La 'historia' de Hillary
¿QUÉ ES EXACTAMENTE lo que pasa con Hillary? Simon & Shuster, que pagó la exagerada cantidad de ocho millones de dólares a nuestra senadora de Nueva York por su Living history, ha elaborado cuidadosamente un método para recuperar su inversión. Junio es un mes bastante pobre en acontecimientos culturales, y Hillary domina la escena con sus firmas de libros. Barnes and Noble ha bajado inmediatamente el precio recomendado de 30 a 23 dólares. Para las copias firmadas, este precio es una ganga. Esta producción ha requerido la participación de hábiles especialistas del montaje, escritores fantasma y expertos en relaciones públicas. Barbara Walters parecía incómoda al realizar la primera de las grandes entrevistas, y, como lo hizo cual ferviente admiradora, uno supone que ésa era la única opción que le dejaron a cambio del privilegio. El también cuidadosamente calculado
periodo en el que Hillary ha sido la dócil y
sumisa senadora del Estado de Nueva York, que no hacía más que buenas obras
y que no quería atraer la atención como celebridad (esa misión también ha sido cumplida),
también ha llegado a su fin.
El objetivo del libro no es ser interesante, cosa que, a pesar de la cantidad de negros que intervinieron en él, no es. La intención es allanar el terreno para la futura carrera política de Hillary, lo cual lo convierte en una lectura embarazosa. Durante el instituto, tras el asesinato de Kennedy, Hillary se introdujo en la política activa como chica Goldwater (Goldwater era la facción de derechas del Partido Republicano). Pero quiere hacernos creer lo mucho que le conmovieron los asesinatos de los Kennedy, los programas de reforma social de Lyndon Johnson y la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King. Si tanto le afectó todo aquello, ¿por qué estaba tan en contra de los demócratas?, ¿por qué no fue al menos una republicana moderada? La respuesta es fácil: fue una chica Goldwater porque vivía en una ciudad republicana de derechas. Cuando se trasladó al este para ir la universidad, esas opiniones políticas podrían haberla hecho tan popular como un seguidor de Franco que viviera en la Orilla Izquierda en el París de los años sesenta. Y Hillary pasó de republicana moderada a demócrata cuando conoció a Bill.
Y Hillary tenía que ser popular, porque ella siempre necesitaba ser presidenta de algo. Luego están las frases de usar y tirar, al servicio de un programa que no llega a quedar claro para el lector: "Mi buena amiga Betsy Johnson acababa de volver de un año de estudios en la España de Franco... quedaba una constante. Yo siempre podía contar con la amistad de Betsy y compartíamos nuestro interés por la política". ¿Qué significa esa frase sin sentido? Probablemente, teniendo en cuenta cómo funciona la mente de Hillary, su amiga y ella, considerando sus afiliaciones en aquella época, no tenían nada que objetar a la España de Franco. Ahora que está intentando presentarse a sí misma como una liberal, la palabra Franco se adjunta a la de España. Es evidente que no puede poner objeciones a Franco en boca de su amiga de forma retroactiva, por lo que el final del párrafo se queda descolgado.
La explicación de Hillary sobre cómo consiguió 100.000 dólares de beneficio por una inversión de 1.000, un reembolso bastante notable para una novata en Bolsa, es que "tuve suerte". Su explicación del suicidio de su mejor amigo, Vince Foster, es patética. "Al ser
un hombre meticuloso, decente y de honor,
se sintió como si hubiera abandonado al presidente... y a mí, por no haber llegado a entender...". En Hillarylandia, la culpa siempre
es de otra persona. A ella no le parece raro
no haberse dado cuenta de que su mejor amigo sufría una depresión.
Los pasajes más auténticos del libro son sus recuerdos un tanto nostálgicos de la relación que tuvo con Bill en su época de estudiantes. Pero nadie se creerá, después del juicio por el caso Paula Jones, después de todas las demás mujeres y después de que el vestido azul con semen de Lewinsky saliera a la luz después de que todo el país se enterara, que Hillary no supiera que Bill había tenido una aventura con Monica. Lo que nunca le permitieron decir a Bill Clinton, que podría haber hecho más humanas sus andanzas, más comprensibles, es que los Clinton ya llevaban bastante tiempo llevando vidas separadas.
Living history termina así: "Saltamos y rodamos por el suelo de mármol. Mi marido se
adelantó, cogiéndome en sus brazos, y nos
pusimos a bailar por el largo pasillo. Después le dije adiós a la casa en la que había pasado ocho años viviendo la historia". Y así termina el culebrón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.