Jazz de ambos lados de la frontera
Diecinueve músicos de Euskadi, Navarra y Aquitania forman la primera 'big band' estable del País Vasco
No hay barreras para la música, ni siquiera para un género relativamente minoritario como el jazz, sobre todo, si nace de la sensibilidad de músicos reconocidos, agrupados en una banda como la Pirineos Jazz Orchestra, la primera big band transfronteriza del continente y la única estable de Euskadi. La formación, promovida por asociaciones musicales del País Vasco, Navarra y Aquitania, se subió por primera vez a un escenario en Brujas el pasado 18 de abril. Después recaló en el Palacio Euskalduna de Bilbao y ayer mismo, en el Teatro Gayarre de Pamplona.
El Seminario Internacional de Jazz y Composición de Bandas Sonoras de Zarautz fue el caldo de cultivo para la gestación de este ambicioso proyecto, dirigido por Iñaki Askunce. "En este marco confluyen durante unos días los grandes jazzistas de España y no sólo como profesores, también se encuentran sobre el escenario en el festival paralelo", explica Manu Aguirre, promotor de la banda. Allí fue donde tomó cuerpo un deseo muchas veces expresado, pero nunca materializado. "Había big bands pedagógicas, pero ninguna profesional", cuenta Aguirre. "Entonces hablamos de constituir una formación estable y poderosa, constituida por los mejores músicos del País Vasco, Navarra y la región francesa de Aquitania".
Seis o siete conciertos al año
Dicho y hecho. La orquesta, una banda donde casan ideologías, culturas, idiomas y distintas formas de concebir la música, nació en enero pasado con financiación de los tres territorios -64.000 euros- y con todo a su favor para llevar al público a las salas, empezando por el prestigio de sus integrantes: el pianista Iñaki Salvador, el contrabajista Gonzalo Tejada, el trompetista Jacky Berakoetxea -uno de los directores musicales-, el saxo Mikel Andueza, la cantante Laura Ridruejo... Así hasta 19 músicos, que no viven en la misma región y deben compaginar su actividad en la orquesta con sus proyectos en solitario o en pequeñas formaciones. "Por eso nos planteamos hacer seis o siete conciertos al año: estamos dispersos, es difícil de mover y sale cara", apunta Salvador. Trabajan con una fórmula de encuentros bimensuales porque ésta es una banda "de alto rendimiento", dice Aguirre, una formación de músicos profesionales que apenas necesitan ensayar para rendir en el escenario.
En todo caso, no es más que el primer paso de una formación que aspira a estimular la composición para orquestas de jazz, entrar en el mercado de grabación de bandas sonoras y dar salida a los músicos que han debido forjarse su trayectoria fuera de Euskadi. Su proyecto más inmediato es grabar un CD con su repertorio: una combinación de temas populares vascos en clave de jazz, temas originales de miembros de la banda y arreglos de clásicos del género. "Para tocar buen jazz no hace falta ser negro, ni norteamericano", concluye Aguirre.
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