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Lawrence Foster

"Cada vez que dirijo <i>Edipo</i> quedo marcado por su estremecedora fuerza dramática"

El director estadounidense Lawrence Foster (Los Ángeles, 1941) habla con pasión y orgullo de Edipo, la ambiciosa ópera del compositor rumano George Enescu (1881-1955). Desde que grabó la obra, en 1989, en una versión de referencia, se ha convertido en su más cotizado intérprete en la escena internacional. "Cada vez que dirijo esta fascinante ópera quedo marcado por su estremecedora fuerza dramática", afirma. Edipo podrá escucharse por primera vez en el Gran Teatro del Liceo los días 5 y 8 de junio, en una versión de concierto que supone el debut de Foster en el coliseo lírico barcelonés.

Aunque es una de las grandes obras del siglo XX, que tuvo entre sus más fervientes admiradores al escritor y musicólogo Alejo Carpentier, Edipo es un título incomprensiblemente desconocido. Estrenada en la Ópera de París en 1936, tras una larga gestación que duró casi un cuarto de siglo, la ópera -una tragedia lírica en cuatro actos con libreto de Edmond Fleg basado en las obras de Sófocles Edipo rey y Edipo en Colonos- llega al Liceo con Foster al frente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), el coro del Liceo, y un reparto encabezado por el Esa Ruuttunen (Edipo), Heidi Brunner (Yocasta), Laura Nykanen (La esfinge), Gleb Nikolsky (Tiresias) y Stefano Palatchi (Gran Sacerdote).

Foster, director titular en Lisboa de la Orquesta Gulbelkian, ha dirigido ópera en grandes teatros de todo el mundo, pero nunca ha actuado en el Liceo. Tras siete años como director titular de la Simfònica de Barcelona (OBC), se despidió el pasado verano con una memorable gira en la que el conjunto barcelonés debutó en los Proms de Londres, Foster afronta con emoción su tardío bautismo liceísta. "Es un debut tardío, pero muy emocionante, porque marca también el regreso de la Simfònica de Barcelona al Liceo tras una larga ausencia", afirma.

Amsterdam, Helsinki, Bucarest, París, Viena y Berlín -en un montaje escénico del desaparecido Götz Friedrich- son algunas de las ciudades en las que Foster ha dirigido la ópera de Enescu. De hecho, desde que grabó para el sello Emi en 1989 una modélica versión discográfica, con José van Dam, Barbara Hendricks, Gabriel Bacquier, Nicolai Gedda, Brigitte Fassbaebder y Marjana Lipovsek en el reparto, el impresionante Orfeón Donostiarra y la Filarmónica de Montecarlo, el director se ha convertido en su más asiduo intérprete.

"Me siento muy orgulloso de contribuir a la difusión internacional de la obra de Enescu. La crítica elogió unánimemente la calidad de la versión, en la que pude contar con voces de primerísima fila. El coro es un protagonista tan esencial en esta ópera como la orquesta y el mismo Edipo, y el Orfeón Donostiarra estuvo sensacional en una parte de extraordinaria complejidad que supone un gran desafío".

Insiste, con vehemencia, en el protagonismo coral como elemento decisivo en la narración de la tragedia. "La clave de la ópera no está en su personaje protagonista, sino en el desarrollo de la acción dramática a través del coro, en la intensa relación entre música y texto, que da lugar a escenas de poderoso dramatismo. Resiste muy bien la interpretación en versión de concierto y, curiosamente, es muy difícil llevarla a escena, muy compleja. La fórmula del concierto permite concentrarse más en la extraordinaria calidad de su música".

En el descubrimiento de la personalidad musical de Enescu, asegura que, más que el origen rumano de su familia, el punto de partida de la atracción que siente por su música se encuentra en Béla Bartók. "Adoro la música de Bartók y llegué a descubrir al verdadero Enescu precisamente a través de Bartók, que es más típicamente húngaro en su música que Enescu en relación con la música popular rumana".

"Bartók siempre es Bartók. En el caso de Enescu, la evolución de su música es más amplia, y basta ver las asombrosas diferencias que hay entre sus tres sinfonías y la clara influencia de músicos como Fauré y Berg en su obra. En Edipo hay, además, mucho de reacción contra el neoclasicismo en la música, de búsqueda de un mayor realismo sonoro sin dejar de lado la capacidad de emocionar".

La versión original de la ópera es en francés, aunque después se hizo una versión rumana que fue difundida en una grabación que Foster no regalaría ni a su peor enemigo. "En los años sesenta, los directores rumanos que trabajaban en los estudios de grabación nacionales eran los peores. Y esos discos, malos de solemnidad, en lugar de ayudar a la difusión de la música de Enescu se han convertido en su peor enemigo. No he visto una antipropaganda más eficaz que esos discos".

Debussy en ciertos rasgos sonoros, Mussorgski en su fuerza dramática y las técnicas de Berg aparecen entre las conexiones estilísticas de una ópera que Foster sitúa "en el centro y el corazón de su producción". El director subraya la espectacular utilización de los más variados recursos vocales (desde gritos y murmullos del coro al eficaz uso del sprechgesang) e instrumentales para lograr momentos de enorme tensión con gran economía de medios. Su sutil orquestación, la extrema transparencia, los cambios de color o el increíble virtuosismo de las cuerdas -Enescu fue un extraordinario violionista- producen un impacto tan profundo como la compleja escritura vocal y coral.

El director Lawrence Foster.
El director Lawrence Foster.C. F. MÉNDEZ

El compromiso político de un músico total

VIOLINISTA, DIRECTOR de orquesta, pianista, compositor y pedagogo, Enescu, nacido en Liveni Virnay (Dorohoiù, Rumania) en 1881, fue un músico total. Creó escuela como virtuoso del violín y entre sus alumnos figuran intérpretes legendarios como Yehudi Menuhin, Arthur Grumiaux, Christian Ferras e Irvry Gittlis. Estrenó obras de Maurice Ravel, Eugene Ysaÿe y Guy Ropartz, y en su carrera alternó la composición con la interpretación en todas sus formas: dirigió orquestas y practicó con pasión la música de cámara en su doble faceta de violinista y pianista, formando dúos con glorias como Alfred Cortot, Dinu Lipatti, Jacques Thibaud y Pau Casals, que grabó su Sinfonía concertante para violonchelo. Rumania, donde es una gloria nacional, marcó su obra. Al final de su vida, se dedicó intensamente a la docencia en Nueva York, Siena (Italia) y París, donde falleció en 1955 a los 73 años.

"Fue uno de los músicos más completos del siglo XX y, al igual que Arturo Toscanini, libró una batalla personal contra todas las formas del fascismo, con un fervor democrático que se refleja también en su ópera", afirma Foster. El director ha escrito un artículo en el programa de la temporada publicado por Amics del Liceu, El drama de Edipo, en el que destaca el humanismo y la dimensión política de la obra. "La utilización del coro es de gran interés político. La composición de Edipo coincidió con el desarrollo de un movimiento ultrarreaccionario de alcance mundial, contrario a las fuerzas democráticas y liberales que lentamente se habían ido gestando en América, en Europa e incluso en Rusia", escribe Foster. "Los coros participan muy activamente en la exposición de los hechos, en total contraste con su papel más habitual de comentadores de la acción en muchas de las obras clásicas recientes. Esta transformación del papel del pueblo refleja la obsesión del autor por la vertiente democrática y humanística del mito". J. P. S.

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