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Columna
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Pego, bien

Dispararon tracas en Pego El Día Después, y se interpreta el "vuelco electoral" (parece que definitivamente pactado por todos los demás) como "una de las noticias más esperadas": desalojar de la alcaldía a un energúmeno. El dictamen de la urnas será sagrado, pero nunca entenderemos ciertos resultados, ni nos explicamos que semejante tropa pudiera enseñorearse de Pego durante tantos tiempo y además con una mayoría tan contundentemente absoluta como eran 10 de 17 concejales.

Reinventó Carlos Pascual los términos "caciquismo" y "alcaldada" revitalizando los bríos de la autoridad para mis bolsillos y por mis cojones, antes desdibujados por la mariconada esa de la democracia.

Es historia de Pesadillas, cómo cambiaba el sentido de las calles en una reordenación constante de tráfico, o cómo seccionaba con un muro una calle, arrancando de cuajo la escalera de los franciscanos acabada de arreglar... Simples anécdotas en un municipio donde se ha inflingido un urbanismo voraz con desprecio por el medio ambiente (ver el marjal) mientras los equipamientos se deterioraban: hasta desobedecieron la condena judicial por la muerte de un niño en las destrozadas gradas del estadio.

El llamado Barret y los suyos se adjudicaron sueldazos, cotizándose a 1.800 euros comisiones que no duraban 5 minutos (la oposición sólo recibió 360 por 4 meses). Cobraban por inaugurar cosas o hacer de jurados. Los tribunales les obligaron a reponer 202.000 euros, y en represalia el pleno tardó en convocarse 2 meses, durando 14 horas. Expropió el bar donde se reunía la oposición, a quienes llamaba perreros y cerdos, insultaba y agredía a ciudadanos, desalojaba a concejales, vecinos y medios de comunicación... y en su delirio ponía en duda el sano juicio de técnicos que no le secundaban. Canceló un programa de la radio municipal expulsando al equipo porque iban a entrevistar a contrincantes: estaba prohibido hablar de política sin su permiso.

Dicen que no quiso cobrar las basuras antes de las elecciones. Pero de poco le ha servido a este personaje bananero, procesado y manifiestamente violento, que enfangó al pueblo en una política de bramido y puntapié. Felicidades, Pego.

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