intensidad no cesa hasta las siete. A pocos metros, donde antes hubo un colegio, ahora solar, los trabajos sexuales se suceden en coches o en el suelo durante toda la noche. Es perfectamente visible y audible desde las fincas de alrededor.

Joseph, empleado de un bar próximo, afirma que "el problema no es sólo el de las prostitutas, ellas son unas víctimas más, es todo lo que hay alrededor. Han roto coches, hay peleas y destrozan cualquier cosa, los chulos han ajustado cuentas a más de uno, si pasas por aquí por error te limpian lo que lleves... es un caos".

Pero esa oferta sexual en la calle no se limita a la oscuridad de la madrugada. El pasado martes, por ejemplo, a las 18.00, en menos de 200 metros se concentraban bajo el sol en el antiguo camino de El Saler una docena de jóvenes de piel negra, mínimamente cubiertas y dispuestas a cualquier placer a cambio de dinero. El vigilante de seguridad de una de las empresas que aún mantiene sus instalaciones en esa zona, próxima a La Punta, explicaba: "A las diez de la noche no sabéis cómo está esto. Cuanto más tarde, más gente. Puede haber más de un centenar de mujeres, todas negras, algunas vienen en grupo en furgonetas, los coches se paran al borde de la carretera, se meten por caminos. En más de una ocasión alguna ha salido a golpes. La policía pasa por aquí, pero menos que antes, ya lo creo". Efectivamente, el jueves pasado, a la una de la madrugada, más de un centenar de mujeres mostraba sus virtudes físicas y lanzaba gritos de su oferta sexual a ambos lados de la carretera. En los escasos ensanchamientos de la vía, varios coches parados con las luces de emergencia en marcha. Isabel, así se hace llamar una de ellas, de origen guineano, asegura, con 21 años, lleva 11 meses en Valencia y esa es su ocupación. Reconoce que hay varios hombres que las protegen, las alojan y cobran parte de lo que ganan. "Ya sabía a lo que venía, pero no tenía otra opción. Esto es lo que hay. No me pregunte nada más, sería un problema que a alguna de nosotras nos vieran hablando con personas que no son clientes". Fuentes policiales aseguran que el caso de Isabel se repite en la mayoría, que se han hecho redadas y se ha aplicado la ley de extranjería, pero poco más.

Cuando cae más la noche, las chicas se desplazan hacia la sede militar que hay justo al lado del instituto público del distrito. En la última reunión de seguridad del barrio, dos presidentes de asociaciones de vecinos expusieron al jefe de la Policía Local en qué estado amanece la entrada al centro. "Los preservativos usados se cuentan por decenas, hay ropa interior tirada, alguna vez aparecen papelinas, y los niños ven eso un día detrás de otro, el director del centro puede dar fe de ello", explica Juan, presidente de la asociación de vecinos del Grao. Y agrega: "Hace no más de dos semanas que fue la reunión. Cuando se lo explicamos al jefe de la policía, nos contestó que ellos patrullaban y no veían nada. Nosotros les dijimos que eso no era cierto, que nosotros teníamos fotos y vídeos que lo demuestran. A las siete de la mañana del día siguiente una dotación de la policía estaba a la puerta del centro. No ha vuelto".

Los vecinos han denunciado al Ayuntamiento que las mafias de la prostitución más marginal se están instalando de nuevo en la zona, donde además, hacia la Malva-rosa, trabajan las inmigrantes irregulares procedentes de países del Este, cuya presencia certifican los restaurantes y locales de copas en la zona y donde se han registrado varias reyertas entre chulos y gorrillas. Su percepción, dice el presidente de la asociación del Grao es que "quieren dejar que este barrio, que estos barrios, sean puticlubs al aire libre para que el deterioro y la inseguridad nos obligue a todos a marcharnos y puedan especular a sus anchas. Hemos visto más de una vez cómo ha quedado alguna de las chicas después de que el chulo de turno le ajustara las cuentas. Más de una vez ha venido por ello la ambulancia o la policía. Pero ni siquiera por la dignidad de esas personas se presta atención a un problema de seguridad, de convivencia y de respeto que encierra un mundo delictivo".

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