Raimon-Espriu, 40 años después
Durante cuatro noches consecutivas, desde hoy hasta el 1 de junio, Raimon actuará de nuevo en Barcelona. Lo hará en el Teatre Fabià Puigserver del Teatre Lliure con un espectáculo titulado Raimon canta Espriu, con arreglos de Antoni Ros Marbà concebidos especialmente para el conjunto instrumental con el que contará Raimon en estos recitales. Se trata de una muestra más de la fidelidad del propio Raimon a una obra iniciada hace ya más de cuatro décadas, casi en los mismos inicios de su actividad artística. Esto es algo que resulta poco menos que insólito en el panorama actual de la producción artística y cultural, condicionado decisivamente por las leyes del mercado y sometido, por tanto, a la dictadura de las modas y al reinado de lo efímero, en aras siempre del consumismo. Pero al mismo tiempo es un muy buen ejemplo de la personalidad artística de Raimon, que sin renunciar nunca a la lógica evolución se ha mantenido siempre fiel a una línea de actuación fijada ya en sus años de juventud, cuando comenzó a editar sus primeras canciones, en aquel ya mítico disco en el que dio a conocer Al vent, La pedra, Som y A colps, en 1963, pocos meses antes de su triunfo en el V Festival de la Canción Mediterránea con Se'n va anar, canción con texto de Josep Maria Andreu y música de Lleó Borrell editada en su segundo disco junto con otras dos canciones de su propia autoría: Ahir (título original del celebérrimo Diguem no) y Disset anys, además de Cançó del capvespre.
Aquella Cançó del capvespre, compuesta hace ya más de 40 años, fue el primer poema de Salvador Espriu que Raimon musicalizó. Ahora, más de cuatro décadas después, Raimon sigue recreando la obra de Espriu, que ha musicalizado ya en más de una veintena de ocasiones desde entonces: las 12 Cançons de la roda del temps -entre ellas, claro está, la ya citada Cançó del capvespre- y otras nueve: Inici de càntic en el temple, He mirat aquesta terra, Però en la sequedat arrela el pi, Indesinenter, El meu poble i jo, Petita cançó de la teva mort, Potser arran de l'alba, Nous cants de llibertat y I beg your pardon.
La dedicación de Raimon a la obra poética de Espriu se ha mantenido inalterable a lo largo de estos últimos 40 años, y de ello tendremos buena prueba de nuevo en sus recitales en el Teatre Lliure, una iniciativa del añorado Pep Montanyès que al fin se convertirá en realidad, meses después del reestreno triunfal en el mismo escenario de Ronda de mort a Sinera, el gran montaje de Ricard Salvat basado en varios textos del mismo Espriu.
Dieciocho años después de la muerte de Salvador Espriu, fallecido en Barcelona en 1985, su obra sigue viva y ya ha adquirido la condición de clásica, como muy pocas más en la poética catalana del siglo pasado. Una obra poética como la de Espriu, sin duda alguna nada fácil ni convencional, pero que llegó a ser muy popular en gran parte precisamente gracias a las versiones musicales de Raimon, ha adquirido ya de forma definitiva su condición de clásica, a pesar del olvido al que se la quiso arrinconar desde muy diversas instancias de nuestro propio mandarinato cultural, como el propio poeta ya vaticinaba. La inconmovible fidelidad de Raimon a la obra de Espriu ha contribuido a ello de manera decisiva.
Los próximos recitales de Raimon en el Teatre Lliure, dedicados íntegramente a sus versiones musicales de poemas de Espriu, constituyen para el cantautor de Xàtiva un nuevo reto artístico muy importante, comparable con el que se planteó hace tan sólo poco más de medio año, en octubre de 2002, cuando protagonizó una serie de recitales en el Teatre Nacional de Catalunya dedicados en exclusiva a presentar gran parte de sus más de 30 versiones musicales de poemas de Ausiàs March y otros autores medievales catalanes como Bernat Metge, Francí Guerau, Joan Roís de Corella, Jordi de Sant Jordi, Anselm Turmeda, Jaume Roig, Joan Timoneda, Valeri Fuster y Mossèn Estanya. También en aquella ocasión Raimon seguía una línea trazada desde muchos años atrás, ya que su primera composición basada en un poema de Ausiàs March, Veles e vents han mos desigs complir, data nada menos que de 1969, y constituye otra de las constantes de su obra, mucho más extensa y compleja de lo que pretenden a menudo quienes tienden por sistema al reduccionismo de las clasificaciones y las etiquetas.
Tanto en el caso de Salvador Espriu como en el de Ausiàs March, y con éste en los de otros clásicos de nuestra literatura medieval, Raimon se mantiene fiel a sí mismo y a la indudable influencia cultural que el también añorado Joan Fuster ejerció siempre sobre él, aunque cuando ambos se conocieron Raimon ya recitaba con conocimiento de causa algunos poemas de March.
Del mismo modo que el propio Raimon es desde hace años un referente intelectual y cívico para muchos, Joan Fuster, Salvador Espriu y pocas personas más -entre ellas, sin duda alguna, su gran amigo y excelente músico Enric Gispert- han constituido desde hace muchos años los principales referentes intelectuales y cívicos del mismo Raimon.
Este Raimon se ha convertido en un personaje cada vez políticamente más incorrecto, siempre solitario y solidario al mismo tiempo, para muchos sin duda demasiado incómodo por su insobornable independencia de criterio personal y sobre todo porque la suya es una obra ejemplar y que está por encima de todas las modas más o menos fugaces, lo cual en un artista que lleva ya más de 40 años de actividad pública ininterrumpida quiere decir que se trata de un clásico, y un clásico vivo, fiel siempre a su propia línea artística y a la vez en constante evolución.
Jordi García-Soler es periodista.
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