Las buenas intenciones
Lo había anunciado previamente Niña Pastori: cantaría flamenco en el Real. El título del concierto que aparecía en el programa, Puro flamenco, insistía en el concepto. Y ya en el escenario una vez más nos contó lo contenta que se encontraba por cantar de nuevo flamenco, que a ella personalmente le encantaba pero las circunstancias que en ocasiones se dan en el arte la habían llevado por otros caminos.
Era una declaración de intenciones en regla. Yo había escuchado cantar flamenco a la Pastori siendo ella realmente una niña, en 1993, cuando vino a Fuenlabrada para participar en un homenaje que se le hizo al cantaor Chato de la Isla, y entonces apuntaba maneras que prometían. Pero las buenas intenciones se quedan con frecuencia sólo en intenciones.
Puro flamenco
Cante: Niña Pastori. Guitarra: José Carlos Gómez. Percusión: Chaboli. Contrabajo: Martín García. Cuarteto de Cuerda Andrés Segovia. Palmas: Trío de Jerez. Baile: Diego Cortés. Teatro Real, Madrid, 18 de junio.
La cantaora hizo, por supuesto, estilos flamencos. ¿Pero cómo? De entrada, a palo seco, unos martinetes que defendió volcándose en ellos con pasión, pues evidentemente Niña Pastori puso mucho interés en dar una alta medida de su arte en el Real, lo más importante -dijo-, con el Ave María que cantó recientemente para Juan Pablo II, que le ocurría este año.
Después la cantaora hizo seis u ocho cantes más, soleares, malagueñas, alegrías, tientos, bulerías... Pastori tiene conocimiento de los géneros, y tiene sentido del compás, se ajusta a los cantes con el toque amigo de José Carlos Gómez, quien la conoce bien y sabe emplear su guitarra del modo que facilite el trabajo de la cantaora, que no siempre lo tiene fácil quizás por la falta de costumbre. El cante jondo exige una dedicación del intérprete, quien si no frecuenta su ejercicio acusa entre otras carencias una cierta rigidez expresiva.
Niña Pastori tuvo, pues, una fortuna variable en los diferentes estilos. Me gustó en las soleares, me gustó en alguna serie de las bulerías que hizo, me gustó parcialmente en otras cosas. Pero en términos generales, y si nos atenemos a lo jondo, me pareció carente de poder y de jondura, con una tendencia a la monotonía que pesó lo suyo.
Cantó también algunas de sus canciones habituales, donde se desempeñó obviamente con mucha más facilidad. El público conoce sus grandes éxitos y a veces se los corea. En estos temas Pastori incluyó, por primera vez según declaró, el cuarteto de cuerda Andrés Segovia, que añadió un elemento de sonido lleno de encanto. Y no faltó el número del niño bailaor, siempre resultón; Diego Cortés, sevillano de seis añitos, hizo sus piruetas y chupó cámara con el beneplácito de la audiencia. El mismo beneplácito que mostró hacia la cantaora, pues el público está demostrado que es siempre complaciente.
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