Fina estampa
Los toros parecían recién salidos del salón de belleza. Guapos de verdad, limpios, lustrosos, bien vestidos, todos con calcetines blancos, como si vinieran de la primera comunión, bajos de estatura, pero bien hechos y armados. Toros de fina estampa. Una preciosidad estos patas blancas que presentaba Barcial.
Pero algo hacía pensar que había truco. Todos salieron andando, sin prisa, con cierto aire de chulería en el semblante. Se paraban en la misma puerta de chiqueros, oteaban el horizonte y ponían cara de despistados. Ciertamente, aquella no era la fiesta para la que con tanto esmero se había acicalado. No hacían caso a los capotes y cuando, por fin, acudían se declaraban consumados expertos en el regate y el frenazo. Era evidente que lo de embestir no iba con estos presumidos.
Barcial / Frascuelo, Moreno, Ramírez
Toros de Barcial, bien presentados, blandos, descastados, broncos y deslucidos. Carlos Escolar Frascuelo: casi entera (silencio); dos pinchazos, media atravesada y un descabello (silencio). José Luis Moreno: estocada trasera y baja (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Alberto Ramírez: media atravesada y un descabello (silencio); pinchazo y estocada baja (palmas). Plaza de Las Ventas, 1 de junio, 19ª corrida de feria. Lleno.
Todos empujaron en los caballos, más por genio y mala casta que por bravura. Y como no eran claros en su comportamiento, los de la vara, con la anuencia de los matadores, les dieron de lo lindo. Llegado el tercio de banderillas, estos guaperas cortaban el viaje y buscaban el bulto con auténtica saña. Toros guapos, pero vaya con la belleza...
Y todos cantaron la gallina en la muleta. Con muy mala clase, sin codicia, parados y descastados, quizá sólo el segundo embistió más de un par de veces seguidas, aunque sin convicción alguna. Todos plantearon excesivas dificutades. Desarrollaron sentido y las malas ideas fueron en aumento. En conclusión, puro maquillaje el de estos toros de Barcial. Fina estampa mentirosa, porque pronto se les corrió el rímel y quedó al descubierto que están podridos, que son pura ruina y que sólo sirven para el matadero; toros con mucha guasa, imposibles para el toreo de ahora y de antes.
Muy desconfiado se mostró Frascuelo toda la tarde. Sus toros no le permitieron el menor descuido, pero con el capote por lo alto y perdiendo pasos y con la muleta retrasada, demostró que no está en su mejor momento.
Flojo de ánimo y recursos apareció el cordobés José Luis Moreno. Le tocó en suerte el único toro que se dejó dar dos muletazos seguidos, y allí anduvo perdido en una labor desordenada, con la muleta siempre enganchada y sin saber qué hacer para remediarlo. En el quinto, no pasó de discreto. Y el más animado de la terna, Alberto Ramírez, se la jugó sin cuento con capote y muleta, pero no había nada que hacer. Muy decidido en unas verónicas a su primero, mantuvo una valerosa porfía ante un bonito armario, pero armario al fin. Lo intentó sin desmayo en el sexto, al que le hizo un quite por verónicas que casi le cuesta una voltereta; se metió, después, entre los pitones para demostrar, al menos, que es un valiente a carta cabal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.