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Crítica:ÓPERA | 'Pedro el Grande'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una imaginación delirante

Con motivo de la celebración del tricentenario de San Petersburgo, la Ópera Helikon de Moscú se ha lanzado a una nueva producción de Pedro el Grande, ópera cómica en tres actos de Grétry, estrenada en París en 1790, recibida en clima de éxito, posteriormente censurada y después caída en el olvido, hasta la recuperación en Compiègne en 2001 y esta revalidación en 2003 desde Rusia. El teatro Liceo de Salamanca la ha incorporado a su temporada de ópera.

El argumento es como un cuento inspirado en hechos reales, y se centra en los años que el monarca Pedro el Grande se hace pasar por un trabajador en unos astilleros para comprender mejor al pueblo. En esos años y en ese entorno conoce a la futura emperatriz Catalina. Las similitudes con Luis XVI y el contexto de la Revolución Francesa estaban servidas. Grétry era uno de los compositores más emblemáticos alrededor del movimiento de la opéra comique en París en la segunda mitad del XVIII. La adaptación de la prosodia francesa a la ópera italianizante había contribuido a su aceptación y hasta popularidad. Lo que pasaba en la calle no podía resultarle indiferente.

Pierre le Grand

De André-Ernest-Modeste Grétry. Helikon Opera Theatre de Moscú. Dirección escénica: Dmitri Bertman. Dirección musical: Serguéi Stadler. Teatro Liceo Salamanca, 8 de junio.

Dmitri Bertmann y su grupo Helikon hacen una versión trepidante, rebosante de imaginación, de comicidad, de recursos narrativos. No se ajustan al pie de la letra al libreto de Jean Nicolas Bouilly (se incluye el texto original en el programa: un detalle positivo), traducen una parte de los diálogos hablados al ruso y otra al español para facilitar la comprensión (también se emplean sobretítulos) y, en pleno delirio teatral e irónico, uno se puede ver sorprendido con unas frases musicales de La traviata, alrededor de la expresión croce e delicia, o con el comienzo, en perfecto castellano, del popular Bésame mucho.

El ritmo escénico es sencillamente irresistible. Predomina el carácter de fiesta, de comedia hilarante. El sentido del humor es autocrítico con los tics del género operístico, pero la ternura no desaparece en ningún momento del planteamiento. Alfonso Sebastián ha definido Pedro el Grande como una especie de "Flauta mágica a la francesa" y como una ópera "psicoterapéutica". El grupo Helikon salpimenta los valores colectivos de afirmación moral con una sonrisa escéptica. De una manera muy fina no queda títere con cabeza, y es que, como diría Falstaff, "todo en el mundo es burla".

Mecanismo de relojería

La representación funciona como un mecanismo de relojería. Las escenas de masas son prodigiosas: el baile de las nadadoras, por encima de todas. La escenografía es mínima, aunque de una eficacia en la utilización de los recursos asombrosa. Los valores teatrales están en lo más alto. Todo está alrededor del actor, tanto en su aspecto individual como en la organización del movimiento colectivo. Además, la compañía tiene un nivel vocal más que aceptable, tanto en los principales solistas como en el compacto y a la vez flexible coro. A ello hay que añadir una prestación orquestal notable, llevada con mucha espontaneidad por Serguéi Stadler. La orquesta, por cierto, ocupaba cuatro palcos laterales adicionales, al ser insuficiente el foso.

Helikon representa en la actualidad un ejemplo de cómo hacer ópera como teatro con naturalidad, sin que los presupuestos económicos se disparen. Es el triunfo de la fantasía desde la sencillez, el modelo de una forma de trabajo no por antigua menos necesaria. Ver y escuchar una ópera en estas condiciones es un privilegio.

Una escena de la ópera <i>Pedro el Grande, </i><b>dirigida por Dmitri Bertman y Serguéi Stadler.</b>
Una escena de la ópera Pedro el Grande, dirigida por Dmitri Bertman y Serguéi Stadler.

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