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Columna
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Militantes

Resulta obvio señalar que el único partido valenciano que afronta el inmediato futuro libre de cargas internas es el PP. Su presidente regional ha hecho saber que nadie debe ponerse nervioso, porque "hay para todos". De hecho, cuando hay para todos casi nunca nadie se toma la molestia de guardar para cuando no hay. En la política valenciana, y, en general, en la española, las sequías se intuyen de lejos pero sólo provocan pujas secretas por quedarse a buen recaudo cuando llegan, no seminarios o debates para encarar las crisis con tiento. Al CDS le sobrevino una muerte súbita (anunciada ya en su negativa a pactar con el PRD y CiU en las generales del 86) sólo mitigada por el hecho de que debía reacomodar a pocos militantes con cargo, que, además, le vinieron muy bien a quien con sus despojos ganó en credibilidad centrista y democrática (el PP).

UV, otra aventura con estación de llegada en el fiasco, creció a la par que una batalla alentada por la derecha de siempre para hacerse un hueco creíble en la política democrática valenciana; su parapeto bajo los pliegues de la Senyera para ocultar su comodidad bajo el franquismo todo el tiempo que durase la superación de la asignatura democrática por parte de la derecha no le dio para mucho. Llegado aquello, UV encontró en su frágil envoltorio la fecha de caducidad, y, con ella, la diáspora de los más hábiles hacia la nave nodriza que la ha dejado con lo puesto.

El antiguo PC, que entró en la transición con los mejores pertrechos, entre sus fracasos electorales, el premio concedido por los electores a su más poderoso competidor (un PSOE improvisado a marchas forzadas a la muerte del dictador), sus batallas internas, y, finalmente, la caída del comunismo, le fueron sangrando hacia el PSOE y hacia escisiones que acabaron en la nada. La afluencia del personal del antiguo PCPV a las ubres socialistas fue espectacular y el que (todavía) resiste, no necesita demasiada cancha para durar, aunque ya no se les oculta que los tiempos que vienen les colocarán en la tesitura de disolverse definitivamente en EU, si no quieren quedarse solos en ella, y solos ante las expectativas de voto de la gente de izquierdas.

Los nacionalistas del BNV (antes UPV), ante la sequía de sus cosechas de cargos no parecen verse influidos por las desgracias del fracaso en sus biografías; pero ésa es solo una apariencia pues los primeros y ya relucientes fracasos políticos se fueron saldando con la fuga de buena parte de sus simpatizantes más caracterizados hacia opciones con expectativa de poder, y, especialmente, el PSPV-PSOE, que, en los años ochenta, fue un refugio de lujo para todos los nacionalistas valencianos que con la llamada al voto útil y a las políticas de lo posible incluso encontraron en el apoyo explícito de Fuster al PSPV la fórmula para hacer lo propio sin problemas de conciencia.

Al PSPV-PSOE, finalmente, le atacó una crisis de libro: mientras nadó en la abundancia fue capaz de mantener pactos estables para el reparto interno de poder, pero en cuanto llegaron las privaciones, saltó por los aires la vieja omerta trabada al amparo del pleno empleo orgánico abocándose a una etapa -todavía viva-, donde los viejos líderes se han vuelto invisibles y, en su lugar, segundos espadas mantienen una evidente tensión a muchas bandas que sólo un improbable triunfo electoral podría jubilar.

Los referidos son datos de una cultura partidaria que dista mucho de ser virtuosa o edificante, y, parece que tampoco al PP le urge corregirla.

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