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CATÁSTROFE AÉREA EN LAS FUERZAS ARMADAS

Una maniobra compleja

Miguel González

En el momento del accidente, las 2.30 del lunes, hora local, en el aeropuerto de Trebisonda se registraba una temperatura de 18 grados, visibilidad horizontal de más de 10 kilómetros, lluvia intensa y nubes a 400 metros de altura, según el parte meteorológico. Pero el elemento más desfavorable era el viento, que soplaba a 11 nudos procedente del oeste (270 grados). Eso suponía, según los expertos consultados, que el Yak-42 no podía aterrizar en el sentido normal de la pista, oeste-este, sino que debía hacerlo en el inverso, este-oeste.

En este sentido, sin embargo, el aeropuerto carece de sistema instrumental de aproximación (ILS). En consecuencia, el piloto ucranio tuvo que aproximarse al aeropuerto en vuelo instrumental, sobrevolarlo en dirección oeste-este y, una vez ya sobrepasado, girar 180 grados para volver en dirección contraria y tomar tierra. Toda esta operación debía realizarla en vuelo visual, sin dejar de ver la pista en ningún momento, lo que resultaba difícil, ya que era de noche y las nubes estaban bajando hasta los 250 metros. El piloto lo intentó una primera vez y abortó la maniobra. Cuando se aproximaba en el segundo intento, se desvió de la ruta y se precipitó contra una montaña próxima.

La hipótesis del error humano es la más factible, según los expertos, pero éstos se preguntan por qué insistió el piloto en aterrizar en esas condiciones y cuántas horas de vuelo llevaba cuando se enfrentó a este reto.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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