'Primera Página'
Mi colega y compadre dominical en estas páginas, Enrique Cerdán Tato, presentó anteayer en Valencia Antología de la aberración, una colección de sus artículos publicados bajo ese epígrafe entre 1970 y 1971 en el extinto diario de Alicante Primera Página, recogidos y anotados ahora excelentemente por Fernando Abad para la editorial Denes. Más de 30 años, pues, nos distancian de aquella aventura o temeridad para la que, ignoro todavía por qué motivo, se me movilizó con la misión imposible de llevarla a buen puerto. Una experiencia periodística ciertamente inútil, dado que no sirvió para aleccionar y prevenir acerca de otras similares tanto por su propósito y desarrollo como por su calamitoso desenlace.
Ahora, con la perspectiva y el sosiego que propicia el tiempo transcurrido, se puede evocar sine ira aquella acometida editorial, mixtura de quijotismo y despropósito, en la que el glosado compañero compartió agobios y delirios por algo más, cómo no, que la parca y precaria soldada. Él fue, junto a los socialistas de viejo cuño, Miguel Signes y Rafael Azuar, el columnista de plantilla en circunstancias políticas todavía opresoras y tan solo atenuadas por el talante de un censor benemérito (José Antonio Campos Borrego) que, no sin riesgo, ya barruntaba el cambio o esperaba a que el periódico se asfixiase de un momento a otro en sus propias miserias.
Este remedo de transigencia, de consuno con la militancia política y el aprovechamiento de la oportunidad fue el crisol en el que se elaboraron estos artículos que, a la par con otras osadías informativas, justificaban el iluso y acaso ilusionante eslogan de aquellas páginas: "Un periódico sin jaula", excepción hecha de la indigencia que nos atenazaba. Sin embargo, tengo para mí que, a pesar de tales estrecheces, y probablemente por ellas, esta antología que comentamos figura entre lo mejor de la vasta producción periodística de Cerdán Tato. Lidiar con la libertad, o su falta, aguza el ingenio, sacude la erudición y hasta pule la sintaxis, que en el caso de mi "compa" siempre han sido de muchos quilates. Y ahí está la prueba, muy recomendable para columnistas en flor y catadores de las buenas letras.
Pero en realidad, mi intención no era tanto argüir (aunque también) las bondades de un libro como la fatalidad del diario en el que cuajó y del que, como contrapunto y paradoja de las desgracias que lo cebaron, pudo haberse convertido en un gran rotativo. Faltó el canto de un duro y sobró codicia por parte de su editor, pues en su mano estuvo concertar una asociación con el propietario de La Vanguardia, el conde Godó. Todo estuvo a punto de caramelo para que el poderoso diario barcelonés pusiese una pica en Alicante dotando de recursos personales y técnicos una aventura que, ya está anotado, pervivía por el denuedo de sus trabajadores. Cómo hubiese resultado el mapa mediático del País Valenciano es toda una cábala sugestiva por la amenidad de las hipótesis que autoriza.
Pero no se consumó tal solución providencial y el audaz periódico se extinguió en un via crucis de penalidades. Queda el pírrico consuelo de pensar que al amparo de un editor opulento Cerdán Tato no hubiese podido escribir estas luminosas columnas que gozan todavía, ay!, de sorprendente actualidad. Éste es el legado de aquella conmovedora insensatez que sus protagonistas defendieron con abnegación y liquidaron con dignidad.
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