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DON DE GENTES
Columna
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La osa mayor

Elvira Lindo

DESDE QUE ME HE VUELTO rubia he empezado a entenderlo todo. Yo tenía una rubia en mi alma y no me había dado cuenta. Cuarenta y un años en la más absoluta ignorancia. Ahora echo cuentas de todo lo que gasté en psicólogos y me tiro de los pelos porque mis neurosis venían de esa rubia interior que tenía reprimida. Y pensar que me he pasado años siendo pelirroja. A santo de qué. Porque ser pelirroja y de Moratalaz, como que no cuadra. Ha sido el cambio mayor de mi vida. Fue en Jacques Dessange, que es la peluquería donde me echo la siesta, porque te lavan la cabeza acostada, y eso es algo que las personas un poquito atacadas agradecemos bastante, aunque para que yo me esté quieta me deberían poner, en vez de bata, una camisa de fuerza, porque es ponerme el tinte y me empiezan a picar todas las partes de mi cuerpo. Soy muy psicosomática y todo me afecta. En total, que estaba tumbadurria esperando a que me pusieran la plasta del tinte y tuve de pronto una clarividencia: me di cuenta de que la España de las Autonomías se ha llenado en los últimos veinte años de pelirrojas. Algunas fuimos pioneras en el campo del tinte violento, pero es que ha llegado un momento en que te paseas una noche de domingo por Chueca y es que no ves más que cabezones rojos. ¡Y eso sí que no, me niego a ser del montón! Por eso decidí ser rubia. Eso sí, dejándole bien claro a Eduardo, mi peluquero y sin embargo amigo, que no quería ser una rubia del PP (en el PP se trabaja mucho la mecha), sino una rubia desatada, una rubia sin moral alguna. Mientras la plasta me hacía efecto en el cuero cabelludo me dormí, pero un ronquido furioso que expulsé por la boca me despertó y, alucinas: me encontré tumbado en el lavabo de al lado a Figo. Les parecerá exagerado, pero de alguna manera yo siento como que he pernoctado con dicho As del balompié. Despertarse rubia y con Figo; qué fuerte, Mari. Y a partir de ahí como que empecé a vislumbrar que a las rubias la vida les sonríe. Esa noche yo tenía cena con los Reyes de España porque le daban el Premio Mariano de Cavia a un escritor. A ese que le dan un premio cada cinco minutos. Y no digo el nombre porque ¡ya está bien, hombre, ya está bien! A ver si repartimos un poco el temita de los premios. Y no lo digo por mí, que de alguna manera soy la que recauda la parte crematística de dicho escritor, lo digo por los otros escritores del Estado, que también tienen derecho. Y también tienen envidia, a qué negarlo.

Me pusieron a la cola para saludar a los Reyes, y cuando la Reina me dio la mano me sentí (a nivel estatura) como Rigoberta Menchú, pero en rubio y sin traje regional. Y luego me pasaba una cosa curiosa: yo intentaba esquivar en aquel salón a sus Majestades (porque no sé ustedes, pero a mí no se me ocurre de qué hablar con esas personas tan altas) y a cada rato me topaba con ellos y siempre había alguien que me los volvía a presentar. Ellos debían preguntarse: "¿Quién es esta Rigoberta tan omnipresente?". Por cierto, que en una de esas me choqué con Ruiz-Gallardón, al que felicité, porque lo cortés no quita lo valiente, y porque soy coqueta y me gustan los hombres inteligentes, aunque sean de derechas. Y me dijo Supergallardón, que es listo como un zorro, que me agradecía en grado sumo mi felicitación y más aún sabiendo que yo no le había votado. Desde aquí te lo digo, Supergallardón: cuánto sabes.

Ay, madre mía, qué perraca soy y cuánto me gusta brujulear. Me senté a cenar. Yo veía al escritor (al que le dan todos los premios) departir encantado con la Reina: ¿pueden creer que me puse ligeramente celosa? Mis amigos, que me conocen, lo creen. Tengo aires de grandeza hasta para elegir a las mujeres de las que siento celos. Pero decidí vivir el momento y me puse a hablar con mis colegas de mesa. Entre ellos estaba la mujer de Álvarez del Manzano. Hablamos de mujer a mujer. Las dos tenemos hombres que nos adoran, aunque su santo es una perilla fundida y el mío está insultante. Pero mi descubrimiento de la noche fue ese hombre de ojos semicerrados y gafas tremendas: Martín Villa. Quién me iba a decir a mí, joven airada y comunista de la Transición, que algún día sería rubia y que cenaría con Martín Villa, y que no sé por qué extraña razón empezaríamos a hablar del mundo de los Osos Gays (por la película de Albaladejo) y que yo empezaría a contarle en qué consiste la estética del Oso: peludo, fortachón, sanote. Y que él me escucharía con los ojos cerradillos, como si quisiera retener toda esa extraña información en su memoria. Qué oportunidad perdida de haber hablado de los secretos inconfesados de la Transición. Dice mi santo que tengo la habilidad de generar conversaciones inauditas. Pero yo sé que el mundo del Oso Gay agradece que yo sea su embajadora. Los Gays llaman Mariliendres a las chicas que siempre van con Homos. Ahora Leopoldo Alas se ha sacado de la manga un nuevo término: Osaliendre. La que siempre va con Osos. Y dice que yo soy la máxima representanta. Desde aquí te lo digo, Leopoldo: detallazo. Y porque no me pusieron al lado de la Reina, que yo a la Reina acabo hablándola del Mundo Oso. ¿Que no te lo crees? Tú a mí no me conoces. Yo soy chiquitilla, y de pie, me acomplejo y me vuelvo Rigoberta; pero sentada, sentada no tengo límite. Y más ahora, que soy rubia.

El futbolista portugués Luis Figo, en un entrenamiento.
El futbolista portugués Luis Figo, en un entrenamiento.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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